La minusvalía que afecta al 66% de su sistema motor no
le ha impedido cumplir su sueño: coronar el Mont Blanc, la cima más alta del continente
europeo. Los laureles de la gloria duran mucho tiempo, atrás quedan los momentos
difíciles y las penurias que también formaron parte de esta aventura.
"Sabía que la forma de agradecer a todos lo que habían hecho algo
por mí era sin duda alcanzar la cumbre. Fue una satisfacción enorme."
|
|
El langreano Indalecio Blanco, a sus 27 años es un joven activo y
alegre muy querido por sus padres, en quienes puso su primer pensamiento a 4.808 mts. de
altura, en el Mont Blanc. A lo largo del viaje se vivieron tanto momentos duros como de
satisfacción. Justo la combinación de todo ello y el apoyo de sus compañeros Rafael
López y Faustino R. Jambrina hicieron de este proyecto un éxito.
-Eres uno de los primeros montañeros que sube el Mont Blanc
en estas condiciones según tengo entendido, ¿es así?
-No lo sé, pero no tengo constancia de que haya habido nadie que lo haya
coronado en mis condiciones. Cuando me quise meter en el mundo de la montaña tuve
problemas con la Federación Asturiana de Montañismo, y eso me hace pensar que fue porque
todavía nadie se había federado en una situación semejante.
-¿Cómo surgió la idea de coronar una montaña tan
importante como el Mont Blanc?
-En el mundo del montañismo, a medida que uno va superando objetivos, se va
marcando otros mucho más difíciles. Faustino Jambrina, que salía conmigo mucho de
montaña ya lo había coronado en dos ocasiones. Me dio por preguntarle qué posibilidades
veía de que yo pudiese subir el Mont Blanc; en cuanto me dijo que muchas, mi siguiente
pregunta fue que si estaba dispuesto a acompañarme si yo conseguía patrocinadores y
material. Me contestó que necesitaríamos como mínimo a otra persona de apoyo. La
buscamos y así surgió todo.
-¿Cómo fueron todos los preparativos previos a la
expedición al Mont Blanc?
-Fueron nueve meses muy duros. Se necesitaba como mínimo un millón y medio
de pesetas y había que buscar patrocinadores. Tengo que agradecer en esta búsqueda la
labor desinteresada tanto de José Luis Crespo como de José Luis Blanco, que me ayudaron
en todo momento en esta labor difícil de tener que llamar a muchas puertas.
-Una vez conseguido el dinero vino la elección de fechas.
-La fecha ya estaba fijada desde el principio, era la segunda quincena del
mes de julio. Una vez que se consiguieron los patroncinadores y se resolvió algún
problema que hubo entre los compañeros, marchamos el 11 de julio. Llegamos a Chamonix el
12 y ya empezamos la ascensión al Mont Blanc.
-¿Qué dificultades encontrasteis a la hora de la
ascensión?. Creo que las condiciones climatológicas fueron adversas en algunos momentos.
-Aparte de la aclimatación, que es algo por lo que todo el mundo tiene que
pasar, yo sabía que iba a tener muchos problemas con la nieve. Normalmente tengo
dificultad para mantener el equilibrio, y con nieve mucho más, pero sabía que con ayuda
lo podríamos hacer. Otra de las dificultades a superar fue la subida desde el refugio de
Tête de Rouge al refugio de Gouter, que son 700 metros de subida bastante vertical, con
pedreros. Tenía que ayudarme con las manos. Encima lo encontramos con nieve reciente, lo
que nos obligó a subirlo con crampones. Nos llevó 9 horas. Fue un desgaste tremendo.
-¿Qué se siente al llegar al último refugio antes de la
cima, al ver tan próximo el objetivo?
-Todos salimos con la impresión de que era entonces cuando había que
demostrar que nuestros esfuerzos anteriores habían merecido la pena, pero cuando nos
faltaban 400 metros para hacer cumbre lo tuvimos que dejar por el cansancio, porque nos
caíamos de sueño. Ahí tuvimos un momento de desesperación, porque veíamos la cumbre a
nuestro alcance y no podíamos conquistarla. La cosa se complicó aún más cuando unos
compañeros valencianos que hicieron cumbre, al bajar nos dijeron que la arista final
estaba muy mal, incluso que uno de ellos había sufrido un accidente, por fortuna sin
consecuencias.
En ocasiones, esta arista de 300 metros de larga y medio metro de ancha, y con precipicio
a ambos lados, está atrincherada, pero esta vez estaba completamente plana y helada.
Pensamos entonces en contratar un guía para subir material y asegurarnos. Rafael y yo nos
quedamos en el refugio de Vallot a pasar la noche en unas condiciones muy lamentables.
Jambrina bajó al refugio de Gouter para intentar contratar al guía. Como no fue posible
porque estaban todos ocupados, Jambrina subió a buscarnos y ya los tres bajamos hasta el
refugio de Gouter.
-¿Qué supuso tener que dar marcha atrás?
-Fue duro. Eso de tener que perder altura desmoralizaba un poco. Los tres
días que tuvimos que pasar en el refugio fueron los de mayor tensión. En un refugio las
horas pasan muy lentas, saltas por cualquier cosa que se diga. En esos días discutíamos
mucho entre nosotros. Yo sabía más o menos lo que nos jugábamos, y que en ese momento
los patrocinadores no las tenían todas consigo, porque no estaba claro que esto se
pudiera realizar. Yo lo quería demostrar fuera como fuera. Por eso estar allí y no poder
hacer nada, escuchando los comentarios de los que bajaban sobre lo mal que estaba la
arista o frustrados por no hacer cumbre, a mí me desmoralizaban. Fueron los momentos más
duros.
-¿Cuándo decidísteis intentarlo de nuevo?
-A los dos días Rafa pidió a dos montañeros madrileños que iban a hacer
cumbre subir con ellos, y así comprobar el estado de la arista por él mismo. Lo
consiguió y bajó con muy buenas impresiones.
Nosotros en el refugio esperábamos a un guía para el día siguiente. Rafa y yo acordamos
salir a las cinco de la mañana hacia la cumbre. Jambrina se quedaría a esperar al guía
que llegaba a las 11; luego, antes de llegar a cumbre, nos uniríamos. Así fue. Cuando ya
nos cogieron estábamos casi al final, por una cordada íbamos Rafa y yo; por otra
Jambrina y el guía. Luego pasamos a ser una: primero iba Jambrina, en el medio el guía y
yo, y por último Rafa. Así fue como a las 3'15 de la tarde del 18 de julio llegamos a la
cumbre.
-¿Qué sentiste al llegar arriba y ver tu objetivo
cumplido?
-Pues una satisfacción muy grande. Hasta ahora yo sabía que la gente había
respondido a lo que le había pedido, y sabía que faltaba yo por responder. Sabía que la
forma de agradecer a todos lo que habían hecho algo por mí era sin duda la cumbre. Fue
una satisfacción enorme.
-Dicen los montañeros que cuando se llega a la cumbre aún
no está todo culminado, que la aventura no termina hasta que se está de nuevo en casa, y
que las dificultades son mayores a la bajada que a la subida.
-Yo creo que es mucho más difícil descender que ascender. Cuando subes vas
con el ansia de hacer cumbre, pero en el descenso se va más relajado, pensando en muchas
cosas. Es cuando más riesgos se corren y más accidentes puede haber.
-¿En algún momento del trayecto temiste por tu vida?
-En ninguno, nunca pensé que me iba a matar, ni se me pasó por la cabeza.
Pero yo soy muy consciente de que la montaña es un deporte de riesgo, o lo asumes o lo
dejas.
-Con esta proeza ¿qué has querido demostrar?
-Lo importante no es demostrar a los demás, sino a uno mismo, aunque en esta
ocasión no fue del todo así. Yo sé de lo que más o menos soy capaz, y fue más
importante demostrar a los que están en una circunstancia similar a la mía que si se
persigue algo y se lucha por ello con fuerza de voluntad, se pueden conseguir muchas cosas
por encima de la capacidad que uno cree que tiene.
La cosa es no desanimarse nunca, ni aún en los momentos malos.
-Tu vida como minusválido es continuamente un reto. Creo
que eres aficionado a escribir, y has querido plasmar en un libro cómo vives todas estas
cuestiones.
-Me siento un poco orgulloso de este libro, porque fui capaz de empezarlo en
una época en la que estaba bajo de moral. Creo que todo lo que uno hace en la vida es
positivo, pero si encima se consigue cuando uno está mal consigo mismo, es más positivo
todavía.
En este libro intento reflejar mi experiencia al tiempo que me intento poner en la piel de
mis padres, de la persona que me ve andando por la calle, del empresario a la hora de
contratarme... Critico mucho, a la vez que intento dar una explicación de por qué gente
actúa de esa manera: creo que es un libro que va a decir mucho y va a hacer pensar a
mucha gente.
-Después de este reto montañero ¿has pensado en algún
otro?
-Un reto importante es conseguir un puesto de trabajo. En el terreno de la
montaña, antes de pensar en otro reto tengo que concluir este. Falta por presentar
cuentas, redactar una memoria y todas estas cosas que hay que hacer después de cumplir un
objetivo. Yo creo que existen cumbres de igual o mayor importancia que el Mont Blanc que
son factibles. Todo depende de los patrocinadores, porque lógicamente cuanto mayor es el
objetivo mayores son los costes. Yo dejo la puerta abierta a que sean ellos los que
valoren la experiencia, y comprueben si efectivamente después del desembolso económico
se ven compensados con lo conseguido y consideran que se puede intentar otro reto. Yo, por
mi parte encantado.
-Un último mensaje.
-Que nada es imposible. |