EDITORIAL 2001

Año nuevo vida nueva, que se decía antes. Ahora ya sabemos que no es así, que, más o menos, todo continúa igual, porque las cosas cambian si las personas cambian, y a éstas les cuesta, vaya si les cuesta.
Por eso, esperar milagros para esta Asturias venida a menos es casi, casi infantil, como decir a los amigos que los reyes nos trajeron la bufanda cuando ellos y nosotros sabemos que la compramos en las rebajas.
Pero la ilusión es como la bufanda, y los reyes son como las promesas de los políticos, o sea, existen pero no existen, sólo son si les creemos, porque si no serían como las rebajas, o sea, mercancía de segunda.
Y el 2001 entra con la garantía del milenio, lo que le hace ser bebé y al mismo tiempo diferente.
Y Asturias permanece agarrada a la esperanza del cambio definitivo que le haga despegar y ponerse en otra órbita, pero con el personal de a bordo puede ocurrirle como a la Mir, o sea, perderse en el espacio.
Si el 2001 convenciese a los políticos asturianos de que sólo uniendo esfuerzos, objetivos y proyectos pueden conseguir reflotar la Mir, perdón, Asturias, pues sería un año mágico.
Pero difícil papeleta para tan tierno infante.
Más bien debería cuidarse de los Herodes de turno, no sea que lo quiten de en medio, por si acaso.