EDITORIAL

La comunidad autónoma asturiana ha vivido la primavera más seca desde hace más de tres décadas, y no parece que esta tendencia vaya a cambiar con la entrada del verano. Aunque nos parezca mentira el fantasma de la sequía pende sobre nuestras cabezas. La Asturias verde que siempre hemos conocido podría dejar de serlo si no se toman las medidas oportunas para paliar estas variaciones climatológicas. A ello hay que sumar hechos tan lamentables como el reciente incendio intencionado en las proximidades de Muniellos, un atentado ecológico contra una Reserva de la Biosfera que agrava aún más la situación, porque parece indicar que el hombre quiere ir en contra de lo que le está proporcionando vida y riqueza.
Con razón los agricultores y ganaderos asturianos están preocupados. Ellos son los primeros en percibir las variaciones del clima, y comprueban que el campo se está resintiendo por las escasas lluvias: cultivos de verano como pimientos, tomates, cebollas, judías verdes, e incluso los frutales se ven ya amenazados. El agua es un elemento esencial, y aquí lo tenemos al alcance de la mano, pero debe gestionarse de una forma racional y con una mentalidad de ahorro en su consumo. Si no se toma conciencia de que algo ya cambió en nuestra climatología, no se podrán aplicar políticas preventivas que ayuden a paliar futuras sequías. Quizás haya que volver a las minas y de ellas aprovechar los acuíferos subterráneos, como hacen en otras partes de nuestro país. Y es que a nadie le gustaría que el paraíso natural llamado Asturias dejase de serlo. ∆