EDITORIAL

Mayo, el mes de las flores, el tiempo en el que Asturias viste de gala sus valles y sus montañas, se verá este año inundado de otro colorido, éste menos atractivo, menos armónico, el de los pasquines electorales anunciando las maravillas de los unos y de los otros, las promesas de los candidatos, las ventajas de elegir correctamente.
Luego, comenzará la confrontación, se enseñarán los dientes y se sacarán las tripas, y todo por Asturias, aunque nadie le preguntó a Asturias si necesitaba todo eso.
En los valles, en las montañas, la naturaleza nos muestra como se convive en armonía, todos los colores tienen su sitio, todas las especies viven sus ciclos.
Los políticos, como humanos que son, no saben convivir en un mismo espacio, uniendo sus fuerzas y sus capacidades por el bien del espacio. Los colores separan en vez de unir. Las cualidades chocan en vez de fundirse.
Otra vez elecciones y otra vez Mayo. Flores en los campos y pasquines en las calles. Armonía y conflicto.
Y los ciudadanos acuden a las flores para sentir paz.