Hay que
preguntarse por qué la UE pasa por alto estos "deslices"
humanitarios de los americanos, a cambio de qué
compensaciones o para pagar qué otros silencios.
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El
año pasado, el gobierno de Estados Unidos reconoció -cierto es que
no le quedaba más remedio, dadas las evidencias- que realizaba lo
que ha dado en llamarse "entregas extraordinarias". Este eufemismo
se utiliza para referirse, según explica Amnistía Internacional, a
la práctica de trasladar a personas por la fuerza y sin el debido
proceso de un país a otro en el que corren el riesgo de ser
interrogadas mediante tortura o malos tratos. Hay que aclarar, que
se trata de un acto ilegal, si nos atenemos a los tratados
internacionales suscritos por todos los países europeos. Amnistía
Internacional estima que la CIA podría estar relacionada con cerca
de mil vuelos secretos a través del espacio aéreo europeo, en los
cuales se podría estar trasladando a presos en las condiciones que
antes señalábamos.
Así pues nos encontramos con que ya no son cuatro maleantes los que
se dedican al tráfico de seres humanos. También participan en la ida
y venida ilegal de personas países mal llamados "civilizados", que
han firmado documentos como la Declaración Universal de los Derechos
Humanos o la Convención de Ginebra, países perfectamente integrados
como miembros de provecho en la comunidad internacional. Países como
Estados Unidos, entre otros, que aunque con su prestigio un tanto
ajado, siguen figurando incomprensiblemente a la cabeza de los
poderosos y de los llamados a llevar la paz y la democracia a todo
el planeta.
No hay que sorprenderse de cualquier noticia que nos venga de
Estados Unidos. A estas alturas de la película, llevarse las manos a
la cabeza ante cualquier atrocidad que venga de aquel país, resulta
una mojigatería y un acto de hipocresía. Ya sabemos, y ya hemos
tenido las muestras que necesitábamos, que de Estados Unidos se
puede esperar cualquier cosa y mucho más. Han demostrado que no son
rácanos en ningún sentido, y cuando se trata de hacer barbaridades
con los derechos humanos, lo hacen a manos llenas, en plan
producción cinematográfica. La invasión ilegal de Irak, con todas
las noticias que día sí día también nos llegan de allí, es más que
suficiente para hacerse una ligera idea. Allí se cometen
barbaridades cotidianas, que no por cotidianas dejan de ser
barbaridades. Recordemos también el escándalo de la cárcel de Abu
Graib, o la situación incalificable de Guantánamo, una auténtica
aberración del derecho internacional que, pese a todo, ahí sigue. Y
eso por nombrar un par de temas, los más sobresalientes. Queda por
saber todo lo que se mueve diariamente, en silencio, en situaciones
que nunca llegarán a saberse porque no había nadie que lo pudiera
contar. Hace pocas semanas trascendió un informe del Pentágono,
conocido como informe Formica, en el que se reconoce que las tropas
americanas utilizaron técnicas prohibidas de interrogatorio, como
alimentar a los presos con pan y agua durante más de quince días,
meterlos en celdas estudiadas para que ni puedan tumbarse ni puedan
permanecer de pie, impedir que duerman poniéndoles música muy alta o
regarlos de agua fría y luego someterlos a bajas temperaturas. En
fin, éstas son sólo algunas lindezas que en el informe se recogen
calificándolas como inadecuadas, pero no ilegales. Además se
recomienda que ningún militar sea castigado por ello. En fin, para
qué añadir más.
El caso es que, amparado en su particular "guerra contra el terror",
el gobierno de Estados Unidos se considera con la autoridad
suficiente para hacer cualquier cosa. La opinión pública americana
está fuera de combate, no trasciende, no existe más que si acaso un
tenue hilillo de voz que resulta ridículo teniendo en cuenta que
hablamos de un país con casi 280 millones de habitantes. La
comunidad internacional, como está demostrando, mira hacia otro lado
porque Estados Unidos es un peso pesado reconocido, pese a que
económicamente ya no es lo que era. La UE en particular, adalid de
los valores de la vieja Europa, está demostrando que traga con todo
lo que le pongan delante, y que detrás de su fachada de defensora a
ultranza de los derechos humanos se esconde una unión frágil, sin
contundencia y temerosa de levantar la voz. En el caso de los vuelos
secretos de la CIA que pasaron por territorio europeo, los
ciudadanos deberíamos preguntarnos y preguntar a nuestros gobiernos
por qué consintieron, por qué callaron hasta el último momento, por
qué la UE pasa por alto estos "deslices" humanitarios de los
americanos y se pliega de forma tan ignominiosa a sus condiciones, a
cambio de qué compensaciones o para pagar qué otros silencios.
Las organizaciones internacionales tipo Naciones Unidas, ya han
demostrado ser un cero a la izquierda, un títere en manos americanas
y plegadas a sus intereses. ¿Qué queda?
Pues quedamos todos los demás. Es responsabilidad de los ciudadanos
pedir cuentas. Nadie más va a hacerlo. Es nuestro turno.
/CF