EDITORIAL

En Asturias ya huele a precampaña electoral. Los insultos suben de tono, las posturas se definen, los oportunistas buscan en la política la puerta de salida a sus problemas personales. Qué triste espectáculo. Qué pena da oír una y otra vez las mismas descalificaciones, asistir a los mismos "chistes" irónicos, comprobar, una vez más, que los políticos se preocupan más de su escaño que de los problemas reales del pueblo.
Y cada vez empiezan antes. A este paso la vida misma será una precampaña, seguida de una campaña, y amenizada con las elecciones que, al final, serán lo menos importante.
¿Se dan cuenta que cada vez tiene menos peso el programa electoral, lo que el presunto político ofrece y promete?
Asturias es una, la vida y sus circunstancias son también una, los problemas reales son uno, pero los políticos no lo ven así, miran a través del prisma de su partido, en el mejor de los casos, y tal parece que existen varias Asturias, asturianos de diferentes razas y lenguas.
¿Cuándo se comprenderá que sólo a través de la unión de todas las fuerzas se puede progresar? ¿Cuándo perderá protagonismo el político para ganarlo la verdadera gestión desinteresada?
Las peleas, los codazos para situarse en el mejor puesto en la parrilla de salida de las futuras elecciones, ya comenzaron.
¿Qué tendrá el poder que exige tanta falta de dignidad? Es más, ¿qué clase de poder es ese que degrada a los que lo buscan?
Elevado precio el que exige, aunque es evidente que no le faltan novias.
Pero Asturias, que es mucho más que eso, nos invita a disfrutar de la paz de sus montañas, a perdernos en su naturaleza y en su magia, algo que prevalece por encima de las miserias humanas.
Qué bien les vendría a estos "poderosos" de despacho una pequeña dosis del verdadero poder que emana, por ejemplo, del intento de "vencer" a una montaña.
Un poco de humildad, vamos.