EDITORIAL

Si algo hay en Asturias que sea motivo de permanente confrontación entre los políticos, ése es el tema de las comunicaciones.
Los asturianos vivimos inmersos, por una parte, en soportar el suplicio de unas carreteras que ponen a prueba nuestros nervios y en peligro nuestras vidas, y por otra, en asistir a diario a las trifulcas generadas por el protagonismo de los políticos que convirtieron el asunto más en una cuestión de partidos que en algo imprescindible en la vida diaria de los asturianos.
Para los socialistas la herencia de Cascos es impresentable, llena de promesas sin base, de proyectos sin forma de sacarlos adelante en los plazos prometidos.
Para los populares Cascos lo hizo todo bien y dejó, como Franco, todo bien atado. Es culpa de los responsables actuales que nada funcione según lo previsto.
Y para los que circulamos, lo único que nos importa es que hacer un viaje desde Oviedo a Vegadeo no se convierta en una aventura con más emociones y riesgos que el París-Dakar. Sabes cuándo sales, pero nunca cuándo vas a llegar.
En cualquier caso, el asunto tiene difícil solución, porque la orografía de nuestro pequeño paraíso y el constante incremento del parque móvil, todo ello hace que cuando una carretera se termina ya queda pequeña o desfasada, con lo que se exigen nuevas soluciones.
A lo mejor la solución viene de la mano de las pesimistas previsiones sobre el futuro del petróleo, sobre el agotamiento de las reservas mundiales.
Quién sabe, hasta puede que nos sobren carreteras.
Qué ironía ¿no?