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FEBRERO 2004
RIESGOS ELECTORALES
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Es la técnica del miedo, tan usada históricamente por todos aquellos
que comprendieron que acojonando al personal se recogen más frutos. |
Es tiempo de elecciones, no cabe duda.
Las lenguas se afilan, aún más. Los candidatos destapan sus esencias y
distribuyen sus dádivas a diestro y siniestro, tratando de convencer, de
atraer, de engatusar con promesas, de brillar con luz propia.
¡Qué circo, madre, qué circo!
Uno se pregunta cómo es posible que el "juego" político no haya evolucionado
a través de los tiempos.
Las mismas ironías, los mismos chistes, los mismos gestos condescendientes,
las mismas acusaciones, las mismas promesas.
Nada cambia, ni el decorado, ni el guión, ni los actores.
Pero un nuevo ingrediente aparece en el mercado donde los mercaderes ofertan
sus productos. Y es el riesgo.
Es la técnica del miedo, tan usada históricamente por todos aquellos que
comprendieron que acojonando al personal se recogen más frutos. Pero sobre
todo es la técnica de los derechos, de los que se atribuyen la defensa a
ultranza de la Patria, de los valores tradicionales, del "correcto" sentido
de la convivencia.
Ahora, Aznar, que se está marchando poco a poco, apoya a su candidato
inculcando el miedo al voto de la izquierda. Miedo a que se rompa la
"unidad" de España. Miedo a pactos con los "comunistas", miedo al PSOE y sus
más oscuros deseos.
Pero, independientemente de que tal estrategia, en pleno siglo XXI, es
pobre, absurda y muy retrógrada, delata claramente la falta de visión
política de Aznar, porque todos sabemos que el PSOE no tiene "oscuros"
deseos, es más, dudamos de que tenga deseos. Eso sí, tiene necesidad de
pasar a primer plano, de dejar de ser oposición, porque ese estado
indefinido de la existencia en un parlamento con mayoría absoluta del PP,
está creando ya serios problemas neuronales a los socialistas y más de uno
ya se está preguntando quién es, qué hace aquí, de dónde viene y a dónde va.
Pero Aznar, incansable él en su papel de salvador patrio, es capaz de
resucitar el peligro comunista, los rojos con cuernos y rabo, arrancarlo de
las páginas más amarillas de la historia, para amenazar con ello a los
españoles que, de paso, puede que hasta más de uno se lo crea y se asuste
ante la idea de una España roja, atea y libertina.
Claro que Aznar cuenta con el envidiable apoyo de la Conferencia Episcopal,
del Opus y de toda esa corte de santones que gozan de un envidiable estatus
y que apoyan a ciegas a todo aquel que les permita seguir con su
mamarrachada, con su particular "dios" inventado y con una piadosa
muchedumbre de fieles que prefieren al "dios" del castigo y del infierno que
al Dios de la libertad y de la renovación permanente.
Y así, entre insultos, amenazas, despropósitos y algún que otro escándalo,
nos acercamos a unas nuevas elecciones, acto que en una democracia de verdad
crea ilusión, genera opciones y hace que todo el personal se sienta
partícipe.
Pero aquí no, aquí te imponen los nombres, las listas y las siglas. Te
acojonan a diario, te amenazan y te predisponen a caminar hacia la urna como
si fueras al patíbulo, porque más que un acto libre y sagrado se ha
convertido casi, casi, en un suicidio.
Pero que nadie se preocupe, porque al fin y al cabo, vote a quien vote,
luego da lo mismo. Nuestros gobernantes, sean los que sean, gozan del
privilegio de tomar las más graves decisiones sin contar para nada con el
pueblo. O sea, tu les votas para que luego ellos hagan lo que les venga en
gana. Eso es lo que se entiende por democracia.
¿Y si no estás de acuerdo? pues te jodes y te callas, porque sino te
tacharán de revoltoso y, si te descuidas, de terrorista, que ahora está muy
de moda.
Claro que si no votas, dicen, perjudicas a tu país. Pero el caso es que cada
vez hay más que deciden no votar, porque el sistema no les convence, la
manga ancha de los políticos no les seduce, su prepotencia les desanima.
¿Qué hacer...? muy sencillo, presionar para que se cambien las normas del
juego, para que el pueblo sea más protagonista, para que los "dioses" del
parlamento dejen de serlo, para que se cumplan los programas electorales,
para que se prohíba a los políticos tomar decisiones trascendentales sin
hacer la consulta pertinente al pueblo, para que, en fin, esta democracia dé
un paso de madurez para que no acabe, si no es ya tarde, como las
democracias bananeras, o sea, que no hay ni un atisbo de legalidad. Una de
dos, o cambiamos las reglas del juego o dejamos que el absurdo se instale
entre nosotros.
La decisión es de todos, del pueblo./
MC |
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