EDITORIAL

El culebrón del Real Oviedo se está convirtiendo en la historia por excelencia del verano astur.
Todo un rosario de maniobras increíbles, de circo, con la "cabeza" del Oviedo pendiendo de un hilo, jugando con una institución que es más que un club de fútbol para muchos, y todo por una gestión que roza los límites de lo legal en los últimos años, aderezada por un enfrentamiento político que, como todos los de su clase, da asco y deja en evidencia la catadura moral de los contendientes.
Al final, intervención del Principado, avalando una pasta que no sabemos por qué no asumió desde el principio, evitando así todo el bochornoso espectáculo y toda la incertidumbre que vivieron jugadores, empleados y aficionados.
Lo único positivo de todo esto es que se le vio el plumero a más de uno, apoyando soluciones electoralistas, tratando de escapar de la quema en una huída hacia delante, abandonando el barco a la primera de cambio.
Los que ahora gestionan al club deberían sacar conclusiones de lo ocurrido, aunque parece ser que eso no es lo acostumbrado, es más fácil volver a caer en las mismas trampas.
El mundo del fútbol está podrido. Demasiado dinero en juego. Demasiado protagonismo para todos. Demasiados "dioses" de barro.
Y encima los políticos revoloteando como buitres.
Lo dicho, da asco.