Texto y foto: Lupercio González
Por
un sindicato fuerte
Ha logrado unir alrededor
de su figura a tres de los cuatro sectores que configuran el espectro de
este sindicato. Su reciente elección en el IX Congreso de CC.OO. de
Asturias parece haber puesto fin a años de fractura interna.
Antonio
Pino es asturiano hasta la médula y siempre se ha reconocido como tal,
aunque por circunstancias de la vida, como bien dice él, "lo nacieron en
Zamora". Estudió maestría industrial y fue trabajador de la antigua
Ensidesa, hoy Aceralia. Actualmente es oficial de mantenimiento de la
acería en la factoría de Aceralia en Avilés, aunque está liberado de esa
actividad laboral para dedicarse íntegramente a su sindicato.
-Su elección ha llevado un proceso que ha implicado
algunos debates. ¿Satisfecho de cómo ha ido todo?
-Sí, además ha venido de una manera un poco peculiar. El
anterior Secretario General Alberto Rubio decidió, por una decisión
personal, no presentarse a la reelección. A partir de ahí se desencadena
un proceso democrático dentro de Comisiones Obreras. Por si el lenguaje
genera alguna confusión, Asturias dentro de CC.OO. a nivel nacional, se
corresponde con el denominado sector crítico que lidera Agustín Moreno.
Aquí nosotros somos una mayoría que diverge de la mayoría confederal al
frente de la cual, entre otros, está José María Fidalgo.
Fundamentalmente divergemos por cómo entendemos el modelo de sindicato,
la participación interna, el papel de los territorios y de las
federaciones. Somos un sindicato con una estructura vertical, que son
las federaciones de rama de industria, y una estructura horizontal, que
son las uniones territoriales. Yo soy elegido a través de un proceso en
el que compañeros de esa mayoría hacen consultas al anterior secretario
general para ver quién puede ser la persona que pudiera tener un mayor
consenso para dirigir la organización en este nuevo mandato. Todo eso se
lleva de manera democrática a una Asamblea General de los delegados y
delegadas de nuestra sección. A partir de ahí va al Congreso, que es
cuando ya se ratifica de manera legal esa elección.
-En una de sus primeras declaraciones como Secretario
apuntaba el deseo de hacer un sindicato fuerte. ¿Cómo piensa
conseguirlo?
-Comisiones Obreras es un sindicato fuerte, no en vano tenemos
cerca de 40.000 afiliados y más de 2.700 delegados y delegadas. Eso no
sólo son números, sino que se expresa en la actividad cotidiana desde
los diferentes ámbitos o estructuras del sindicato. Ya con el anterior
secretario general a la cabeza, se fue caminando hacia la idea de
normalizar la situación interna del sindicato y utilizar la energía
hacia nuestros rivales, para defender los derechos de los trabajadores y
trabajadoras asturianos. En ese sentido fuimos buscando marcos de
encuentro, pero no fue posible cerrar el círculo, porque hay una serie
de compañeros que siguen con una idea no proclive a la integración, más
orientada a la confrontación sin explicar claramente cuál es su
propuesta, su modelo y su referencia sindical. No obstante, se hizo un
avance muy importante que permitió salir con un apoyo de la Secretaría
General del 70%, y la Comisión Ejecutiva con más del 80%. Eso nos está
permitiendo ahora empezar las tareas que el Congreso ha decidido, de
manera más cohesionada.
El
trabajador, en muchos casos, traga lo que le echen porque
tiene que llevar un salario a su casa para que su familia
coma, por eso admite condiciones de trabajo y salariales que
son trampas a la horade hacer la contratación. |
-¿Cuáles son esas tareas?
-De una manera muy esquemática, la primera tarea a la que
tenemos que hacer frente es a la situación industrial de Asturias.
Nuestra región tiene todavía un potencial industrial, aunque hoy los
servicios generen más empleo. La industria es la generadora de dinámicas
económicas que también propician el impulso al sector servicios, por
tanto, hay una cierta ligazón en el término económico. Nuestra situación
industrial es muy compleja, fruto de un proceso reconversor que se está
haciendo de una manera muy suave, con poco ruido. En la mayoría de los
casos esa destrucción de empleo se está haciendo a través de
prejubilaciones, y por lo tanto, de una manera en la que no hay una
protesta del trabajador. Hablamos de más de 1500 empleos en Aceralia,
más de 200 en Izar Gijón. Además, está lo que pueda pasar en la minería
con el Nuevo Plan del Carbón, o la definición por parte de la Unión
Europea de la reserva estratégica; el efecto del plan de emisiones de
Kioto, la situación incierta en Duro Felguera... Es decir, creemos que
ése es un frente de actuación de primera línea para el que incluso hemos
planteado la posibilidad de llegar a utilizar movilizaciones sociales.
Otro frente es, lógicamente, el del impulso y desarrollo del último
Pacto Social, del Acuerdo para el Desarrollo Económico, la
Competitividad y el Empleo, que entendemos que no va con suficiente
ritmo, ni con el suficiente pulso, ni en la línea de lo contenido en el
Acuerdo. Algunos aspectos van retrasados, como las propuestas que tienen
que ver con suelo industrial, con el comercio exterior y la
competitividad exterior de las empresas. Hay que tomar medidas para
impulsar eso.
-Entonces ¿cree necesario una actualización o adaptación
de todos estos aspectos a la realidad actual?
-Hay un acuerdo que está vigente desde hace un año cuyas medidas
se corresponden a la realidad. Lo que ocurre es que no se están
cumpliendo algunas de las cosas cotidianas del acuerdo, como los temas
que tienen que ver con sanidad, con educación, con la reducción de la
temporalidad de la contratación en la propia Administración Pública, que
debería dar ejemplo de lo que promulga hacia la sociedad y sin embargo
incrementa sus niveles de contratación eventual y precaria. Pienso que
tiene que haber un enfoque diferente hacia la situación industrial de
Asturias. El Gobierno está haciendo seguidismo del discurso de las
empresas, exclusivamente en el marco de una economía más globalizada,
con amenazas de deslocalización de empresas. Con ello el Gobierno está
dejando de lado el papel de sus representados, que también son los
trabajadores, y cómo están siendo afectados por esos procesos. Creemos
que hay un desequilibrio peligroso, tanto para el futuro de la industria
asturiana como para las condiciones de trabajo y las relaciones
laborales que se dan en las empresas, que están defendiendo y haciendo
suyo el Gobierno asturiano.
-Se habla de la precariedad laboral. ¿Es tan alta
realmente como se pregona?
-Sí, sin entrar en la borrachera de cifras, hoy 93 de cada cien
contratos que se hacen son eventuales. Al margen del sindicalismo, un
ciudadano normal que vive en el mundo puede ver que en el sector
servicios, por ejemplo la hostelería, hay puestos estables sobre los que
están rotando trabajadores permanentemente. Y no me lo creo sólo porque
lo digan las cifras de la encuesta, de cotizaciones de la seguridad
social, o del propio desempleo. Lo digo con rotundidad: está habiendo
una masiva utilización fraudulenta de la contratación por parte de
muchos empresarios y de muchas empresas, pequeñas, medianas y grandes, y
que está siendo permitida. ¿De qué vale que tengamos leyes que regulen
la causalidad de los contratos, si después tenemos una inspección que
funciona de manera inadecuada e insuficiente? No sirve de nada; el
empresario hace lo que le da la gana. Y no me vale la respuesta fácil de
decir que proteste el trabajador, que vaya a la Magistratura de Trabajo;
no. El trabajador, en muchos casos, traga lo que le echen porque tiene
la necesidad de llevar un salario a su casa para que su familia coma,
por eso admite condiciones de trabajo y salariales que son trampas a la
hora de hacer la contratación. Hay muchos casos en los que firman el
finiquito en el momento en que hacen el contrato, con lo cual pueden ser
despedidos en cualquier momento. Eso está pasando. Y otra cosa que está
pasando en Asturias es que tenemos una especie de realidad aparente. Me
explico: hay un número importante de familias viviendo de las rentas que
se generan en razón de las prejubilaciones. El prejubilado de Aceralia,
de Hunosa, de la minería privada, etc., está financiando la economía
familiar de alguno de sus hijos y en algunos casos de más de uno de sus
hijos. Eso es una realidad que además tiene fecha de caducidad.
Nuestra región tiene todavía potencial industrial, aunque
hoy los servicios generen más empleo. |
-Asturias y el Protocolo de Kioto. ¿Cómo ves el futuro
de nuestra industria siendo incluso productores de electricidad?
-Primero, el Protocolo de Kioto, con cuya idea estoy de acuerdo,
tiene elementos de desequilibrio en su relación con la economía y con el
empleo, porque no está suscrito por el conjunto. Estados Unidos, por
ejemplo, no lo suscribe. El Protocolo conlleva una adaptación
tecnológica de las cementeras, de las siderúrgicas, de las centrales
térmicas, etc., que requieren fuertes inversiones económicas. Eso sitúa
a nuestras empresas teóricamente en una mayor dificultad de
competitividad con otras empresas; por ejemplo, americanas que no van a
tener ese "lastre".
Aquí lo que se está haciendo es definir un plan de emisiones que vaya
suavizando el impacto laboral, el impacto económico y el impacto social
sobre las empresas. También hay que decir: ¿dónde está la renovación
tecnológica que hicieron a sus centrales térmicas muchas de las
eléctricas españolas que trabajan el carbón? ¿Ahora qué? ¿Van a pedir
dinero otra vez a todos los españoles para poder financiarlas? Porque
siempre están jugando con la amenaza de que tienen que recurrir a
cierres de instalaciones, o a reducciones de capacidad y por tanto, a
reducir plantilla y a expulsar trabajadores del mercado de trabajo. Creo
que hay un desequilibrio. Creo que las empresas han tenido ocasión y
tiempo de hacer inversiones y no la han hecho.
-Invertimos en preparar a nuestros jóvenes, sin embargo
luego dejamos que vayan a trabajar fuera de la región, porque no hay
salidas suficientes. ¿Cómo romper ese círculo vicioso?
-Estamos en la Europa de los estados, con lo cual hay flujo de
capitales y flujo de personas. Eso está bien y es adecuado. El problema
surge cuando no se mantiene una masa suficiente de personas con
formación para garantizar un futuro en la región, cuando no hay un
mercado lo suficientemente atractivo, ni en sus condiciones laborales,
ni en las condiciones económicas que retengan aquí a nuestros jóvenes
mejor formados. Y ése es un capital que tiene un valor muy grande no
sólo sentimental, o social, sino también económico, porque si seguimos
por este camino acabará deteriorándose nuestra Universidad y también
muchas empresas, lo que irá en detrimento de la capacidad de crecimiento
en temas como la investigación, el desarrollo, la innovación y demás.
Aquí no está habiendo una política comprometida real. Nos hemos hecho ya
a la idea de que ésta va a ser una región que en un plazo medio se
situará en torno a los setecientos u ochocientos mil habitantes, con una
población muy envejecida, y eso es lo que se está administrando. Tenemos
cada vez menos peso político, aparte de que hemos perdido un diputado
por razones demográficas, nuestro nivel de autonomía y capacidad
económica es el que es: somos una región en caída. Yo le veo mala
perspectiva al futuro si las cosas se continúan haciendo como hasta
ahora. ∆ |