Mantener un nivel de vida por
encima de nuestras posibilidades después del progresivo
encarecimiento de las hipotecas en nuestro país, puede salirnos
muy caro.
El acceso al dinero rápido y fácil que luego hay que devolver a
intereses muy elevados, está provocando un elevado nivel de
endeudamiento en las economías domésticas, según alerta el Banco
de España. Un buen momento para revisar nuestro nivel de
consumo.
Texto:
Mariló Hidalgo. |
Foto: Fusión |
Consumir
¿hasta endeudarnos?
Cada
año la campaña de Navidad empieza antes. Hace un par de meses por
ejemplo, una conocida operadora de telecomunicaciones nos anunciaba que
"Se adelantaba la Navidad", al tiempo que lanzaba a sus clientes una
promoción con la que devolvería durante estas fechas, el importe de las
llamadas realizadas en el mes de noviembre. Unos días más tarde,
empezamos a ver cómo los operarios de los ayuntamientos colocaban la
iluminación en las calles. Los grandes centros comerciales no se
quedaron atrás y empezaron con sus ofertas. Hace meses que los anuncios
de la tele nos bombardean con juguetes, perfumes, turrones, comida o
ropa. Todos insisten en que no dejemos las compras para última hora y
pensemos con antelación cada uno de los detalles necesarios para que
todo salga perfecto en estas fiestas.
Como contraste, pero también formando parte de todo este entramado,
llama la atención que una de las estrellas de los espacios publicitarios
de esta Navidad sean los anuncios de los créditos. "¿Que ha quedado
afectada su economía por la subida del tipo de interés de su hipoteca y
no tiene dinero para pasar unas estupendas Navidades…? ¡No se preocupe!,
¿Desde cuándo el dinero es un problema? Puede conseguir un préstamo
ahora y pagarlo a partir de enero en cómodos plazos. Sin aval y con sólo
una llamada de teléfono". ¡Ah! Y Felices Fiestas… Pero, ¿a costa de qué?
Desde estas páginas no pretendemos demonizar el consumo, sería absurdo
cuando queramos o no, vivimos dentro de la sociedad de consumo. Sí
intentaremos aportar información, nuevos planteamientos y sobre todo
reflexiones que nos puedan servir para realizar un consumo responsable,
controlado y dirigido. Y sobre todo, acorde con nuestras auténticas
necesidades y en equilibrio con nuestro entorno.
Navidad y despilfarro
Por Ecologistas en Acción
Durante todo el año, y en especial en
fechas clave como los días del Padre, de la Madre o de San
Valentín, las empresas invierten un gran presupuesto en
publicidad para recordarnos nuestro papel de consumidores.
En Navidad, los mensajes publicitarios van empapados de
sentimientos entrañables en defensa de valores familiares y
de elogio de la solidaridad. Sin embargo, Ecologistas en
Acción denuncia que la canalización de todos estos
sentimientos va siempre encaminada a la consecución de un
claro objetivo: incrementar las ventas bajo un asumido
despilfarro navideño, sin tener en cuenta sus repercusiones
sociales y ambientales.
De hecho, para muchos sectores este mes es su "agosto". Por
ejemplo: en estas fechas se compran el 75% de los juguetes
que se venden cada año [1].También ahora se aumenta
espectacularmente el consumo eléctrico y los distintos
ayuntamientos realizan uno de esos ejercicios de hipocresía
que tanto educa: los mismos que durante todo el año se han
jactado de promover campañas de ahorro de agua y
electricidad, dan ahora lecciones de despilfarro energético
colocando, en pleno noviembre, millones de bombillas.
Este consumismo navideño no sólo influye en aspectos como el
cambio climático; el envoltorio superfluo y el despilfarro
con finalidad de lucimiento hacen que mientras que el resto
del año cada persona genera un kilo y medio de basuras al
día (hace 30 años no se llegaba ni a medio kilo), en estas
fechas son dos kilos; y la mitad, claro, envoltorios y
embalajes [2]
Forzado a toda máquina el actual modelo de consumo,
Ecologistas en Acción recuerda que la Navidad acrecienta el
uso irresponsable de los recursos y la generación de
residuos en el mejor ejemplo de insostenibilidad. Pero no
sólo ambiental: cuando cada año se incrementa el número de
personas desnutridas en cuatro millones [3], en estas fechas
se tiran hasta un 40% de los alimentos producidos, debido a
descartes por exigencias estéticas del mercado, los fallos
en la distribución de tan grandes volúmenes, etcétera.
Ecologistas en Acción quiere hacer un llamamiento a los
consumidores y consumidoras para que analicen las
consecuencias sociales y ambientales de una celebración de
este tipo, basada en el despilfarro (energético y de
recursos) y una insostenible producción de residuos. §
( 1)
Asociación Española de Fabricantes de Juguetes (AEFJ), 2006.
(2) La orgía de los envoltorios, José Luis Gallego. EL PAÍS
06-01-2006.
(3) Informe 2006 de la FAO. |
Viaje al corazón del consumo
Desde que el ser
humano existe como tal, es consumidor. De consumir de acuerdo a las
necesidades naturales se ha pasado a consumir por placer y sin límite.
Es en este contexto donde surge la denominada sociedad de consumo. ¿Qué
es? ¿Cómo funciona? ¿Qué consecuencias tiene?¿Qué papel tenemos en todo
esto? Viajemos al origen del consumo.
¿Por qué consumimos?
En
principio, para satisfacer necesidades básicas. Tenemos que consumir
para alimentarnos, vestirnos, relacionarnos. Es una función
imprescindible para la supervivencia de todo ser vivo y tan antigua como
la vida sobre este planeta. Consumir viene de la palabra consumere que
significa destruir, gastar. Sería por tanto, "gastar aquello que se
destruye o extingue con el uso". Decidimos sacar la pregunta a la calle
y éstas fueron algunas de las respuestas: "por conveniencia", "por
prestigio y nivel", "para curar la depre", "por la oferta", "por la
marca", "para impresionar a mis amigos", "para regalar", "como
inversión"… Las razones como vemos son muchas y variadas.
¿Qué diferencia hay entre
consumo y consumismo?
Es
la pregunta del millón. Dicho de otra forma, ¿qué ha hecho que hayamos
pasado del consumo por la supervivencia al consumismo voraz? El
sociólogo Zygmunt Barman, autor de "Vida de consumo" (Fondo de Cultura
Económica) cree que ese paso se da cuando "el consumo se convierte en
imprescindible en la vida de una persona, en el centro de su existencia,
en todo lo que anhela y desea. Es más, se convierte en el centro de todo
cuanto necesita experimentar y es el fundamento de su economía, hasta el
punto de que incluso rige las relaciones humanas". Este fenómeno se
produce sobre todo en las sociedades industriales, donde las necesidades
básicas de la mayor parte de la población están cubiertas. Es a partir
de ahí donde el sistema genera nuevas necesidades, y la publicidad y el
marketing se convierten en los grandes protagonistas. Al final, todo
puede llegar a convertirse en objeto de consumo. Hasta el punto de que,
como señala José Santamarta Flórez, director en España del Worldwatch
Institute, "domina la mente y los corazones de millones de personas,
sustituyendo a la religión, la familia y a la política. El cambio
tecnológico nos ha permitido producir más de lo que demandamos y ofertar
más de lo que necesitamos. El consumo y el crecimiento económico sin fin
es el paradigma de esta nueva religión, donde el aumento del consumo es
una forma de vida necesaria para mantener la actividad económica y el
empleo. El consumo es imprescindible para satisfacer necesidades
humanas, pero cuando se supera cierto umbral, se transforma en
consumismo".
¿Cuánto consumo es
suficiente?
Foto: Valvanera
Para poder
abastecer el consumo mundial de forma sostenible,
necesitaríamos 1,2 veces la superficie del planeta. Como
sólo disponemos de una Tierra: Consumimos demasiado. |
Para intentar responder a la pregunta vamos
a apoyarnos en un indicador bastante ilustrativo, la llamada Huella
Ecológica. La que describe la cantidad de superficie terrestre necesaria
para abastecer de forma sostenible el consumo de una persona o grupo de
personas. Según este índice, se calcula que para abastecer el consumo
mundial actual de forma sostenible necesitaríamos 1,2 veces la
superficie del planeta. Como sólo disponemos de una Tierra, la respuesta
es: consumimos demasiado.
Esta es la realidad, pero como el consumo se
alimenta y recrea en el mundo de los estímulos, las ilusiones y las
sensaciones, podríamos decir que es prácticamente ilimitado. Lo que
consumimos hoy es lo que deseábamos ayer. Así que para que mañana uno se
sienta motivado a comprarse un objeto, antes han tenido que generarnos
esa necesidad que antes no existía. Es como correr detrás de la
zanahoria que nunca llegas a alcanzar. El periodista Vicente Verdú,
autor de "Yo y tú, objetos de lujo" nos comenta que "existe una
creciente minoría de personas que se están dando cuenta de que vivimos
esta ficción y quieren sacudirse este mundo de mentiras, falsedades y
trivialidad. Y lo quiere hacer porque cree que esto está contribuyendo a
arruinar su dignidad como ser humano. Este sistema nos induce a comprar
cosas, amueblar la casa, etc. pero si vas a ver, lo que nos hace ser
felices no es amueblar la casa sino amueblarnos a nosotros. Llegará un
momento donde la sociedad, hastiada de bienes, buscará satisfacer otro
tipo de necesidades relacionadas con el ser. Por ejemplo en Europa hay
personas que aceptan una bajada de salario a cambio de más tiempo libre,
que le permita otra calidad y estilo de vida".
Una cuestión más. ¿Este consumo excesivo tiene algún límite? Sí, por dos
razones. Una, se ha comprobado que a partir de cierto umbral no da la
felicidad porque el consumidor se ve obligado a trabajar demasiadas
horas para pagar el consumo compulsivo y el poco tiempo que le queda lo
pasa en el coche, de atasco en atasco, en las colas del autobús o en el
metro. Y la segunda razón es que el individuo cada vez se ve más
atrapado en una espiral de consumo, endeudamiento y trabajo para pagar
el endeudamiento. Como ejemplo ahí tenemos la crisis que empezó en EEUU
y que salpica ya a toda Europa, como consecuencia de los créditos y la
explosión de la burbuja inmobiliaria. Ya han anunciado que esta crisis
no ha hecho más que empezar.
¿Todo el mundo tiene la misma
capacidad de consumo?
¿Qué consecuencias se derivan de ello?
El dato nos lo facilita el Worldwatch
Institute en su estudio anual sobre "El Estado del Mundo": En el
planeta, la sociedad de consumo la integran 1.728 millones de personas,
un 28% de la población mundial. Mientras 2.800 millones de seres humanos
viven en la pobreza. Esa es la gran paradoja. Por un lado unos viven
rodeados de bienes e insatisfacción mientras que millones de personas no
pueden satisfacer sus necesidades más elementales. Consumismo y pobreza
conviven en un mundo desigual, en el que no hay voluntad para frenar el
consumismo de unos y elevar el nivel de vida de quienes más lo
necesitan.
Dentro del mundo del consumo, los individuos comparten modos de vida,
valores y cultura. Todo tiende progresivamente a la homogeneidad aunque
curiosamente el mensaje que se vende es el contrario. Cada individuo
debe sentirse original, diferente y distinto del resto del grupo. Verdú
lo explica así: "Este capitalismo de ficción ha procurado alimentar a
cada persona la impresión de ser alguien. No se preocupa tanto por la
mercancía como sí por la idea que ésta aporta. No se valora la utilidad
sino lo que significa, porque el artículo es el que habla y dice cómo
eres. Pero en el fondo todo tiende a la homogenización porque el mercado
es planetario y para que algo resulte rentable tiene que producirse a
gran escala. Y no sólo productos, sino también gustos, estilos de vida y
valores".
"La sociedad de consumo en el
planeta la integran 1.728 millones de personas,
mientras que 2.800 viven en la pobreza".
(Worldwatch Institute) |
Esta producción en masa de la que habla este periodista, genera en
paralelo el mundo de imitaciones que en cantidad casi supera al
original. Gracias a la "imitación" personas que no pertenecen a un
determinado estatus pueden tener acceso a objetos similares. Y es que el
mimetismo es una de las claves del consumo. "Si los hábitos de consumo
de estos 1.700 millones de personas se extendiesen a toda la población
mundial -6.300 millones- la situación sería insostenible a causa del
consumo de agua, energía, madera, minerales, suelo y otros recursos y la
pérdida de biodiversidad, contaminación, deforestación y cambio
climático", advierte Santamarta.
¿Cómo afecta el consumo al
medio ambiente?
Foto:
Nan
"Para favorecer el consumo, la
lógica capitalista promueve mercados donde los productos duran poco
tiempo. Así se venden
más objetos y se generan más ganancias"
(Daniel Méndez. Periodista) |
Las consecuencias ambientales del consumismo
-explotación de la naturaleza y generación de residuos- es hoy por hoy,
insostenible. La capacidad de la Naturaleza para proporcionarnos
recursos y asimilar nuestros desechos es limitada. La sociedad de
consumo poco a poco se ha ido convirtiendo en la sociedad de la basura,
y el 90% de los desechos acaban en vertederos o quemados en
incineradoras.
"En los últimos cincuenta años el ser humano
ha modificado el medio ambiente más que en ningún otro período de la
historia -advierte el periodista Daniel Méndez del CCS-. El resultado es
que el 60% de los ecosistemas del planeta están siendo degradados o se
utilizan de forma no sostenible. Las fuertes demandas de alimentos,
agua, madera o combustibles en los países del Norte acarrean consigo un
consumo excesivo que pone en peligro el futuro del planeta. Mientras
esta degradación se extiende a prácticamente toda la Tierra, sólo una
pequeña parte de la población mundial recibe estos productos: El 84% de
los recursos del planeta es utilizado tan sólo por el 16% de la
población mundial. La lógica capitalista para favorecer el consumo
promueve mercados donde los productos duran poco tiempo. Así se venden
más objetos y se generan más ganancias".
Vivimos inmersos en una cultura de usar y tirar. Con la excusa de
facilitarnos la vida y sobre todo de comprar, ya no tenemos que devolver
los envases, comemos en vasos y platos de plástico y nos regalan bolsas
en todas las tiendas. Todo ello genera ingentes cantidades de basura de
las que cada vez es más difícil deshacerse. Decía en una ocasión el
escritor José Saramago que el nivel de consumo de un país se puede medir
por la cantidad de residuos que hay en el cubo de la basura de una
vivienda. Cada día en la ciudad de Nueva York se recogen catorce mil
toneladas de basura. Doce mil en Tokio, en Londres siete mil y en México
ocho mil. "El precio de este consumo irresponsable e insostenible
-recuerda Méndez- lo paga el medio ambiente: el cambio climático amenaza
con rebasar el nivel del mar en nuestras costas, la contaminación del
aire es insoportable en muchas ciudades y cada vez hay más especies en
peligro de extinción. Es necesario cambiar nuestros hábitos de consumo
para poder seguir viviendo en el planeta Tierra". Y esto se producirá
por convicción o por crisis.
¿Consumo = felicidad?
Según nos dicen, nuestra
economía "va viento en popa", no para de crecer. Pero si salimos a la
calle y preguntamos a un conocido, ¿Y tú, qué tal estás? Seguro que nos
contesta… ¡tirando!, ¡ya ves!, ¡buscándome la vida!... Es raro
encontrarnos a alguien que nos diga: ¡muy bien! Lo que nos lleva a
pensar que si el nivel de ingresos marca el grado de bienestar que nos
podemos permitir, éste no parece guardar mucha relación con el nivel de
felicidad de la persona.
Cuando valoramos el sistema económico de un país se habla del producto
interior bruto, del número de coches matriculado, de la inflación… pero
no hay ningún indicativo que hable de las personas y sus necesidades.
Uno de los objetivos del consumismo es hacernos creer que lo material
nos da la felicidad. Una buena vida es una vida llena de cosas, hinchada
de objetos donde la realización humana está basada en la posición que
uno tenga dentro de la sociedad y la tenencia de determinados objetos
que demuestren que esto es así. Para obtener la felicidad que vende la
publicidad hay que comprar y pagar. Y cuando esto no funciona, el
sistema pone en marcha otros mecanismos que Verdú denomina píldoras de
la felicidad: "Zoloft o Prozac para la depresión, melatonina para la
juventud y el sueño, Viagra para la impotencia, Serotax para la timidez,
Aurorix con la fobia social. Las farmacias están llenas de remedios".
Vivir por
encima de nuestras posibilidades
Estados Unidos, la economía
más poderosa de la tierra y modelo de vida para el resto del planeta es
en estos momentos el país más endeudado de toda la historia. Sólo un
ejemplo. El pasado año este país gastó un 57% más de lo que ganó en los
mercados mundiales. ¿Cómo consiguen vivir más allá de sus
posibilidades?, se pregunta el sociólogo Zygmunt Bauman. Pues,
"acumulando deudas con Japón, China y países petroleros de Oriente
Medio. Los gobernantes de EEUU dependen y son adictos al dinero y
petróleo importado. Los préstamos tomados por el Estado y también los de
los consumidores van dirigidos sólo a financiar el consumo. Ni un dólar
va dirigido a la inversión, todo va destinado a sostener el boom del
consumo y por tanto a mantener también el ‘buen humor’del electorado".
La economía mundial ha llegado a depender tanto de los niveles de
consumo que si los habitantes redujeran a la mitad sus dispendios el
resultado podría llevar a una gran implosión. Hoy en día no consumir es
bloquear el crecimiento y desarrollo de un país y los que se salen de
esa rueda son considerados más o menos como unos alteradores del orden
social.
Foto:
Nan
"Para obtener la felicidad hay que
comprar y pagar. Cuando esto no funciona el sistema pone en
marcha las llamadas píldoras de la felicidad" (Verdú) |
"Los consumidores -advierte el
periodista, Jorge Planelló del CCS- dedican un porcentaje de sus
ganancias a consumir porque piensan que pueden hacerlo. A diferencia de
los inicios del capitalismo, cuando lo apropiado era entregarse al
trabajo y evitar la ociosidad, vivir hoy día sin un estilo de vida, el
del consumo, se presenta como una hazaña admirable cuando no un síntoma
de locura. A pesar del paro, el empleo precario y la inflación, las
noticias sobre bonanza de la economía mantienen a la población dispuesta
a consumir y de paso protegen los intereses bancarios. Buena parte de la
renta de la familia media estadounidense va destinada tanto a hipotecas
y préstamos para coches como a saldar deudas de 8.000 dólares de media,
por sus pagos con tarjeta de crédito". Nuestro país tampoco se libra de
esta fiebre. Según datos del Banco de España la deuda financiera de las
familias creció en 2006 y marcó un nuevo récord al situarse en 832.289
millones de euros, lo que equivale al 85,25% del PIB. Se incrementaron
especialmente los préstamos a largo plazo, principalmente créditos
hipotecarios, que representaron el 89% del total del endeudamiento de
los hogares. Los préstamos a corto plazo aumentaron un 15,79%. Y los
créditos comerciales o anticipos se incrementaron hasta 7,37%
"Algunos expertos habían alertado sobre los peligros de este crecimiento
que en estos momentos está frenando la economía de millones de españoles
-recuerda el periodista del CCS Carlos Miguélez-. Los tipos de interés
que muchas familias pagan a los bancos en forma de hipotecas crecen cada
vez más. Por su parte, los bancos ponen cada vez más dificultades a la
hora de renovar las hipotecas. Detrás de todo esto se esconde un modelo
de consumo basado en el crédito y en la hipoteca que, como sucede con la
deuda externa, genera intereses sobre los intereses. La mayoría de las
personas viven por encima de sus posibilidades y las deudas crecen junto
con los tipos de interés".
En esta vorágine los pobres son forzados a gastar más del dinero que
tienen en objetos de consumo inútiles -dejando a un lado las necesidades
básicas-, para no caer en la humillación social.
"En esta simulación de la
realidad, donde todos quieren parecer lo que no son, las que dictan las
leyes son las mercancías"
(Verdú) |
Vivimos por encima de nuestras posibilidades, lo que quiere decir que
consumimos más de lo que necesitamos o nos podemos permitir. Las
diferencias entre vivir y consumir desaparecen hasta el punto de hacer
pensar que una vida sin consumo no tiene sentido, asegura Planelló.
En esta simulación de la realidad, donde todos quieren parecer lo que no
son, las que dictan las leyes son, una vez más, las mercancías. Y es el
consumo el que marca obviamente la diferencia entre las distintas
clases, pero también en el seno de la misma clase. La búsqueda de la
diversidad no es más que la competición para poseer: los mismos objetos
para sentirse iguales u objetos diferentes para marcar distancias. Pero
sigue siendo la ley de la oferta y la demanda la que nos conduce hacia
el símbolo de prestigio. §
Propósito para
este nuevo año: un consumo responsable
Por Ecologistas en
Acción.
Llega enero, los
buenos propósitos y un momento idóneo para reflexionar un
poco. La crisis ambiental y social se hace cada día más
evidente, así que es imprescindible comenzar el año con una
serie de propósitos individuales y colectivos, que muestren
que hay muchas formas de conseguir una sociedad más
sostenible social y ambientalmente.
Desde Ecologistas en Acción proponemos algunas ideas sobre
consumo que son sencillas de realizar y que supondrían una
gran mejora si las llevásemos a la práctica tanto individual
como colectivamente.
Lo primero de todo es hacernos el propósito de antes de
comprar algo reflexionar si realmente lo necesitamos, y que
a la hora de adquirir ese producto no olvidemos que hay que
fijarse en cómo ha sido fabricado, y cómo repercute su
utilización en el medio ambiente.
Es muy importante también ahorrar energía, por eso hay una
serie de cosas fáciles de realizar que conviene no olvidar:
es mejor conectar los aparatos a la red que usar pilas, hay
que recordar desconectar los aparatos eléctricos cuando no
estén funcionando, prescindir de electrodomésticos
innecesarios, mantener la temperatura de la vivienda acorde
con la época del año (no es necesario llevar un jersey en
verano y manga corta en invierno) o usar bombillas de bajo
consumo. Consumir productos locales es otra manera de
ahorrar energía, toda aquella que se emplea en su traslado.
Muchas veces tenemos tan metida en la cabeza la idea de que
todo lo que consumimos es de "usar y tirar" que tiramos
cosas a la basura sin pensar si se pueden reparar,
reutilizar o reciclar.
También es necesario pararnos a pensar en qué y cuántos
residuos genera aquello que consumimos, por eso es
importante evitar las latas, y rechazar los alimentos con
muchos envases. Las fiambreras o los tarros de cristal son
una alternativa mucho más saludable y ecológica de guardar
los alimentos que tapándolos con plástico o aluminio. Es
importante evitar los aerosoles y utilizar productos de
limpieza que se han venido utilizando tradicionalmente, como
el jabón, el vinagre o el limón, que no perjudican tan
seriamente el medio ambiente.
Es necesario recuperar la cocina tradicional, y cuidar la
alimentación evitando la comida basura o precocinada. Muchas
veces creemos no tener tiempo para cocinar, pero en realidad
lo que ocurre es que empleamos ese tiempo en otras cosas
(como ver la tele, a lo que se dedica en el Estado español
una media de 3,5 horas diarias).
Además, sería interesante que en vez de dedicar tiempo a
estar en interminables colas en centros comerciales,
dedicásemos ese tiempo a pensar en unos regalos de Reyes de
una manera diferente. Y que seamos críticos con la
publicidad y no creamos ciegamente los sueños que nos vende.
Proponemos, en definitiva, cambiar un sistema de valores en
el que la búsqueda del máximo confort se legitima sin tener
en cuenta las consecuencias que produce, en el que se valora
el presente por delante del medio y largo plazo, en el que
se tienen en cuenta las necesidades por encima de los
recursos, en el que se asocia directamente la calidad de
vida con los avances tecnológicos, y en el que, en
definitiva, se valora lo económico por encima de casi todo.
Por último, hay que dotar de mayor valor a las cosas que
duran más, la instantaneidad del usar y tirar se opone
frontalmente a la duración y la perdurabilidad que
caracterizarían a una sociedad ecológicamente sustentable.
Preservar, restaurar y cuidar exige tiempo y esfuerzo, por
eso pensamos que es necesario cambiar la sociedad de consumo
por otra en la que tengan cabida adjetivos como lento y
duradero. § |
La ley de las tres "R"
Los residuos que generamos
suponen un grave problema ambiental. Cada uno podemos
aportar nuestro granito de arena para ayudar a resolver esto
aplicando la estrategia de las tres "R": Reducir, reutilizar
y reciclar.
Reducir: Lo que compramos tiene relación con lo que
tiramos. Por ello es necesario consumir racionalmente y
evitar el derroche. Para fabricar cada cosa que compramos se
necesitan materias primas, energía, minerales que tardan
mucho en renovarse.
Reutilizar: Cuantos más objetos volvamos a utilizar
menos basura producimos y menos recursos tenemos que gastar.
Se trata de dar la máxima utilidad a las cosas sin necesidad
de deshacernos de ellas.
Reciclar: Consiste en usar materiales -papel, vidrio-
una y otra vez para hacer productos nuevos. Para ello hay
que depositar en los contenedores el papel usado, envases de
cristal, pilas, etc. |
Escala de
valores
El primer viaje que realiza un recién nacido cuando
ve la luz es hacia el pecho de su madre. Allí, primero siente unos
latidos que consiguen tranquilizar su acelerado corazón y luego recibe
su primer alimento. Va a necesitar caricias que compensen esa sensación
de frío y desnudez que le invade. Escuchar una voz cálida y envolvente
que le haga sentirse acompañado. Y a medida que despierte sus sentidos,
buscará relacionarse con los demás, hablar, moverse, jugar, comunicarse
y vivir todas las cosas apasionantes que pasen por su cabeza. Sin duda
soñará. Experimentar todo esto le ayudará a desarrollar sus capacidades
físicas y mentales y como consecuencia, a crecer en equilibrio.
Aseguran los expertos que la salud mental es un indicador directo del
estado de satisfacción de una sociedad. ¿Cómo estamos de salud mental?
Según datos de la Organización Mundial de la Salud -publicados en
septiembre de este año- el 14% de las enfermedades que se producen en el
mundo corresponden a patologías relacionadas con trastornos mentales.
Trastornos que van desde la esquizofrenia a la depresión pasando por las
adicciones al alcohol u otro tipo de drogas. Los niños tampoco se libran
de esta lacra. Los desequilibrios cada vez empiezan a edades más
tempranas. Se calcula que uno de cada diez niños sufre algún trastorno
de salud mental -ansiedad, depresión, baja autoestima, desórdenes en la
alimentación, etc.- y sólo uno de cada cinco recibe la ayuda necesaria.
Este panorama explicaría por qué se ha disparado el consumo de
antidepresivos, tranquilizantes y estimulantes. Sólo en nuestro país se
ha detectado un incremento del 40% en apenas cinco años. Un mercado en
alza que no parece poner remedio a esta especie de cárcel de
superficialidad e insatisfacción en la que están inmersas cada vez más
personas.
Llegados a este punto vamos a hacer un alto en el camino y vamos a
cambiar de onda.
Apaga motores. Silencia todas esas voces que te reclaman y te tienen
atrapado en ese mundo que parece que tira de ti recordándote
responsabilidades y preocupaciones. Si te paras a pensar en ellas
fríamente, verás que la mayoría no son tuyas. Rompe con todos esos
miedos que te han metido en el cuerpo sobre lo que se espera de ti, los
errores que puedes cometer, las consecuencias de tus actos, las normas
establecidas, lo que piensan los demás...
Y como ese niño que nace a la vida, mantén la mirada limpia y observa
todo a tu alrededor como si fuera la primera vez. Mira aquello que de
verdad te importa, por lo que vale la pena luchar y dale una dimensión,
un valor. El que tenga para ti. Y sin prisa, con serenidad intenta dar
un enfoque nuevo a tu vida y a lo que te rodea. Mira a las personas y a
las situaciones desde dentro hacia fuera, no como lo hacías hasta ahora.
Decide cómo quieres vivir y el tiempo que quieres dedicar a cada cosa.
Cuánto necesitas para cubrir las necesidades básicas, y contempla
también esos otros tiempos, los más importantes, los que te ayudarán a
crecer y a mantener el equilibrio interno: relación con los demás, con
la naturaleza, el cariño, el diálogo, la aventura, el silencio. Todo
forma parte de una escala de valores que tú decides y que sin duda te
conducirán al siguiente paso. Valores que vas a tener que ir renovando
porque, al igual que nuestros sueños, van a estar en continuo
movimiento. Esto es lo que al hombre desde sus orígenes le ha permitido
sentirse vivo.
¿Me conformo con tener o necesito ser, vivir y experimentar? Te aseguro
que a esta pregunta no te responde un eslogan de una campaña
publicitaria. Intentar encapsular la aventura de vivir en un objeto
-"aunque sea de marca"- es como tratar de meter todo el agua del mar en
un caldero de playa. §
Para más
información: "Vida de consumo", de Zygmunt Bauman (Fondo de
Cultura Económica)•"Yo y tú, objetos de lujo", de Vicente
Verdú (Debate)•Informe "El Estado del Mundo 2007" del
Worldwatch Institute•www.solidarios.org |
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