EDITORIAL

Asturias continúa pendiente del pulso entre Marqués y el PP.
Los empresarios protestan y piden soluciones ya. Los ayuntamientos no reciben dinero y no pagan sus deudas. Y la oposición, los partidos responsables también de una pronta resolución de la crisis, se acusan mutuamente y no aportan nada a la situación.
¿Hasta cuándo? Nadie lo sabe, aunque nos tememos que esto va a seguir así hasta las próximas elecciones autonómicas. Tal vez por la proximidad relativa, porque un año es demasiado tiempo para la economía de una región tan castigada como Asturias, de dichas elecciones, tal vez los partidos no quieran mojarse demasiado confiando en que todo ello suponga un desgaste muy importante del PP. La estrategia puede ser buena cara a los intereses del PSOE e IU, pero ¿qué pasa con los asturianos? ¿Qué confianza transmite una región cuyo gobierno no tiene apoyo de ningún partido?
Lo que queda claro una vez más es que los políticos, todos, viven en su particular mundo, enfrascados en sus guerras partidistas, sumidos en sus ambiciones personales y lejos, muy lejos de la realidad de la calle o de la comprensión de que sólo son servidores del pueblo, elegidos y mantenidos por este.
Lo que está pasando en Asturias es sencillamente vergonzoso, y ello sin entrar a analizar quién tiene o no razón, porque si se trata de mirar hacia los intereses de Asturias y de los asturianos, todos están equivocados.
Pero, a pesar de la democracia y de la constitución, los políticos siguen siendo dioses intocables.
Así nos luce el pelo.