sí es Fernando
Menéndez, que acaba de publicar su libro "El habitante de las
fotografías".
¿De dónde surge una obra como ésta? El mismo autor lo explica en unas
breves líneas que acompañan el libro: "En los márgenes y dentro de las
fotografías habita una multitud de seres humanos. Personas que temen y
se demoran. Personas que confían y se apresuran. Este libro es la
crónica de esos seres. También lo es del tiempo y la historia que les ha
tocado vivir".
-¿Qué has pretendido conseguir con este libro?
-Hace años un fotógrafo, y una gran persona como es José Luis
Nieto, me hizo fijarme en una cosa y es que cuando vemos álbumes de
fotos siempre nos acordamos de historias y anécdotas que tienen que ver
con esas fotos pero que no aparecen en ellas. Pensé que ése sería un
buen motivo para escribir un libro, y varios años después me senté para
intentar hacerlo.
Me interesaban esas historias. Lo que pretendía -quizá de una manera
insensata- es crear fotografías con palabras, fotografías nuevas. Esto
me ayudó a encontrarme con el personaje del libro, que ha tenido la
suerte o la desgracia de tener que dedicarse a muchos oficios y estar en
muchos lugares del mundo. También me dio la posibilidad de sacar a flote
historias que tienen que ver con fotografías personales de mi propio
entorno.
El poeta ovetense Gamoneda dice que la poesía sobre todo es un arte de
la memoria. La memoria siempre está ahí golpeando, pero no en forma de
nostalgia, sino como un motor para proyectarte hacia adelante, hacia el
futuro. Yo trato de rescatar imágenes, sucesos que en la memoria pasaron
un poco desapercibidos pero que tienen importancia.
-La experiencia de poner texto a las fotografías de José
Luis Nieto, en aquel libro "Entre candilejas" ¿fue enriquecedora?
-Mucho, para mí fue un antes y un después. Desde ese día me
aficioné a la fotografía como espectador. Descubrí que la fotografía es
de alguna manera un género poético, o la poesía es un género
fotográfico, porque ambas coinciden en un punto: tratan de captar
momentos muy concretos. Después de tantos años la poesía y la fotografía
siguen viviendo gracias a una ilusión, ya que se trata de captar
determinados momentos, pero la mayoría de las veces cuando lo haces ya
es una fracción de segundo después de cuando querías hacerlo. A mí eso
me cambió la perspectiva de las cosas, hasta el punto de que ahora veo
cualquier fotografía y de forma automática ya estoy empezando a
especular sobre las posibles historias que puede haber detrás de ella.
-Prosa, poesía... no eres partidario de encuadrarte en
ningún género.
-No, es algo que no me preocupó nunca, lo único que me
preocupaba era ponerme a escribir y punto. Yo siempre me sentí muy a
gusto en los terrenos fronterizos, son terrenos muy enriquecedores
aunque también peligrosos.
"Siempre me sentí
muy a gusto en los terrenos fronterizos. Son terrenos muy
enriquecedores aunque también peligrosos" |
-A la hora de escribir te guías por sensaciones
musicales más que por géneros literarios.
-Sí, la música siempre ha sido un motor, no una especie de
posición estética o de influencia cultural. Me ha influido en la manera
de escribir, hasta el punto de que al final lo que uno está haciendo
durante años es buscar una música, entendiendo esa música como una
escritura muy concreta, con una rítmica muy concreta, con un fraseo. Yo
me paso la vida escuchando jazz, y no sabría decir qué es más importante
para mí, si la música o la literatura. No podría concebir la existencia
sin ninguna de las dos.
-¿Nunca te has animado a tocar un instrumento?
-No, posiblemente uno acabe siendo escritor por un cúmulo de
frustraciones. La primera, por ser un músico frustrado, y la segunda por
ser un fotógrafo frustrado. Pero siento que a veces con las
frustraciones y los errores creces más incluso que con los éxitos.
-¿Podría decirse que tu poesía es una poesía musical o
una fotografía verbal?
-No me atrevería a definirlo pero lo de la fotografía verbal es
un calificativo que me agrada. Lo de la poesía musical, siempre y cuando
no lleve a engaño, porque a veces la musicalidad de la poesía es un
conflicto muy tópico, como aquello de los modernistas y de Rubén Darío,
que estuvo muy bien para la época pero que hoy en día creo que no
tendría sentido hacerlo así.
Independientemente de que lo que escribas sea autobiográfico o no, uno
está influido por lo que pasa a su alrededor, por lo que ve, por lo que
escucha. Siempre se dijo que uno no puede evitar ser hijo de su tiempo.
Puedes estar más o menos reñido con tu tiempo, pero eres hijo de él.
-¿Crees que el intelectual, el artista, debe estar
comprometido con la realidad que le toca vivir?
-Es un tema controvertido. Yo no me atrevería a decirlo de
manera general, pero confío más en el artista que es sensible a las
situaciones que tiene alrededor, siempre y cuando esa sensibilidad o esa
involucración no perjudique su manera de entender la escritura, el arte,
o la música y nunca esté por encima de lo que hace. En ese sentido
siempre tengo como referencia a Albert Camus, un autor que para mí fue
fundamental. Lo sigo leyendo muy a menudo. Con obras como "El
extranjero" o "La peste" logra ese equilibrio que uno trata de encontrar
entre no quedarse encerrado en una torre de marfil, pero tampoco
escribir al servicio del régimen, como ocurría en la época del
estalinismo.
Hay veces que la escritura es mucho más comprometida rescatando pequeños
elementos que no reflejando las grandes consignas o los grandes
problemas, porque a veces de esa manera se aprecia mucho mejor el
sufrimiento.
La mayoría de los protagonistas de las historias de "El habitante de las
fotografías" son personas que pasan por situaciones complicadas, que
nunca saldrán en los titulares de las revistas o periódicos, pero que
son imprescindibles para que la vida continúe. Es lo que decía Cernuda,
un buen ejemplo de compromiso sin perder la perspectiva de su apuesta
estética. Eso es lo que me gustaría que el escritor siempre tuviera
presente: recordar aquellos lugares donde habita el olvido.
-Diriges un taller literario en Oviedo desde hace
tiempo. ¿Qué aporta una experiencia de este tipo?
-Para mí es una lección en muchos sentidos. Primero en el
sentido estético, porque es un taller con continuidad en el que
participan sensibilidades muy distintas. El único vínculo que tienen los
asistentes es la afición a la literatura y es como un gran bazar en el
que hay intercambios de productos alucinantes y riquísimos. Yo aprendo
mucho de ellos y ellos de mí. Uno tiene que tener muy claro que si
coordina un taller de este tipo, los protagonistas son ellos. Tú tienes
que ser algo así como el que pone música en un bar, luego la gente
decide si baila o no.
Hay otro componente ajeno a la literatura y es que con el taller yo me
he acostumbrado a algo que no se hace mucho, y es a escuchar a la gente.
Cuando salgo de casa tengo la sensación de que la gente no conversa,
sino que mantiene monólogos.
En el ámbito de la literatura nadie es capaz de hacerlo, no se discute,
en el mejor sentido de la palabra, y es algo de lo que se hace en el
taller y de lo que yo estoy satisfecho y orgulloso.
"Yo trato de
rescatar imágenes, sucesos que en la memoria pasaron un poco
desapercibidos pero que tienen importancia" |
-¿En qué te encuentras embarcado actualmente?
-Hay un libro que discurrió paralelo a éste, que comencé antes,
y en el que invertí unos cuatro o cinco años. Se titula "Un hombre por
venir". Si no hay ninguna catástrofe, hay una editorial en Madrid que
está interesada en sacarlo.
-¿Qué opinas de la cantera literaria que hay en
Asturias?
-La verdad es que yo no tengo una visión panorámica porque
habría que verlo en contraste con otros lugares. Lo que sí es cierto es
que por suerte hay mucha gente que escribe. No es tan preocupante que
haya muchos escritores que publiquen, porque luego el tiempo nos coloca
a todos donde nos merecemos. Sí es preocupante que haya cada vez más
libros de personas que no son escritores y que puntualmente escriben un
libro sobre las cosas más perentorias. En Asturias hay autores a los que
leo con mucho placer y que están a la altura de los más importantes de
otros lugares de este país. Lo que pasa es que sigue existiendo un
problema de comunicación, y para que te conozcan tienes que pasar por el
tamiz de Madrid o Barcelona.
-Tu norte literario ¿hacia dónde apunta?
-Lo que me gusta es no saber dónde está, que yo mismo me
sorprenda de a dónde puedo llegar y a dónde no puedo llegar.
Lo único malo de escribir es que un tipo de dedicación que te enfrenta
constantemente con tus propias limitaciones. Tienes que tener la
suficiente capacidad de autocrítica para ver lo que puedes hacer y lo
que no puedes hacer. Sí hay algo que siempre me gustó buscar y no sé si
lo habré logrado, son los demás quienes tendrían que decirlo, es
conseguir una escritura que sea expresiva y austera a la vez. Puede
parecer en principio una contradicción pero a mí es lo que siempre me
obsesionó, sobre todo influenciado por un autor que cuanto más lo leo
más me gusta, y es Chéjov. Siempre me obsesionó mucho lo que Hemingway
llamaba la teoría del iceberg, es decir, que en un texto lo más
importante no aparece pero se nota. Porque uno ve la montaña de hielo y
olvida que hay mucho más debajo. Siempre me gustó tender hacia ello, ser
lo más austero posible sin dejar de ser expresivo. ∆