FUSION OPINA
Foto: Miguel Muñiz |
Cuando
llega la obligada hora del cierre, las noticias de última hora, los
correos de los que quieren decir lo que piensan, lo que viven y lo que
sienten, se nos acumulan sin posibilidad alguna de continuidad. A veces,
el tiempo y los medios posibles son un impedimento a lo que manda el
corazón, pero también es cierto que sabemos que aún queda mucho que contar
y mucho que vivir en esta dramática historia que le ha tocado vivir a la
entrañable Galicia.
Ahora, asistimos día a día a los esfuerzos del Gobierno de Aznar para
remediar los males y recuperar el respeto de los gallegos. Pero ¿se puede
tapar con dinero la incompetencia, las mentiras, el trato vejatorio y la
desinformación propia de una dictadura tercermundista? ¿Van los gallegos a
callarse ante las promesas y los gestos "amistosos" de sus caciques?
La realidad es que el famoso chapapote sigue llegando a las costas
gallegas, que no se apuntan soluciones para impedir que el resto siga
saliendo del barco y, sobre todo, que lo que ha ocurrido, de principio a
fin, es una auténtica vergüenza que ha puesto una vez más a prueba el
talante democrático de los que más hablan de democracia, de los que viven
de ella, y muy bien por cierto, de los que la enarbolan como bandera
cuando les interesa y no tienen ningún escrúpulo en pisotearla cuando les
exige más de lo que son capaces de dar.
Hemos tratado en este reportaje de reflejar la verdad a pie de calle, las
opiniones de los que no mienten, de los que vivieron día a día, y aún la
viven, la tragedia de la marea negra, porque las opiniones de los que
tienen las manos manchadas de chapapote son más de fiar que los de
aquellos que siguieron los acontecimientos desde sus despachos
enmoquetados o desde helicópteros.
Con la marea negra del Prestige, la democracia española ha sufrido un
nuevo examen, pero si los responsables de gobernar han suspendido, el
pueblo ha sacado matrícula de honor, demostrando una vez más lo que tantas
veces en la historia se ha repetido, y es que pueblos así merecen mejores
gobernantes.
Pero ahí están las urnas para impartir justicia, y también la importancia
de crear por todas partes asociaciones que presionen, que exijan, a sus
gobiernos que cumplan con su trabajo escrupulosamente, y si no que se
vayan.
El pueblo es soberano, el pueblo tiene la fuerza, el pueblo unido puede
cambiar las cosas.
Sólo es cuestión de creérselo y de ponerse en marcha. Pero la experiencia
de esta marea negra no debe olvidarse. La generosidad de los voluntarios
choca frontalmente con la hipocresía de los que cobran por gobernar.
Lo primero es esperanza, lo segundo es el cáncer que devora lentamente a
esta humanidad.
Pero existe por qué lo permitimos. No tiene porque ser así.
Unamos las fuerzas, primero para sacar Galicia adelante, y segundo para
exigirles humildad, respeto y compromiso social a los que manejan los
hilos del poder. Y si no a la puta calle.
Esta no es "su" democracia. Esta es nuestra vida, nuestra tierra, nuestro
futuro. ∆ |