En la antigüedad el hombre y la Tierra eran uno. Él conocía y
respetaba la naturaleza, recibía de ella su alimento e incorporaba las
enseñanzas a su vida. Lo que llegaba de la Madre Tierra era sagrado,
venía directamente del Uno, el Creador. El hombre de hoy ha perdido el
recuerdo del origen. No sabe de dónde partió ni hacia dónde va. Destruye
la naturaleza, extermina animales, contamina cielo, tierra y agua. Los
cuatro elementos están ahí para restablecer el equilibrio perdido.
Los indios de las praderas, los esquimales, las tribus
africanas, los mayas, aborígenes australianos... todos ellos rendían
culto a la Madre Tierra. Gracias a ella se desarrollaban las plantas,
los animales y era posible la existencia del hombre y su sustento. En
ella se concentraba todo el poder y de ella extraían enseñanzas, como ha
quedado recogido en sus ritos y leyendas.
Por los testimonios que han llegado hasta nosotros y que aún mantienen
vivos algunos hombres en el planeta, sabemos que existió un tiempo en
que los espíritus de la naturaleza, los elementos estaban en
comunicación con el hombre. En muchas ocasiones esta relación estaba
representada en determinados animales considerados sagrados para las
tribus, porque eran el símbolo del poder del Uno.
Ha pasado el tiempo y con ello lo sagrado se ha olvidado. El hombre ha
avanzado tecnológicamente y en esta carrera ha aniquilado la tierra que
le vio nacer. Ya no la ve como un lugar abundante para todos, sino como
una mercancía con la que enriquecerse sin temor a lo que pueda provocar.
Explota los recursos naturales sin escrúpulos, esquilma los mares, tala
bosques, contamina ríos, envenena con productos químicos las tierras de
cultivo y el aire que respira. El hombre no ha recogido el mensaje de
Amor que le ha mostrado la Madre Tierra, dando todo a lo largo de este
tiempo, sin esperar nada a cambio. Ha ignorado la Fuerza que Ella le ha
mostrado y se ha creído superior. Por eso la Madre Tierra se ve obligada
a mostrar su poder para restablecer el equilibrio.
El
hombre ha aniquilado la tierra que le vio nacer. Ya no la ve como
un lugar abundante para todos, sino como una mercancía con la que
enriquecerse sin temor a lo que pueda provocar.
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Y este es el momento en el que nos encontramos. El
planeta, a través de los cuatro elementos, se está manifestando para
recordar al hombre que sólo acudiendo al origen, a los antepasados,
podrá recuperar su lugar en la creación y por lo tanto su equilibrio con
el Todo.
Todo está en marcha. Sólo hay que echar una ojeada a lo ocurrido este
verano. Incendios por todo el mundo que han devastado miles de hectáreas
y han tardado días en ser sofocados. Gotas frías que han provocado
inundaciones. Una ola de calor que causó la muerte de miles de personas
y generó pérdidas millonarias en la agricultura. Aumento del consumo
eléctrico que produjo cortes en el suministro al no poder satisfacer la
demanda. Tormentas eléctricas. Tornados. Sequías. Ante tanto despliegue
de poder, el hombre poco ha podido hacer.
Existe una parte de la humanidad que sigue aniquilando el planeta y las
vidas que en él habitan, mientras que otra parte se esfuerza cada día
más, no sólo por protegerla sino en fundirse con Ella, con sus
misterios, sus vidas y su poder. Todo está cambiando. Algo maravilloso
está a punto de suceder. ∆