EDITORIAL

Asturias, con su presidente Areces y su gobierno socialista, no está precisamente siendo considerada por el Gobierno central, con su presidente Aznar a la cabeza.
Desde que Areces ganó las elecciones, no existe prácticamente relación entre ambos gobiernos y todo pasa por la presencia, como enviado especial, de Cascos, y por la actitud escocida del Partido Popular en Asturias.
La metedura de pata de la foto de ambos presidentes, no sólo es una muestra inequívoca del desplante que desde la Moncloa se realiza, sino que implica una falta absoluta de responsabilidad política y de buenos modales democráticos.
Aznar y los suyos no pierden oportunidad de atacar o desacreditar a los nacionalismos potentes, léase PNV, pero su actitud de desprecio y prepotencia hacia las regiones menos radicales pero con mucho bagaje histórico y con mucha fuerza en sus gentes, hace que muchos pensemos en la necesidad de construir algo que no esté sujeto a las excentricidades o caprichos de los gobernantes de turno en Madrid.
Asturias necesita recuperar un orgullo como región, como nación o como lo que sea, pero al margen de actitudes centralistas y de que nos envíen aquí, a llenarnos de promesas, a los despojos de Madrid.
Pero para construir algo así, lo primero que había que hacer es culminar la unidad de las fuerzas progresistas y dejarse de actitudes personalistas que tanto daño hacen a los pueblos