EDITORIAL

Han pasado pocos meses desde que se produjo el cambio de gobierno regional, y aunque todavía es muy pronto para sopesar lo acertado de su gestión, sí podemos apreciar en el entorno determinados síntomas que, aunque esperados, no por ello son menos significativos.
La frialdad que siempre había presidido las relaciones del gobierno central con el Principado se ha transformado, a raíz de la firmeza y el descaro que está mostrando la institución autonómica en los últimos meses, en un absoluto ostracismo, e incluso en algo más. Parece que en Madrid se estén poniendo nerviosos ante la posibilidad de que en Asturias vuelva a surgir esa fuerza, esa unidad de voces, esa rebeldía que ha hecho temblar a los gobiernos más autoritarios.
Pero el resurgir de ese espíritu que llevamos dentro y que nos une, no depende tan sólo de que el gobierno regional sea de uno u otro signo. Depende de que la mayoría de los asturianos nos pongamos manos a la obra y unamos nuestras fuerzas en torno a un mismo objetivo: incluir a Asturias en el tren del futuro.