OCTUBRE 2004
1. La guerra como negocio
Fernando Montiel T.
Analista y consultor en relaciones internacionales y resolución de
conflictos.
Qué negocio supone la guerra y para quién? "La guerra es el negocio
del complejo militar industrial de los países desarrollados". Respuesta
correcta pero inexacta por incompleta. La guerra es el negocio de los
que saben encontrar rentabilidad económica en el matar y mutilar,
física, psicológica y espiritualmente (esto es la guerra, y no
fotografías de pulcros militares con uniforme, mapas y aviones de última
generación). Entre aquellos que saben encontrar esta rentabilidad del
conflicto bélico se pueden señalar diferentes empresas de la naturaleza
más diversa. Algunas como Lockheed Martin, Textron y Northrup
Grumman se dedican al armamento de alta tecnología. Otros como la
británica Sandline International y la sudafricana Executive
Outcomes -aunque inactivas han dejado escuela- se dedican a la venta
de servicios militares (asesoría, capacitación y consultoría) y
principalmente al arrendamiento de personal paramilitar (mercenarios
básicamente). Entre las empresas activas destacan L3 (que compró
a la conocida MPRI) y CSC (que adquirió a la popular
Dyncorp). Tampoco los medios de comunicación se quedan atrás en
estos beneficios, después de todo, las declaraciones de guerra elevan
más los índices de audiencia que los acuerdos de paz.
"Para una
potencia como los EE.UU. a la que sólo le quedan reservas petroleras
para 10 años, la energía lo es todo. Sin guerra no hay petróleo y no hay
negocio" |
"Las guerras son por recursos, y ahí está el negocio" dice Michael T.
Klare. Y siempre ha sido así, pero veamos con más detenimiento.
Extraoficialmente se sabe que la compañía de diamantes más grande del
mundo De Beers, tiene oscuros nexos con la financiación de
movimientos insurgentes en Sierra Leona como el Revolutionary United
Front (RUF) o como la Unión Nacional por la Independencia Total de
Angola (UNITA). El acuerdo es sencillo: el RUF o la UNITA controlan las
regiones y minas de diamantes y De Beers paga una comisión por kilo de
mineral extraído; el mineral luego es tallado en Moscú o Israel para
finalmente ser introducido en el mercado internacional. Lo mismo ocurre
en el antiguo Zaire. Inmersas en el mercado de la telefonía móvil, -Nokia,
Ericsson y LG entre otras, han hecho cada una su apuesta a las
diferentes facciones que combaten en la República Democrática del Congo
por el control del Coltan (mineral de Tantalita) tan escaso y necesario
en el mundo moderno. De manera que cada vez que escasea este mineral en
el mercado internacional, arrecian los combates en la zona más olvidada
del planeta. Artículos militares, personal paramilitar, medios de
comunicación, joyeros y proveedores de telefonía celular han encontrado
todos, directa o indirectamente razones para permitir y fomentar
matanzas indescriptibles. Este y no otro es el negocio de la guerra.
Como en el caso del Coltan, los diamantes y el agua, el petróleo no
escapa a esta dinámica: el 80% de la energía global deriva de los
hidrocarburos. Razón suficiente para explicar las guerras en Afganistán
(gas) e Irak (petróleo). Como en los casos anteriores, aquí la lógica es
también sencilla y brutal: si escasean los recursos energéticos entonces
hay que conseguirlos literalmente a sangre y fuego. Por eso es explosivo
el Cáucaso (Azerbaiyán, Georgia y Armenia); por eso se desestabiliza
desde Washington a Venezuela, a México, a Nigeria, a Irán, a Indonesia,
a Palestina... Para una potencia como los EE.UU. a la que sólo le quedan
reservas petroleras para 10 años, la energía lo es todo. Sin guerra no
hay petróleo y no hay negocio, y sin estas dos, por supuesto tampoco hay
"superpotencia unipolar".
La familia Bush posee negocios petroleros. Vaya novedad. Más interesante
es que la Arbusto Company -posteriormente rebautizada como
Bush Exploration- que dirigía el actual presidente, marchaba muy mal
financieramente tras el choque petrolero de 1973. Y más interesante
todavía es que la Bush Exploration fue comprada por la Harken
Energy Corporation, esta última compañía cuyas acciones pertenecían,
para 1986, en un 17% al jeque saudita Abdulla Bahsh, cuyo banquero -Bin
Mafuz- era hermano de una de las esposas de Osama Bin Laden. Pero contra
lo que podría suponerse no es Bush el más interesado en los negocios
petroleros.
Mediocre como es, George Bush tiene el perfil del presidente perfecto
para las grandes corporaciones. Fanático, disléxico, retrasado mental
(tiene menos de 90 de coeficiente intelectual), alcohólico no
rehabilitado, con tendencias "megalómanas y sádicas" de acuerdo con un
reciente estudio psiquiátrico, el actual ocupante de la Casa Blanca,
cumple con todos los requisitos que exige un gobierno empresarial:
ignorante y bisoño, fácil de manipular, fácil de engañar, fácil de
extorsionar y fácil de dirigir. Por todo esto, cualquier persona
medianamente racional debería exigir su salida del despacho oval, pero
precisamente son éstas las razones por las que a las corporaciones les
conviene tenerlo dentro. Es el criado perfecto.
Foto: (c) ACNUR |
¿Gobierna George W. Bush? Falso. El vicepresidente Dick Cheney -ex CEO
de Halliburton- parece haber sacado más rentabilidad personal y
corporativa a las guerras del nuevo siglo que su jefe. Y más interesante
es todavía el caso de Condolezza Rice. Afroamericana y mujer, ha llegado
a la cumbre del poder. Admirable por su condición de género y su origen
étnico. ¿Es todo? No. También ha conseguido llegar a la cumbre
empresarial: CEO de Chevron-Texaco, la compañía petrolera bautizó
en su honor un buque con el nombre de la actual Consejera de Seguridad
Nacional. También ella parece haberle ganado la partida
político-empresarial a su jefe en la Casa Blanca. Los hombres del
Presidente saben lo que hacen y lo que representan. El Presidente no, de
hecho se comporta como la mula que no sabe a dónde la lleva el arriero.
Dick Cheney y Halliburton como proveedora de "artículos y servicios
militares", y Condolezza Rice mediante la petrolera Chevron-Texaco son
tan sólo dos de los ejemplos más refinados de lo que significa el
"negocio de la guerra".
Pero como decía Sun Tzu "toda guerra se funda en el engaño". ¿Que los
intereses corporativos se encuentran no tanto en el presidente como en
su gabinete? No importa, dejemos que se engañen y lo ataquen, así se
araña menos a "nuestros hombres en el poder". ¿Que el presidente es un
retrasado mental? No importa. Se le puede generar una imagen de gran
líder. ¿Que el presidente tenía nexos económicos y empresariales con Bin
Laden? No importa, una vez desatados los perros de la guerra ese dato
terminará en el olvido.
Éste es el frente interno, pero no es el único. "La primera víctima de
la guerra es la verdad" señaló Winston Churchill en su momento. Fue él
también quien dijo que en tiempos de guerra "a la verdad hay que
protegerla con un guardaespaldas de mentiras". Esta batalla por la
percepción es también válida en el frente externo. La creación de la
imagen del enemigo para justificar agresiones, implica complejos
mecanismos de control de pensamiento. En sociedades al menos formalmente
democráticas como la estadounidense, la propaganda, la manipulación
social y la dirección del pensamiento son indispensables (no así en las
dictaduras, donde basta con que las masas obedezcan) para seguir la
agenda de quienes gobiernan de verdad. La histeria paranoica es un
componente fundamental: así fue cómo George W. Bush convenció a su
pueblo de que los talibán, Hussein y Bin Laden tenían nexos estrechos
entre ellos y con los atentados del 11-S (pese a existir pruebas
irrefutables de todo lo contrario: Bin Laden aborrecía a Hussein.
Hussein nada tuvo que ver con el 11-S y nunca se comprobó la
responsabilidad de los talibán en los atentados de Washington y Nueva
York). Todo vale para justificar guerras, guerras que traen recursos y
negocios. Sale sangre y entran dólares, ésta es la dinámica de las
corporaciones de la guerra y sus representantes en el gobierno. En este
esquema George W. Bush no es más que un peón, un lacayo. ∆ |