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OCTUBRE 2006

La obesidad es un negocio para muchos. Un estudio afirma que un obeso gasta unos sesenta euros mensuales en combatir la enfermedad.

FRACASO

ALIMENTARIO

Un estudio de la Universidad de Carolina del Norte asegura que actualmente el número de personas con sobrepeso en el mundo supera a quienes sufren desnutrición. Mil millones de obesos frente a ochocientos millones de hambrientos. Cuando se ha demostrado que el planeta produce suficiente para todos, las cifras nos plantean qué gestión alimentaria llevamos a cabo, que lleva a la muerte a unos y produce enfermedades en otros. / Texto: Marta Iglesias. Foto: Fusión

Efectivamente, pensarán algunos, el planeta está lleno de paradojas. Pero éstas se vuelven dramáticas cuando ponen de manifiesto la incapacidad humana para distribuir la riqueza o muestran el interés de unos cuantos por quedarse con el trozo más grande del pastel. Es difícil asimilar que mientras cada cinco segundos muere un niño de hambre, en España el 33% de los niños que tienen entre siete y once años es obeso o pesa más de lo que debería. El hambre mata directa o indirectamente cada día nueve veces más personas que las que murieron el 11-S. Sin embargo este genocidio encubierto no escandaliza a los gobernantes, ni su solución forma parte de las agendas políticas. Paralelamente en los países ricos el gasto sanitario que producen las personas obesas crece a un ritmo desproporcionado. La Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) ha calculado que en nuestro país el 6,9% del presupuesto sanitario se lo lleva la obesidad y sus patologías asociadas. Un total de 2.050 millones de euros, que son 341.000 millones de las antiguas pesetas. La situación parece una goma elástica de la que cada hemisferio tira en un sentido hasta que llegue el momento de la rotura. El citado estudio de la Universidad de Carolina del Norte (EEUU) calcula que hay mil millones de personas con sobrepeso u obesidad en el mundo, mientras que ochocientos millones sufren desnutrición. Esta última cifra se eleva a 852 millones de hambrientos, si nos apoyamos en los últimos datos de la FAO. Y los números, lejos de reducirse, aumentan año a año en los dos sentidos. A la cabeza de la obesidad tenemos a Estados Unidos, con más de un 60% de población adulta con sobrepeso, de la que un 40% es directamente obesa. En Europa figura Malta como número uno, seguida por España que ostenta el dudoso honor de tener a la mitad de su población por encima de su peso. Pero el hambre tampoco decrece. Alicia García, responsable de prensa de Acción Contra el Hambre, afirma que "Desgraciadamente el hambre está aumentando. La última cifra dada por la FAO en la cumbre mundial de alimentación es de 852 millones de personas amenazadas por el hambre. En la cumbre celebrada seis años antes, el número era 842. Ese ligero aumento de diez millones se debe a que la población crece a más ritmo que el retroceso del hambre porque, de hecho, en algunos países del sudeste asiático el hambre ha descendido".
El ritmo lento que lleva la lucha contra el hambre, combinado con el aumento vertiginoso de la obesidad nos sitúa ante las cifras que tenemos sobre la mesa.

 - Víctimas y verdugos -
Muchos son los que han intentado explicar de modo sencillo las causas del hambre, para acercar a los ciudadanos la génesis de un fenómeno muy complejo en el cual intervienen varios factores. Para la mayoría hay causas orográficas y climáticas, que se combinan con la situación política del país concreto, y se rematan con el sistema económico que ha creado el primer mundo a costa de la explotación de los países desfavorecidos. Para Alicia García, "el hambre depende cada vez menos de la naturaleza y el clima, y cada vez más de factores humanos. Estos van desde la violencia en sus casos más extremos o a altísimos niveles de exclusión social, el sida o la pobreza urbana. Por supuesto detrás de todo ello hay sin duda motivaciones políticas. Detrás de cada una de estas cuestiones, una gestión inadecuada determina que estos problemas no se solucionen. Hoy en día existen medios para acabar con el hambre; si realmente existiese voluntad política se podría solucionar". Pese a que hay millones de hambrientos, se producen hoy más cereales que hace veinte años, utilizando superficies menores. El rendimiento del arroz y del trigo ha aumentado en un 50%, y el de maíz más de un 35%. Hay comida, pero no voluntad de repartirla. En palabras de Alicia García, "en algunos países el hambre ha sido utilizada como arma política. Tenemos como ejemplos a Corea del Norte y Etiopía, en las que el hambre es utilizada por los políticos para controlar a su población. Esto es el extremo, es la situación más mezquina de la utilización de este fenómeno". Desde los países ricos puede enviarse comida, pero el sistema económico creado impide que el Tercer Mundo pueda abastecerse por sí mismo. Para que fueran independientes y pudieran comprar o generar el alimento necesario para su población, es imprescindible que puedan vender sus productos en el mercado mundial, cosa que se les impide o dificulta. Para los países desarrollados es más rentable darles peces que enseñarles a pescar.

"El hambre depende cada vez menos de la naturaleza y el clima, y cada vez más de factores humanos. Hoy existen medios para acabar con ella; si realmente existiese voluntad política se podría solucionar"

Paralelamente, pero a un ritmo mucho mayor, la obesidad se dispara. ¿Quiere decir esto que cada vez hay más ricos? Extrañamente las cifras muestran que la obesidad y el sobrepeso lo sufren las personas de economías medias. En Estados Unidos afecta principalmente a los afroamericanos e hispanos, en nuestro país a los trabajadores medios que alimentan a su familia con comida precocinada o rápida. Incluso hay obesos en China o India, países tradicionalmente pobres. Los estudios afirman que cuando la economía de una familia empieza a mejorar, del hambre se pasa a la obesidad, algo que no se da entre los más pudientes. Las comidas preparadas y el cambio de hábitos son los orígenes. La doctora Montserrat Barbany Caíz, secretaria de la SEEDO (Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad) afirma que todo se debe a un cambio de hábitos alimentarios importante, sumado al sedentarismo: "Antes se comía en casa, de modo más sencillo y acompañado de agua. Ahora se come fuera de casa comida más energética, y a veces con bebidas azucaradas. Además se hace menos ejercicio y nos pasamos más tiempo frente al televisor". Pero en la obesidad hay que dejar de frivolizar. Nos encontramos ante una enfermedad crónica para la que no hay curación; cuando uno empieza a acumular grasa, la tendencia permanece siempre. Los estudios de la SEEN (Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición) demuestran que el 80% de los diabéticos, el 60% de los hipertensos y el 50% de las personas con colesterol son personas obesas. "Hemos de ver la obesidad como una enfermedad, no como un problema estético -indica la doctora Barbany- La obesidad ha de tratarla un médico y hay que concienciarse de que es una enfermedad y necesita un cambio de hábitos: variar la forma de comer, aumentar la actividad física y en caso necesario tomar medicamentos recetados por un médico. Uno de los grandes problemas de la obesidad es el mal tratamiento que se ha estado haciendo durante muchos años". Las empresas alimentarias y de restauración tienen un alto porcentaje de responsabilidad, puesto que sus beneficios son a costa de la salud de muchas personas. Pero es evidente que la obesidad además se ha convertido en un negocio para muchos. La empresa farmacéutica Roche afirma en un estudio que un obeso gasta cerca de sesenta euros mensuales para combatir la enfermedad en productos de parafarmacia, gimnasios, masajes... Para ciertos sectores la obesidad es un negocio y los obesos son sus víctimas. La fijación que tienen los obesos por curarse es tal, que invierten mucho dinero en cualquier tipo de solución que signifique para ellos un rayo de esperanza.

Desconexión mortal

Mientras cada cinco segundos muere un niño de hambre, en España el 33% de los menores de entre siete y once años es obeso o pesa más de lo que debería.

 - Desconexión mortal -
Si en el pasado no existía obesidad y el hambre se debía directamente a fenómenos naturales o guerras puntuales, la clave está en saber dónde está la desconexión que está conduciendo a la muerte a millones de personas. Si está comprobado que la tierra produce cantidad suficiente de comida para todos los que habitan en ella, está claro que el hambre sólo es achacable a los seres humanos y a su mala gestión de un planeta generoso. En el caso de la obesidad nos encontramos ante un fenómeno nuevo que -exceptuando los casos genéticos- no se había dado masivamente en la historia. La obesidad es ya un fenómeno globalizado que muchos señalan que procede del cambio de hábitos en comidas y ejercicio que desde siempre han acompañado a los diferentes pueblos. A ello añadimos la tesis que el doctor José Enrique Campillo sostiene en su libro El mono obeso, donde afirma que el cuerpo humano está genéticamente preparado para conseguir la comida haciendo ejercicio, tal como hacían nuestros antepasados del paleolítico. Según su teoría las células humanas no están adaptadas a una forma de vida inactiva, e incluso es posible que los seres humanos tengamos que superar cierto umbral de actividad física para el funcionamiento normal de nuestro cuerpo. Por esta razón considera el sedentarismo como un sistema promotor de enfermedad. Y ello, junto al consumo de alimentos altamente calóricos, ocasiona una discordancia con nuestro genes, que están 'programados' para mantener un equilibrio energético entre lo que comemos y lo que gastamos.
Podemos pensar entonces que el hombre ha olvidado los dictados de su cuerpo y del planeta, dejándose llevar por la sociedad de consumo, y desconectando de sus orígenes.

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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