Olga Xirinacs
Escritora
Nació en Tarragona, aunque por sus
venas corre sangre asturiana. Su última obra, El hijo del tejedor, es un
homenaje a sus raíces y una forma de darse a conocer fuera de su
Cataluña natal. Texto y foto: Lupercio González
En
los túneles verdes del tiempo
S u abuelo materno,
asturiano, fue destinado por motivos de trabajo a Tarragona, donde formó
su familia. Olga Xirinacs ha querido reencontrarse con sus orígenes y lo
ha hecho de la mejor manera posible: escribiendo. "El hijo del tejedor"
es un relato emotivo, que combina una trama intensa desarrollada en un
lugar indefinido del agreste litoral asturiano, con elementos
relacionados con la mitología y la magia, los bosques y las montañas. Es
la primera novela escrita directamente en castellano de una autora que
ha obtenido todos los premios más importantes que otorga la literatura
catalana: Sant Jordi, Sant Joan, Ramón Llull, Carles Ribas, dos Premios
de la Crítica, entre otros. Ha escrito en catalán unas cincuenta
novelas, además de cuentos, poesía y ensayo. Olga Xirinacs es además
profesora de piano.
-"El hijo del tejedor". Háblanos de tu idea sobre
esta novela.
-Mi idea, en primera instancia, era encontrar mis raíces asturianas y
profundizar en ellas, porque toda mi rama materna era de Asturias.
Incluso los nombres de mis familiares salen en la novela, lo único que
no es familiar es el drama que se desarrolla en ella.
Por otra parte, además de recuperar las raíces y recopilar la debida
información y documentación que requiere toda novela, está la
experiencia de salir y darme a conocer fuera de Cataluña. Un autor, si
desea darse a conocer, necesita ser traducido, el problema es que
actualmente están muy mal las traducciones, especialmente las de las
pequeñas culturas a otras lenguas. Eso fue lo que me motivó a escribirla
directamente en castellano. No me resultó difícil, porque mi formación
siempre fue bilingüe, con mi madre hablaba en castellano y con mi padre
en catalán.
"El culto a los
árboles ha sido una cosa que siempre me ha fascinado, por eso toda la
cultura celta de la península, vascos, astures y gallegos, me atrae"
-¿De qué parte heredaste esa vitalidad y fuerza que
emanas al hablar?
-Tengo que decir que los abuelos coincidieron en Tarragona por sus
destinos. Mi abuelo materno, Faustino Sánchez del Río, el asturiano, era
delegado de Tabacalera; el otro abuelo, el paterno, era delegado de
explosivos. Así salí yo, con esa combinación tan de dinamita y
tabacalera, una mezcla un tanto explosiva.
-Y ahora que visitas esta tierra ¿qué impresión te
llevas de ella?
-La vivo con una añoranza anticipada. Yo nací en Tarragona, me formé
allí y sucede que de joven no tienes mucho tiempo para la
elucubraciones, pero ahora sí. Allí en Tarragona el clima es más seco y
caluroso, sin embargo mi pensamiento se deriva cada vez más hacia el
norte. Soy una persona a la que le gustan los climas húmedos y verdes. Y
ése es uno de los motivos. Pero hay otro motivo también: los árboles. El
culto a los árboles ha sido una cosa que siempre me ha fascinado, por
eso toda la cultura celta de la península, vascos, astures y gallegos,
me atrae. Precisamente mi libro se titula "El hijo del tejedor". El
protagonista teje tapices, pero lo hace con tejos. El tejo es un árbol
muy interesante. Nosotros tenemos una casa de montaña en Monreal y hay
un tejo tan grande que para abarcarlo son necesarias cuatro personas. El
tejo es un árbol misterioso que estaba en las antiguas estelas
funerarias. Sus raíces se meten en la boca de los difuntos, purifica las
aguas y es guardián de cementerios. Este culto a los árboles siempre me
interesó mucho, por eso en mi novela he combinado el drama con este
paisaje.
"Somiedo,
es un pequeño paraíso. Allí se me ha quitado la adicción al
teclado del ordenador,
al teléfono" |
-Quizás por ese motivo en tu estancia por estas
tierras has preferido hospedarte en el medio rural.
-El lugar donde nos hemos quedado, Somiedo, es un pequeño paraíso. Allí
se me ha quitado la adicción al teclado del ordenador, al teléfono. Lo
primero que sentí fue una lentitud beata. Es una beatitud en el sentido
de felicidad, de ponerme a tono con la tierra. Lo favoreció el hecho de
que la casa donde nos quedamos era una casa antigua, con sus maderas y
sus crujidos, y un parque por el que cada día paseaba. Caminando de
excursión por los alrededores me quedaba contemplando los musgos, el
río, los sonidos, los pájaros. Me he encontrado muy a gusto.
-Además eres profesora de piano. ¿Crees que Asturias
tiene un sonido peculiar?
-El sonido de la naturaleza es diferente en cada lugar. Somiedo, donde
estuvimos, es un valle cerrado y con unas peñas impresionantes. Allí el
trueno resuena de una manera que es muy digna de escuchar. Después está
el sonido del agua, que por momentos es fuerte; luego está esa cobertura
verde de árboles centenarios, los olores. Todo eso acompaña, acuna, mece
y te deja libre el pensamiento. Te sientes fluir. Me ocurre que en un
lugar de agua mi pensamiento fluye, mientras que en un lugar seco se
retrae. Durante estos días he escrito a mano muchísimo.
-¿Dónde esperabas llegar, en este viaje?
-En cada paseo no me planteaba llegar a un sitio en concreto, sino
pasear y observar, a la vez que comía moras o avellanas por el camino.
Era un paseo lento en los túneles verdes del tiempo. El alma se queda
aquí, encerrada en lo verde.
-Y un reencuentro con tus raíces más ancestrales.
-Sí, porque son las maternas, y son las que tiran más.
-¿En qué proyecto estás trabajando?
-En una novela que tendría que haber terminado el pasado verano pero que
no ha podido ser, porque he estado corrigiendo el libro de un poeta que
se presentaba a unos premios. El trabajo paralelo de un escritor es muy
grande, desde los consejos hasta las presentaciones de otros compañeros
escritores. Esa escritura paralela te lleva mucho tiempo, pero es muy
gratificante y bonita. También tengo otros proyectos, como el que estoy
haciendo con un amigo músico, un excelente saxofonista con el que estoy
preparando un recital que se llama "Mandarina blues", un titulo
internacional, y que ofreceremos por muchos sitios. Mi colaboración con
músicos y pintores es extensa, las peticiones que me llegan son
continuas.
"En un lugar de
agua mi pensamiento fluye, mientras que en un lugar seco se retrae" |
-Un trabajo prolífico que te ha llevado a ganar
muchos premios.
-Sí, he ganado todos los premios más importantes que se dan en Cataluña,
pero sigo insistiendo en que lo de las traducciones es lo más difícil.
Después de veintidós años de batalla no se ha podido traducir mi premio
Sant Jordi y el Premio de la Crítica, que son los mejores que se dan en
Cataluña. Esto me parece horroroso y es una de las razones por las que
ahora estoy escribiendo novelas en castellano directamente. De esta
manera acabo con las trabas.
-En fin, que no quieres que tu obra sólo se conozca
en Cataluña, sino también fuera de ella.
-Sí, es lo natural, y también a nivel internacional si se puede, ¿por
qué no?
Aquí en Asturias me han acogido bastante bien. He estado haciendo
entrevistas en diferentes periódicos, en la radio y en la televisión. No
puedo pedir más. Estoy contentísima. ∆
Editorial Meteora
[…]
"Era una de esas tardes de finales de agosto, de
tintes herrumbrosos, que cierran el verano con un vagar de nieblas en el
monte. "Agosto, frío en el rostro", decía el aya Dolores allá en
Pajares. Y ya daba gusto acariciar la lana. La mar parecía soldarse al
cieno lomo estaño. La marea baja descubría la tristeza del limo y el
grupo de pinos costeros se apiñaba en una vigilancia oscura, casi
lúgubre".
En un agreste lugar del litoral asturiano, los Del Río, un tejedor de
tapices y una concertista de arpa, disfrutan de una vida apacible,
dedicada casi en exclusiva al desarrollo de sus quehaceres artísticos.
Sin embargo, un terrible y macabro hallazgo los lanzará hacia un
torrente de situaciones extremas y despertará en ellos la fuerza de unos
sentimientos que nunca habrían creído percibir. ∆ |
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