EDITORIAL

Asturias, en el pasado referéndum a la Constitución Europea, fue una de las autonomías con más abstención.
El motivo tiene dos lecturas, una que los asturianos no acaban de ver en Europa nada que les ilusione, bien porque los gobiernos asturianos no saben vender la moto, bien porque no saben gestionar las posibilidades que ofrece Europa o bien porque en realidad Europa no es ningún chollo.
Y la otra lectura de la abstención está en la actitud retrógrada de los populares, especialmente del alcalde de Oviedo, que esperaban que el referéndum dañase a los socialistas, con lo que una vez más se demuestra que su apología de la España unida, de la patria por encima de todo, es una burda mentira, ya que lo que prevalece siempre son los intereses de partido. Y como muestra evidente de todo ello están las palabras de Aznar antes y después del referéndum.
De cualquier forma, los dañados han sido ellos mismos y Asturias, con su fuerte abstención y con el resultado final del "sí", ni gana ni pierde nada, porque la verdad es que lo que de verdad importa a la hora de los repartos y subvenciones no depende de ello.
Lo único que queda claro una vez más, es que una Asturias unida, donde todas las fuerzas colaboren por la región, es una utopía, casi un sueño infantil.
Pero nada diferente a lo que ocurre en España, en Europa y en el mundo.
Mal de muchos consuelo de tontos.