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SUPLEMENTO ASTURIAS 

AIRES NUEVOS

JUAN VAZQUEZ
Rector de la Universidad de Oviedo

Juan Vázquez
Foto: I.G.

Juan Vázquez sonríe constantemente y con ello destroza la seria imagen del rector. Tiene un importante cometido sobre sus espaldas: la renovación de la universidad asturiana. La responsabilidad no le quita el sueño a este allerano, aunque sabe que no le faltará trabajo.

 

 

 

 

 

 

 

 

"La Universidad tiene que ser un lugar creativo, de cierta vanguardia, que asuma incluso algunos riesgos intelectuales"

 

 

 

 

 

 

 

 

"Muchos jóvenes sólo ven la Universidad como una transición hacia el empleo, no como un modo de vida"

 

 

 

 

 

 

 

 

"La subvención que recibimos del Principado está muy por debajo de lo necesario para mantener la plantilla de la Universidad en los momentos actuales"

 

 

 

 

 

 

 

 

"Una Universidad futura tiene que ser una Universidad de calidad en vez de cantidad, muy innovadora, con ideas, muy abierta y muy conectada con la sociedad"

 

 

 

 

 

 

 

 

"A veces da la sensación de que la Universidad va por detrás y probablemente sea cierto, quizás porque todo el mundo en los tiempos que corren se ha hecho muy individualista"


Es joven, tan sólo 48 años, aunque confiesa que ya no celebra sus cumpleaños. Atrás quedaron los años de estudiante en el Colegio Público de Caborana, bajo la supervisión de su madre, profesora. Ahora, tras dejar su cargo de vicerrector en la Universidad Menéndez y Pelayo, tiene ocasión de plasmar nuevas ideas y traer aire fresco a la institución académica asturiana.
"Yo tengo una trayectoria de trabajo en temas de gestión universitaria, pero ahora me enfrento con problemas de más envergadura y con un tamaño mayor de responsabilidades. También tiene su atractivo, precisamente por ser difícil y complejo"

-Es hijo de una maestra de escuela de un pueblo relativamente pequeño de Asturias. ¿Qué piensa su madre al verlo convertido en rector?
-Siente orgullo y emoción, y supongo que un poco de sorpresa. No sé si mis padres son muy conscientes, como yo tampoco lo soy en muchos momentos, de que su hijo es un rector de la Universidad de Oviedo, que es un papel que parece que siempre remite a imágenes muy solemnes y muy distantes.
Mi madre en particular, maestra, siempre invoca la imagen de un rector que ella conoció cuando era estudiante: un señor muy solemne con unas barbas enormes. La imagen de su hijo no tiene nada que ver.

-Actualmente, ¿en qué situación se encuentra la Universidad y qué cambios quiere imprimirle?
-Pues se encuentra con un problema fundamental, que es el problema económico. Verdaderamente hay un desequilibrio presupuestario importante, que todavía no podemos concretar exactamente. En cualquier caso lo que está claro es que la subvención que recibimos del Principado está muy por debajo de lo necesario para mantener la plantilla de la Universidad en los momentos actuales. Realmente estamos en el año dos mil con el presupuesto del noventa y siete.
Otro problema importante es que la Universidad había entrado en bastantes conflictos institucionales en los últimos años. Nosotros estamos procurando solventarlos. Desde luego yo creo que con el cambio de equipo rectoral entramos en una etapa distinta en la que yo espero que se recupere la normalidad institucional.

-Sin embargo, la Universidad de Oviedo tiene una gran proyección de futuro.
-Sí, es una Universidad con muchas potencialidades, en la medida que tiene muchos buenos profesores, muy buenos equipos de investigación y muchas titulaciones. Ahora mismo hay una mezcla de necesidades por un lado y de capacidades por otro.
Por otra parte, como todas las universidades españolas, se enfrenta con un poco de retraso a una especie de cambio de ritmo que impone el cambio de siglo. Hay mucha expectativa, por ejemplo, de crecimiento en cantidad, cuando ha llegado la era de la calidad. Por lo tanto hay que poner el énfasis en la calidad docente, de la gestión, de los procesos, de la enseñanza que se transmite a los estudiantes, de la investigación. Hay quizá también cierto retraso en incorporar innovaciones, no sólo tecnológicas, sino en el sentido más amplio del término. La Universidad tiene que ser un lugar creativo, de cierta vanguardia, que asuma incluso algunos riesgos intelectuales.

-Su formación como economista, ¿en qué medida va a condicionar la renovación?
-Hombre, yo creo que ser economista, como ser cualquier otra cosa, te aporta unas formas para moverte en la vida. Probablemente la lógica de un economista no sea mala en estos momentos, sobre todo porque busca dos cosas: moverse y asignar recursos en condiciones de escasez, y tratar de primar la lógica de la eficiencia. Son dos metas de esta Universidad.
De todas maneras yo no creo que el hecho de ser economista marque una impronta nítida, ni que yo sea más capaz de resolver los problemas económicos, porque para eso lo que hace falta es dinero.

-Si tuviera que diseñar la Universidad del futuro, ¿cómo la enmarcaría?
-Diseñar la Universidad del futuro no garantiza que sea la mejor, sencillamente garantiza que es la que tú quieres. Probablemente habría que empezar de cero, porque hay muchas pautas y muchos comportamientos muy arraigados que resultan muy difíciles alterar radicalmente en una institución ya en marcha y con tanta historia. Una Universidad futura tiene que ser una Universidad de calidad en vez de cantidad, muy innovadora, con ideas, muy abierta y muy conectada con la sociedad. Tiene que incorporar elementos de empresarialidad y ser emprendedora. Tiene que renovar todos los métodos docentes. Tiene que empezar a apostar por enseñanzas no presenciales, a distancia, virtuales, etc. Realmente vivimos un momento en que la Universidad tiene que cambiar radicalmente.

-Han escrito sobre usted en un conocido periódico asturiano que es un defensor a ultranza de la ética académica. Actualmente, ¿dónde vive esa ética y qué parámetros tiene?

-La ética empieza en cada uno. Si no hay un componente personal y humano, que todo el mundo sea ético, y no lo sea sólo retóricamente sino en cada uno de sus comportamientos, mal vamos. Aparte de eso, las organizaciones tienen que dotarse de mecanismos que respalden, controlen o que corrijan la falta de ética de los individuos. Trasladando esa idea al mundo universitario diría que la Universidad, además de ser competitiva y eficiente, tiene que ser simultáneamente una Universidad de valores éticos. No tiene sólo que hacer profesionales, sino que tiene que ser también un transmisor de valores. Eso es lo que debería diferenciar a la Universidad de otras instituciones.

-La Universidad solía ser precursora de nuevos movimientos y generadora de nuevas ideas. En España parece que ya no es así, ¿por qué?
-Es verdad y es una lástima. Es indudable que muchos jóvenes ya sólo ven la Universidad como una transición hacia el empleo, no como un modo de vida, como un lugar donde transcurre una etapa fundamental en la que no sólo tienen que aprender, sino también participar en una serie de procesos colectivos. Y eso se hace ahora de otras maneras, a través de las ONG o de alternativas culturales. Aunque sé que es difícil, a mí me gustaría integrar esas alternativas.
A veces da la sensación de que la Universidad va por detrás y probablemente sea cierto, quizás porque todo el mundo en los tiempos que corren se ha hecho muy individualista y muy utilitarista, y eso hace frenar un poco los movimientos colectivos, y los movimientos no directamente vinculados a rentabilidades inmediatas, que eran un poco el germen de las ideas, de la vanguardia, de la creatividad. Probablemente todo eso forma parte un poco de la dinámica social, que ha derivado en esas direcciones.

-¿Cómo ve a la juventud de ahora en comparación con la de su generación?
-Nunca se puede hablar de un colectivo ni de una situación desde fuera, salvo cuando haces investigación científica. Siempre tenemos tendencia a idealizar las cosas del pasado, y de ser más rotundos y más críticos con las del presente cuando haces este tipo de comparaciones. En todo caso, arriesgándome, puedo decirte que veo a la juventud en una situación de desconcierto en muchos sentidos, un desconcierto muy justificado, porque a diferencia de lo que ocurría con una generación como la mía, en la que la mayoría de los jóvenes procedían de familias humildes y tenían una trayectoria de ascenso social, los chavales de ahora han tenido un punto de partida sin tantas dificultades, sin tantas restricciones. En cambio se encuentran ante una falta de salidas y de expectativas. Es como haber invertido el proceso, y eso genera mucha frustración.
Por otra parte, yo creo que unas décadas después, los sentimientos, las posiciones y las ilusiones de los jóvenes son las mismas. Es cierto que hay, como decía antes, mucho más individualismo y menos sentido de lo colectivo, pero no se puede decir que los jóvenes sean menos solidarios que antes. Es que el medio social genera menos expectativas colectivas, los obliga a ser más individualistas, les obliga a buscarse la vida.

-Dejando por un momento el tema de la Universidad, y pasando a la crisis económica que padece Asturias, como economista ¿qué medidas cree que podrían tomarse?
-Es difícil dar recetas porque no hay un único medicamento para este enfermo. Yo creo que aquí se han hecho cosas importantes en las últimas décadas. No se ha perdido el tiempo a la hora de cambiar la vieja estructura industrial, cosa que ha sido difícil y ha tardado más de lo debido. Todo el mundo sabía que esa era una operación que había que hacer, aunque hubo resistencias, pero lo que nadie tiene tan claro es qué se puede construir de nuevo.
Vivimos en una etapa en la que no hay planes salvadores. No hay que esperar que venga una gran inversión. Se pueden ir haciendo cosas, y de hecho se están haciendo, para mejorar las condiciones y para hacer surgir la actividad económica.
Por otra parte las empresas asturianas tienen que ser más competitivas. Hay algunas iniciativas multinacionales que se han instalado aquí y que están funcionando bien.
Hay un buen momento económico en el conjunto del país y eso está animando y tirando un poco de iniciativas empresariales también en Asturias. Aún así seguimos siendo de las regiones que menos crecen y por lo tanto tenemos un porvenir más incierto. A pesar de eso yo creo que se ha pasado la época del gran declive. Hay expectativas de mejora. Se han consolidado algunas iniciativas importantes en la región. La propia configuración de Aceralia es un elemento positivo.
Hay que trabajar y sobre todo generar empresarios e iniciativas empresariales. Como no hay recetas para hacer eso, que desde todos los puntos se contribuya a apoyar proyectos, iniciativas capaces de generar actividad./ I.G.

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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