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DICIEMBRE 2007

Mantener un nivel de vida por encima de nuestras posibilidades después del progresivo encarecimiento de las hipotecas en nuestro país, puede salirnos muy caro.
El acceso al dinero rápido y fácil que luego hay que devolver a intereses muy elevados, está provocando un elevado nivel de endeudamiento en las economías domésticas, según alerta el Banco de España. Un buen momento para revisar nuestro nivel de consumo.


Texto: Mariló Hidalgo.

Foto: Fusión

 

Consumir ¿hasta endeudarnos?

Cada año la campaña de Navidad empieza antes. Hace un par de meses por ejemplo, una conocida operadora de telecomunicaciones nos anunciaba que "Se adelantaba la Navidad", al tiempo que lanzaba a sus clientes una promoción con la que devolvería durante estas fechas, el importe de las llamadas realizadas en el mes de noviembre. Unos días más tarde, empezamos a ver cómo los operarios de los ayuntamientos colocaban la iluminación en las calles. Los grandes centros comerciales no se quedaron atrás y empezaron con sus ofertas. Hace meses que los anuncios de la tele nos bombardean con juguetes, perfumes, turrones, comida o ropa. Todos insisten en que no dejemos las compras para última hora y pensemos con antelación cada uno de los detalles necesarios para que todo salga perfecto en estas fiestas.
Como contraste, pero también formando parte de todo este entramado, llama la atención que una de las estrellas de los espacios publicitarios de esta Navidad sean los anuncios de los créditos. "¿Que ha quedado afectada su economía por la subida del tipo de interés de su hipoteca y no tiene dinero para pasar unas estupendas Navidades…? ¡No se preocupe!, ¿Desde cuándo el dinero es un problema? Puede conseguir un préstamo ahora y pagarlo a partir de enero en cómodos plazos. Sin aval y con sólo una llamada de teléfono". ¡Ah! Y Felices Fiestas… Pero, ¿a costa de qué?
Desde estas páginas no pretendemos demonizar el consumo, sería absurdo cuando queramos o no, vivimos dentro de la sociedad de consumo. Sí intentaremos aportar información, nuevos planteamientos y sobre todo reflexiones que nos puedan servir para realizar un consumo responsable, controlado y dirigido. Y sobre todo, acorde con nuestras auténticas necesidades y en equilibrio con nuestro entorno.

 

Navidad y despilfarro
Por Ecologistas en Acción

Durante todo el año, y en especial en fechas clave como los días del Padre, de la Madre o de San Valentín, las empresas invierten un gran presupuesto en publicidad para recordarnos nuestro papel de consumidores. En Navidad, los mensajes publicitarios van empapados de sentimientos entrañables en defensa de valores familiares y de elogio de la solidaridad. Sin embargo, Ecologistas en Acción denuncia que la canalización de todos estos sentimientos va siempre encaminada a la consecución de un claro objetivo: incrementar las ventas bajo un asumido despilfarro navideño, sin tener en cuenta sus repercusiones sociales y ambientales.
De hecho, para muchos sectores este mes es su "agosto". Por ejemplo: en estas fechas se compran el 75% de los juguetes que se venden cada año [1].También ahora se aumenta espectacularmente el consumo eléctrico y los distintos ayuntamientos realizan uno de esos ejercicios de hipocresía que tanto educa: los mismos que durante todo el año se han jactado de promover campañas de ahorro de agua y electricidad, dan ahora lecciones de despilfarro energético colocando, en pleno noviembre, millones de bombillas.
Este consumismo navideño no sólo influye en aspectos como el cambio climático; el envoltorio superfluo y el despilfarro con finalidad de lucimiento hacen que mientras que el resto del año cada persona genera un kilo y medio de basuras al día (hace 30 años no se llegaba ni a medio kilo), en estas fechas son dos kilos; y la mitad, claro, envoltorios y embalajes [2]
Forzado a toda máquina el actual modelo de consumo, Ecologistas en Acción recuerda que la Navidad acrecienta el uso irresponsable de los recursos y la generación de residuos en el mejor ejemplo de insostenibilidad. Pero no sólo ambiental: cuando cada año se incrementa el número de personas desnutridas en cuatro millones [3], en estas fechas se tiran hasta un 40% de los alimentos producidos, debido a descartes por exigencias estéticas del mercado, los fallos en la distribución de tan grandes volúmenes, etcétera.
Ecologistas en Acción quiere hacer un llamamiento a los consumidores y consumidoras para que analicen las consecuencias sociales y ambientales de una celebración de este tipo, basada en el despilfarro (energético y de recursos) y una insostenible producción de residuos. §

(1) Asociación Española de Fabricantes de Juguetes (AEFJ), 2006.
(2) La orgía de los envoltorios, José Luis Gallego. EL PAÍS 06-01-2006.
(3) Informe 2006 de la FAO.

 


Viaje al corazón del consumo


Desde que el ser humano existe como tal, es consumidor. De consumir de acuerdo a las necesidades naturales se ha pasado a consumir por placer y sin límite. Es en este contexto donde surge la denominada sociedad de consumo. ¿Qué es? ¿Cómo funciona? ¿Qué consecuencias tiene?¿Qué papel tenemos en todo esto? Viajemos al origen del consumo.

¿Por qué consumimos?

En principio, para satisfacer necesidades básicas. Tenemos que consumir para alimentarnos, vestirnos, relacionarnos. Es una función imprescindible para la supervivencia de todo ser vivo y tan antigua como la vida sobre este planeta. Consumir viene de la palabra consumere que significa destruir, gastar. Sería por tanto, "gastar aquello que se destruye o extingue con el uso". Decidimos sacar la pregunta a la calle y éstas fueron algunas de las respuestas: "por conveniencia", "por prestigio y nivel", "para curar la depre", "por la oferta", "por la marca", "para impresionar a mis amigos", "para regalar", "como inversión"… Las razones como vemos son muchas y variadas.

¿Qué diferencia hay entre consumo y consumismo?

Es la pregunta del millón. Dicho de otra forma, ¿qué ha hecho que hayamos pasado del consumo por la supervivencia al consumismo voraz? El sociólogo Zygmunt Barman, autor de "Vida de consumo" (Fondo de Cultura Económica) cree que ese paso se da cuando "el consumo se convierte en imprescindible en la vida de una persona, en el centro de su existencia, en todo lo que anhela y desea. Es más, se convierte en el centro de todo cuanto necesita experimentar y es el fundamento de su economía, hasta el punto de que incluso rige las relaciones humanas". Este fenómeno se produce sobre todo en las sociedades industriales, donde las necesidades básicas de la mayor parte de la población están cubiertas. Es a partir de ahí donde el sistema genera nuevas necesidades, y la publicidad y el marketing se convierten en los grandes protagonistas. Al final, todo puede llegar a convertirse en objeto de consumo. Hasta el punto de que, como señala José Santamarta Flórez, director en España del Worldwatch Institute, "domina la mente y los corazones de millones de personas, sustituyendo a la religión, la familia y a la política. El cambio tecnológico nos ha permitido producir más de lo que demandamos y ofertar más de lo que necesitamos. El consumo y el crecimiento económico sin fin es el paradigma de esta nueva religión, donde el aumento del consumo es una forma de vida necesaria para mantener la actividad económica y el empleo. El consumo es imprescindible para satisfacer necesidades humanas, pero cuando se supera cierto umbral, se transforma en consumismo".

¿Cuánto consumo es suficiente?


Foto: Valvanera

Para poder abastecer el consumo mundial de forma sostenible, necesitaríamos 1,2 veces la superficie del planeta. Como sólo disponemos de una Tierra: Consumimos demasiado.

Para intentar responder a la pregunta vamos a apoyarnos en un indicador bastante ilustrativo, la llamada Huella Ecológica. La que describe la cantidad de superficie terrestre necesaria para abastecer de forma sostenible el consumo de una persona o grupo de personas. Según este índice, se calcula que para abastecer el consumo mundial actual de forma sostenible necesitaríamos 1,2 veces la superficie del planeta. Como sólo disponemos de una Tierra, la respuesta es: consumimos demasiado.

Esta es la realidad, pero como el consumo se alimenta y recrea en el mundo de los estímulos, las ilusiones y las sensaciones, podríamos decir que es prácticamente ilimitado. Lo que consumimos hoy es lo que deseábamos ayer. Así que para que mañana uno se sienta motivado a comprarse un objeto, antes han tenido que generarnos esa necesidad que antes no existía. Es como correr detrás de la zanahoria que nunca llegas a alcanzar. El periodista Vicente Verdú, autor de "Yo y tú, objetos de lujo" nos comenta que "existe una creciente minoría de personas que se están dando cuenta de que vivimos esta ficción y quieren sacudirse este mundo de mentiras, falsedades y trivialidad. Y lo quiere hacer porque cree que esto está contribuyendo a arruinar su dignidad como ser humano. Este sistema nos induce a comprar cosas, amueblar la casa, etc. pero si vas a ver, lo que nos hace ser felices no es amueblar la casa sino amueblarnos a nosotros. Llegará un momento donde la sociedad, hastiada de bienes, buscará satisfacer otro tipo de necesidades relacionadas con el ser. Por ejemplo en Europa hay personas que aceptan una bajada de salario a cambio de más tiempo libre, que le permita otra calidad y estilo de vida".
Una cuestión más. ¿Este consumo excesivo tiene algún límite? Sí, por dos razones. Una, se ha comprobado que a partir de cierto umbral no da la felicidad porque el consumidor se ve obligado a trabajar demasiadas horas para pagar el consumo compulsivo y el poco tiempo que le queda lo pasa en el coche, de atasco en atasco, en las colas del autobús o en el metro. Y la segunda razón es que el individuo cada vez se ve más atrapado en una espiral de consumo, endeudamiento y trabajo para pagar el endeudamiento. Como ejemplo ahí tenemos la crisis que empezó en EEUU y que salpica ya a toda Europa, como consecuencia de los créditos y la explosión de la burbuja inmobiliaria. Ya han anunciado que esta crisis no ha hecho más que empezar.

¿Todo el mundo tiene la misma capacidad de consumo?
¿Qué consecuencias se derivan de ello?

El dato nos lo facilita el Worldwatch Institute en su estudio anual sobre "El Estado del Mundo": En el planeta, la sociedad de consumo la integran 1.728 millones de personas, un 28% de la población mundial. Mientras 2.800 millones de seres humanos viven en la pobreza. Esa es la gran paradoja. Por un lado unos viven rodeados de bienes e insatisfacción mientras que millones de personas no pueden satisfacer sus necesidades más elementales. Consumismo y pobreza conviven en un mundo desigual, en el que no hay voluntad para frenar el consumismo de unos y elevar el nivel de vida de quienes más lo necesitan.
Dentro del mundo del consumo, los individuos comparten modos de vida, valores y cultura. Todo tiende progresivamente a la homogeneidad aunque curiosamente el mensaje que se vende es el contrario. Cada individuo debe sentirse original, diferente y distinto del resto del grupo. Verdú lo explica así: "Este capitalismo de ficción ha procurado alimentar a cada persona la impresión de ser alguien. No se preocupa tanto por la mercancía como sí por la idea que ésta aporta. No se valora la utilidad sino lo que significa, porque el artículo es el que habla y dice cómo eres. Pero en el fondo todo tiende a la homogenización porque el mercado es planetario y para que algo resulte rentable tiene que producirse a gran escala. Y no sólo productos, sino también gustos, estilos de vida y valores".

"La sociedad de consumo en el planeta la integran 1.728 millones de personas,
mientras que 2.800 viven en la pobreza".
 
(Worldwatch Institute)

Esta producción en masa de la que habla este periodista, genera en paralelo el mundo de imitaciones que en cantidad casi supera al original. Gracias a la "imitación" personas que no pertenecen a un determinado estatus pueden tener acceso a objetos similares. Y es que el mimetismo es una de las claves del consumo. "Si los hábitos de consumo de estos 1.700 millones de personas se extendiesen a toda la población mundial -6.300 millones- la situación sería insostenible a causa del consumo de agua, energía, madera, minerales, suelo y otros recursos y la pérdida de biodiversidad, contaminación, deforestación y cambio climático", advierte Santamarta.

¿Cómo afecta el consumo al medio ambiente?


Foto: Nan

"Para favorecer el consumo, la lógica capitalista promueve mercados donde los productos duran poco tiempo. Así se venden
más objetos y se generan más ganancias"

(Daniel Méndez. Periodista)

Las consecuencias ambientales del consumismo -explotación de la naturaleza y generación de residuos- es hoy por hoy, insostenible. La capacidad de la Naturaleza para proporcionarnos recursos y asimilar nuestros desechos es limitada. La sociedad de consumo poco a poco se ha ido convirtiendo en la sociedad de la basura, y el 90% de los desechos acaban en vertederos o quemados en incineradoras.

"En los últimos cincuenta años el ser humano ha modificado el medio ambiente más que en ningún otro período de la historia -advierte el periodista Daniel Méndez del CCS-. El resultado es que el 60% de los ecosistemas del planeta están siendo degradados o se utilizan de forma no sostenible. Las fuertes demandas de alimentos, agua, madera o combustibles en los países del Norte acarrean consigo un consumo excesivo que pone en peligro el futuro del planeta. Mientras esta degradación se extiende a prácticamente toda la Tierra, sólo una pequeña parte de la población mundial recibe estos productos: El 84% de los recursos del planeta es utilizado tan sólo por el 16% de la población mundial. La lógica capitalista para favorecer el consumo promueve mercados donde los productos duran poco tiempo. Así se venden más objetos y se generan más ganancias".
Vivimos inmersos en una cultura de usar y tirar. Con la excusa de facilitarnos la vida y sobre todo de comprar, ya no tenemos que devolver los envases, comemos en vasos y platos de plástico y nos regalan bolsas en todas las tiendas. Todo ello genera ingentes cantidades de basura de las que cada vez es más difícil deshacerse. Decía en una ocasión el escritor José Saramago que el nivel de consumo de un país se puede medir por la cantidad de residuos que hay en el cubo de la basura de una vivienda. Cada día en la ciudad de Nueva York se recogen catorce mil toneladas de basura. Doce mil en Tokio, en Londres siete mil y en México ocho mil. "El precio de este consumo irresponsable e insostenible -recuerda Méndez- lo paga el medio ambiente: el cambio climático amenaza con rebasar el nivel del mar en nuestras costas, la contaminación del aire es insoportable en muchas ciudades y cada vez hay más especies en peligro de extinción. Es necesario cambiar nuestros hábitos de consumo para poder seguir viviendo en el planeta Tierra". Y esto se producirá por convicción o por crisis.

¿Consumo = felicidad?

Según nos dicen, nuestra economía "va viento en popa", no para de crecer. Pero si salimos a la calle y preguntamos a un conocido, ¿Y tú, qué tal estás? Seguro que nos contesta… ¡tirando!, ¡ya ves!, ¡buscándome la vida!... Es raro encontrarnos a alguien que nos diga: ¡muy bien! Lo que nos lleva a pensar que si el nivel de ingresos marca el grado de bienestar que nos podemos permitir, éste no parece guardar mucha relación con el nivel de felicidad de la persona.
Cuando valoramos el sistema económico de un país se habla del producto interior bruto, del número de coches matriculado, de la inflación… pero no hay ningún indicativo que hable de las personas y sus necesidades. Uno de los objetivos del consumismo es hacernos creer que lo material nos da la felicidad. Una buena vida es una vida llena de cosas, hinchada de objetos donde la realización humana está basada en la posición que uno tenga dentro de la sociedad y la tenencia de determinados objetos que demuestren que esto es así. Para obtener la felicidad que vende la publicidad hay que comprar y pagar. Y cuando esto no funciona, el sistema pone en marcha otros mecanismos que Verdú denomina píldoras de la felicidad: "Zoloft o Prozac para la depresión, melatonina para la juventud y el sueño, Viagra para la impotencia, Serotax para la timidez, Aurorix con la fobia social. Las farmacias están llenas de remedios".

 


Vivir por encima de nuestras posibilidades


Estados Unidos, la economía más poderosa de la tierra y modelo de vida para el resto del planeta es en estos momentos el país más endeudado de toda la historia. Sólo un ejemplo. El pasado año este país gastó un 57% más de lo que ganó en los mercados mundiales. ¿Cómo consiguen vivir más allá de sus posibilidades?, se pregunta el sociólogo Zygmunt Bauman. Pues, "acumulando deudas con Japón, China y países petroleros de Oriente Medio. Los gobernantes de EEUU dependen y son adictos al dinero y petróleo importado. Los préstamos tomados por el Estado y también los de los consumidores van dirigidos sólo a financiar el consumo. Ni un dólar va dirigido a la inversión, todo va destinado a sostener el boom del consumo y por tanto a mantener también el ‘buen humor’del electorado". La economía mundial ha llegado a depender tanto de los niveles de consumo que si los habitantes redujeran a la mitad sus dispendios el resultado podría llevar a una gran implosión. Hoy en día no consumir es bloquear el crecimiento y desarrollo de un país y los que se salen de esa rueda son considerados más o menos como unos alteradores del orden social.


Foto: Nan

"Para obtener la felicidad hay que comprar y pagar. Cuando esto no funciona el sistema pone en marcha las llamadas píldoras de la felicidad"  (Verdú)

"Los consumidores -advierte el periodista, Jorge Planelló del CCS- dedican un porcentaje de sus ganancias a consumir porque piensan que pueden hacerlo. A diferencia de los inicios del capitalismo, cuando lo apropiado era entregarse al trabajo y evitar la ociosidad, vivir hoy día sin un estilo de vida, el del consumo, se presenta como una hazaña admirable cuando no un síntoma de locura. A pesar del paro, el empleo precario y la inflación, las noticias sobre bonanza de la economía mantienen a la población dispuesta a consumir y de paso protegen los intereses bancarios. Buena parte de la renta de la familia media estadounidense va destinada tanto a hipotecas y préstamos para coches como a saldar deudas de 8.000 dólares de media, por sus pagos con tarjeta de crédito". Nuestro país tampoco se libra de esta fiebre. Según datos del Banco de España la deuda financiera de las familias creció en 2006 y marcó un nuevo récord al situarse en 832.289 millones de euros, lo que equivale al 85,25% del PIB. Se incrementaron especialmente los préstamos a largo plazo, principalmente créditos hipotecarios, que representaron el 89% del total del endeudamiento de los hogares. Los préstamos a corto plazo aumentaron un 15,79%. Y los créditos comerciales o anticipos se incrementaron hasta 7,37%
"Algunos expertos habían alertado sobre los peligros de este crecimiento que en estos momentos está frenando la economía de millones de españoles -recuerda el periodista del CCS Carlos Miguélez-. Los tipos de interés que muchas familias pagan a los bancos en forma de hipotecas crecen cada vez más. Por su parte, los bancos ponen cada vez más dificultades a la hora de renovar las hipotecas. Detrás de todo esto se esconde un modelo de consumo basado en el crédito y en la hipoteca que, como sucede con la deuda externa, genera intereses sobre los intereses. La mayoría de las personas viven por encima de sus posibilidades y las deudas crecen junto con los tipos de interés".
En esta vorágine los pobres son forzados a gastar más del dinero que tienen en objetos de consumo inútiles -dejando a un lado las necesidades básicas-, para no caer en la humillación social.

"En esta simulación de la realidad, donde todos quieren parecer lo que no son, las que dictan las leyes son las mercancías" (Verdú)

Vivimos por encima de nuestras posibilidades, lo que quiere decir que consumimos más de lo que necesitamos o nos podemos permitir. Las diferencias entre vivir y consumir desaparecen hasta el punto de hacer pensar que una vida sin consumo no tiene sentido, asegura Planelló.
En esta simulación de la realidad, donde todos quieren parecer lo que no son, las que dictan las leyes son, una vez más, las mercancías. Y es el consumo el que marca obviamente la diferencia entre las distintas clases, pero también en el seno de la misma clase. La búsqueda de la diversidad no es más que la competición para poseer: los mismos objetos para sentirse iguales u objetos diferentes para marcar distancias. Pero sigue siendo la ley de la oferta y la demanda la que nos conduce hacia el símbolo de prestigio. §

 

Propósito para este nuevo año: un consumo responsable
Por Ecologistas en Acción.

Llega enero, los buenos propósitos y un momento idóneo para reflexionar un poco. La crisis ambiental y social se hace cada día más evidente, así que es imprescindible comenzar el año con una serie de propósitos individuales y colectivos, que muestren que hay muchas formas de conseguir una sociedad más sostenible social y ambientalmente.
Desde Ecologistas en Acción proponemos algunas ideas sobre consumo que son sencillas de realizar y que supondrían una gran mejora si las llevásemos a la práctica tanto individual como colectivamente.
Lo primero de todo es hacernos el propósito de antes de comprar algo reflexionar si realmente lo necesitamos, y que a la hora de adquirir ese producto no olvidemos que hay que fijarse en cómo ha sido fabricado, y cómo repercute su utilización en el medio ambiente.
Es muy importante también ahorrar energía, por eso hay una serie de cosas fáciles de realizar que conviene no olvidar: es mejor conectar los aparatos a la red que usar pilas, hay que recordar desconectar los aparatos eléctricos cuando no estén funcionando, prescindir de electrodomésticos innecesarios, mantener la temperatura de la vivienda acorde con la época del año (no es necesario llevar un jersey en verano y manga corta en invierno) o usar bombillas de bajo consumo. Consumir productos locales es otra manera de ahorrar energía, toda aquella que se emplea en su traslado. Muchas veces tenemos tan metida en la cabeza la idea de que todo lo que consumimos es de "usar y tirar" que tiramos cosas a la basura sin pensar si se pueden reparar, reutilizar o reciclar.
También es necesario pararnos a pensar en qué y cuántos residuos genera aquello que consumimos, por eso es importante evitar las latas, y rechazar los alimentos con muchos envases. Las fiambreras o los tarros de cristal son una alternativa mucho más saludable y ecológica de guardar los alimentos que tapándolos con plástico o aluminio. Es importante evitar los aerosoles y utilizar productos de limpieza que se han venido utilizando tradicionalmente, como el jabón, el vinagre o el limón, que no perjudican tan seriamente el medio ambiente.
Es necesario recuperar la cocina tradicional, y cuidar la alimentación evitando la comida basura o precocinada. Muchas veces creemos no tener tiempo para cocinar, pero en realidad lo que ocurre es que empleamos ese tiempo en otras cosas (como ver la tele, a lo que se dedica en el Estado español una media de 3,5 horas diarias).
Además, sería interesante que en vez de dedicar tiempo a estar en interminables colas en centros comerciales, dedicásemos ese tiempo a pensar en unos regalos de Reyes de una manera diferente. Y que seamos críticos con la publicidad y no creamos ciegamente los sueños que nos vende. Proponemos, en definitiva, cambiar un sistema de valores en el que la búsqueda del máximo confort se legitima sin tener en cuenta las consecuencias que produce, en el que se valora el presente por delante del medio y largo plazo, en el que se tienen en cuenta las necesidades por encima de los recursos, en el que se asocia directamente la calidad de vida con los avances tecnológicos, y en el que, en definitiva, se valora lo económico por encima de casi todo.
Por último, hay que dotar de mayor valor a las cosas que duran más, la instantaneidad del usar y tirar se opone frontalmente a la duración y la perdurabilidad que caracterizarían a una sociedad ecológicamente sustentable. Preservar, restaurar y cuidar exige tiempo y esfuerzo, por eso pensamos que es necesario cambiar la sociedad de consumo por otra en la que tengan cabida adjetivos como lento y duradero. §

 

La ley de las tres "R"

Los residuos que generamos suponen un grave problema ambiental. Cada uno podemos aportar nuestro granito de arena para ayudar a resolver esto aplicando la estrategia de las tres "R": Reducir, reutilizar y reciclar.
Reducir: Lo que compramos tiene relación con lo que tiramos. Por ello es necesario consumir racionalmente y evitar el derroche. Para fabricar cada cosa que compramos se necesitan materias primas, energía, minerales que tardan mucho en renovarse.
Reutilizar: Cuantos más objetos volvamos a utilizar menos basura producimos y menos recursos tenemos que gastar. Se trata de dar la máxima utilidad a las cosas sin necesidad de deshacernos de ellas.
Reciclar: Consiste en usar materiales -papel, vidrio- una y otra vez para hacer productos nuevos. Para ello hay que depositar en los contenedores el papel usado, envases de cristal, pilas, etc.

 


Escala de valores


El primer viaje que realiza un recién nacido cuando ve la luz es hacia el pecho de su madre. Allí, primero siente unos latidos que consiguen tranquilizar su acelerado corazón y luego recibe su primer alimento. Va a necesitar caricias que compensen esa sensación de frío y desnudez que le invade. Escuchar una voz cálida y envolvente que le haga sentirse acompañado. Y a medida que despierte sus sentidos, buscará relacionarse con los demás, hablar, moverse, jugar, comunicarse y vivir todas las cosas apasionantes que pasen por su cabeza. Sin duda soñará. Experimentar todo esto le ayudará a desarrollar sus capacidades físicas y mentales y como consecuencia, a crecer en equilibrio.
Aseguran los expertos que la salud mental es un indicador directo del estado de satisfacción de una sociedad. ¿Cómo estamos de salud mental? Según datos de la Organización Mundial de la Salud -publicados en septiembre de este año- el 14% de las enfermedades que se producen en el mundo corresponden a patologías relacionadas con trastornos mentales. Trastornos que van desde la esquizofrenia a la depresión pasando por las adicciones al alcohol u otro tipo de drogas. Los niños tampoco se libran de esta lacra. Los desequilibrios cada vez empiezan a edades más tempranas. Se calcula que uno de cada diez niños sufre algún trastorno de salud mental -ansiedad, depresión, baja autoestima, desórdenes en la alimentación, etc.- y sólo uno de cada cinco recibe la ayuda necesaria. Este panorama explicaría por qué se ha disparado el consumo de antidepresivos, tranquilizantes y estimulantes. Sólo en nuestro país se ha detectado un incremento del 40% en apenas cinco años. Un mercado en alza que no parece poner remedio a esta especie de cárcel de superficialidad e insatisfacción en la que están inmersas cada vez más personas.
Llegados a este punto vamos a hacer un alto en el camino y vamos a cambiar de onda.
Apaga motores. Silencia todas esas voces que te reclaman y te tienen atrapado en ese mundo que parece que tira de ti recordándote responsabilidades y preocupaciones. Si te paras a pensar en ellas fríamente, verás que la mayoría no son tuyas. Rompe con todos esos miedos que te han metido en el cuerpo sobre lo que se espera de ti, los errores que puedes cometer, las consecuencias de tus actos, las normas establecidas, lo que piensan los demás...
Y como ese niño que nace a la vida, mantén la mirada limpia y observa todo a tu alrededor como si fuera la primera vez. Mira aquello que de verdad te importa, por lo que vale la pena luchar y dale una dimensión, un valor. El que tenga para ti. Y sin prisa, con serenidad intenta dar un enfoque nuevo a tu vida y a lo que te rodea. Mira a las personas y a las situaciones desde dentro hacia fuera, no como lo hacías hasta ahora. Decide cómo quieres vivir y el tiempo que quieres dedicar a cada cosa. Cuánto necesitas para cubrir las necesidades básicas, y contempla también esos otros tiempos, los más importantes, los que te ayudarán a crecer y a mantener el equilibrio interno: relación con los demás, con la naturaleza, el cariño, el diálogo, la aventura, el silencio. Todo forma parte de una escala de valores que tú decides y que sin duda te conducirán al siguiente paso. Valores que vas a tener que ir renovando porque, al igual que nuestros sueños, van a estar en continuo movimiento. Esto es lo que al hombre desde sus orígenes le ha permitido sentirse vivo.
¿Me conformo con tener o necesito ser, vivir y experimentar? Te aseguro que a esta pregunta no te responde un eslogan de una campaña publicitaria. Intentar encapsular la aventura de vivir en un objeto -"aunque sea de marca"- es como tratar de meter todo el agua del mar en un caldero de playa. §

Para más información: "Vida de consumo", de Zygmunt Bauman (Fondo de Cultura Económica)•"Yo y tú, objetos de lujo", de Vicente Verdú (Debate)•Informe "El Estado del Mundo 2007" del Worldwatch Institute•www.solidarios.org

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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