Texto: Carolina Fernández
Para comprender
la importancia de la sexualidad en la vida de los individuos, Manuel Lucas ha
realizado estudios de campo en las islas Truck y Ponape de la Micronesia. Es,
además, coordinador de la Licenciatura en Sexología de la Universidad de
Almería, Presidente de la Sociedad Española de Intervención en Sexología y
Delegado Provincial de la Consejería de Salud en Almería. Y aún saca tiempo para
dar conferencias y seguir observando y analizando el comportamiento humano tanto
en la sociedad occidental como en otras partes del mundo.
-¿Cualquier comportamiento del ser humano tiene su origen en la sexualidad?
-No exactamente, porque hay cosas que están relacionadas con otras
necesidades como el hambre o la sed, por ejemplo, pero la sexualidad en el ser
humano tiene una dimensión más importante de lo que reconocemos, sobre todo en
la sociedad occidental. Tienen su origen en la sexualidad muchos más
comportamientos de los que pensamos.
-¿Como por ejemplo?
-Algunos comportamientos agresivos tienen que ver con la sexualidad.
Casi se puede decir que esto es universal: las culturas que están aisladas por
el ecosistema -como ocurre en las islas pequeñitas de Indonesia, Polinesia, o
entre los esquimales, bosquimanos del desierto de Kalahari, etc.- son sociedades
muy pacíficas, no tienen necesidad de derrochar agresividad, y a la vez tienen
una gran flexibilidad en la moral sexual, son muy poco reprimidos.
En cambio, las sociedades que necesitan derrochar algún tipo de agresividad
puesto que tienen por ejemplo conflictos fronterizos, como Nueva Guinea, y las
que mantienen una competencia muy alta entre los distintos grupos humanos,
tienen comportamientos sexuales muy reprimidos, y una normativa y una moral
sexual muy restrictiva.
-¿Cuándo empezó a notarse en la sociedad occidental este giro hacia la
agresividad?
-Creo yo que cuando empezamos a ser una sociedad con una enorme presión
demográfica, con una presión de fronteras. Eso hace que seamos durante muchos
siglos muy agresivos. A partir de que empieza el desarrollo tecnológico, esta
sociedad se desquicia.
-¿Cómo influye la cultura occidental en otras partes del mundo?
-Es una influencia que está haciendo mucho daño. Todavía quedan algunos
reductos que cada vez están sufriendo más. Hay un pueblo en el centro de China,
los Na, que han vivido aislados durante muchos siglos. Era una sociedad muy
libre sexualmente. Suele coincidir que una sociedad libre desde el punto de
vista sexual, es poco agresiva y la mujer tiene un gran protagonismo social y
económico. En este caso concreto existe lo que podíamos llamar el matriarcado
perfecto. Las mujeres no tienen maridos oficiales. Todo el mundo vive en la casa
de las mujeres: de la madre, de la abuela. Los varones pueden tener relaciones
con las mujeres, pero no se casan. Los hijos son hijos de la madre, y no tienen
padre conocido. Esta forma de estructurar una sociedad en torno al matriarcado
está siendo totalmente desmantelada por la presión demográfica a que ya se están
viendo sometidos. Se nota en que las mujeres están ya usando métodos
anticonceptivos, están empezando a pensar en casarse, a tener celos, etc.
"Deberíamos ser
los hombres los que imitásemos más el modelo femenino. Feminizar el futuro
sería importantísimo" |
-Nuestra sociedad también está muy influida por la cultura ligada a la
Iglesia Católica. ¿Cómo nos ha marcado?
-Yo no creo que sea la Iglesia. Siempre echamos la culpa a los curas de
todo esto, pero los curas son víctimas de lo mismo, sufren igualmente esa
represión sexual. Además, está demostrado que desde el momento en que deciden
ser célibes, los curas están muy obsesionados con la sexualidad porque la tienen
más reprimida que nadie, o por lo menos los obligan a ello, aunque alguno no lo
cumpla. El sexto mandamiento es el que destaca, parece que es el único pecado de
la Santa Madre Iglesia. Realmente yo no creo que sean las religiones las que
influyan, más bien las religiones se adaptan a las necesidades sociológicas. Por
ejemplo, los mahometanos de regiones como Irán, Irak, y la zona de Oriente
Medio, con gran competitividad de fronteras y una tremenda presión demográfica,
viven una enorme represión sexual. En cambio los tuareg que viven en el desierto
del Sáhara, que son mahometanos, no tienen esa presión demográfica; ahora todo
está un poco dislocado, pero si miramos cincuenta años para atrás los tuareg
vivían en una sociedad en la que no eran las mujeres las que llevaban el velo,
sino los hombres. Son ellas las que tienen una gran preponderancia desde el
punto de vista económico, social y sexual y además practican hospitalidad
sexual, es decir se ofrecen cuando viene un forastero. Y son mahometanos. La
misma religión con distintas formas de ver las cosas, precisamente por
enmarcarse en espacios demográficos y en ecosistemas diferentes.
-¿Qué opina de las campañas a favor de la castidad?
-Yo creo que tienen poco o nulo éxito. Son cuatro locos que salen por
ahí diciendo tonterías a las que realmente los ciudadanos hacen muy poco caso.
Se hacen cuando más libertad se supone que puede haber. Pero yo creo que más que
las campañas de castidad, lo que tiene éxito para reprimir la sexualidad es el
modelo de sociedad competitivo y agresivo que vivimos.
-Si podemos relacionar el aislamiento geográfico con la libertad sexual ¿cómo
influiría en este tema la globalización en las comunicaciones, en la economía,
en la cultura, etc?
-Pues yo creo que está influyendo muy negativamente. Es palpable y
podemos verlo en el día a día, la enorme agresividad que hay en el ambiente. La
guerra contra Irak es un ejemplo, una guerra sin ninguna motivación clara. Es
muy preocupante que se produzcan esas actitudes agresivas desde unas naciones
que siempre se han presentado como líderes de la libertad y de la democracia.
-Siguiendo esa línea, en alguna ocasión ha dicho que tanto Bush como Aznar
son reprimidos sexuales...
-No es tanta broma. Yo no me figuro a esos dos señores, ni a otros
muchos, teniendo orgasmos muy intensos. Míralos a la cara y verás que son caras
contraídas, poco relajadas. Las risas que le dan a Aznar de pronto, son de esas
que salen forzadas, exageradas. Me acuerdo ahora mismo de una foto que salía en
portada de un diario, en el desfile de las Fuerzas Armadas, en la que está este
hombre riéndose de esa forma tan peculiar. A su lado está Marichalar, mirándolo
con una cara como diciendo "qué hace éste". Es decir, que las personas que
pueden admitir en un momento dado hacer una guerra, las personas que agreden, no
están muy satisfechos sexualmente hablando.
-¿Qué tiene el modelo occidental que parece que todo lo que toca lo corrompe?
-Yo creo que fundamentalmente lo que nos ha pasado es que hemos tenido
un desarrollo tecnológico y científico muy importante, un salto casi de vértigo;
en cambio la madurez psicológica, el desarrollo espiritual -aunque no me gusta
mucho el término- ha sido mucho menor en proporción. Y este salto entre una cosa
y otra supone que tenemos unos instrumentos potentísimos desde el punto de vista
tecnológico, que pueden convertirse en muy peligrosos, sin haber tenido la
madurez suficiente para saber utilizarlos correctamente.
"Tenemos la piel
más sensible de todos los mamíferos, pero la tenemos muy desaprovechada en
nuestra cultura. La gente se acaricia muy poco" |
-¿Hacia dónde nos conduce todo esto?
-Estamos en un punto de inflexión. O cambiamos o realmente esto corre un
serio peligro. Si queremos seguir adelante yo creo que tendremos que dirigirnos
hacia una sociedad bastante más flexible desde el punto de vista sexual, con un
protagonismo decisivo de lo femenino. Y cuando digo femenino no me refiero sólo
a la mujer. Tanto la mujer como el hombre tendremos que ser más femeninos de lo
que somos.
-La liberación de la mujer ¿va por buen camino?
-La liberación de la mujer tiene un defecto para mí terrible, y es que
está imitando el modelo masculino, con lo cual no estamos consiguiendo mucho.
Deberíamos ser los hombres los que imitásemos más el modelo femenino. Feminizar
el futuro sería importantísimo.
-¿Cómo cambiarían las cosas si la mujer ganase protagonismo?
-Yo creo que, efectivamente, lo femenino -no la mujer- va a tener más
protagonismo, y si no lo hacemos muy mal nos irá. Una cosa que cambiaría es que
habría una mayor sensibilidad con la sexualidad. Las mujeres en general os
tocáis entre vosotras más que los hombres. Sois más dadas a lo corpóreo, a
calmar más la sed de piel, porque entre otras cosas es lo que se hace con los
hijos. Lo femenino nos llevaría a una menor agresividad. La energía que da la
testosterona en lo masculino se dirigiría hacia otros caminos, como hacen en
otras culturas. En definitiva, lo femenino haría que esta sociedad tuviera unas
perspectivas mucho más halagüeñas de las que tiene ahora mismo.
-¿Cómo sería una sociedad, si la pudiésemos dibujar, sin tanta represión
sexual?
-No tenemos que dibujarla, ha existido y todavía quedan vestigios. Son
las sociedades de los polinesios, los melanesios, los micronesios, los
esquimales. Son un ejemplo, aunque no para seguir, porque nosotros tenemos un
ecosistema diferente y no creo que pudiésemos aplicar aquí la moral sexual de
los micronesios. Pero sí deberíamos empezar a rebajar la violencia y la
agresividad.
"Tendremos que
dirigirnos hacia una sociedad bastante más flexible desde el punto de vista
sexual, con un protagonismo decisivo de lo femenino"
-¿Cómo hacerlo?
-La única forma de hacerlo es calmando la sed de piel. Tenemos la piel
más sensible de todos los mamíferos, y en cambio la tenemos muy desaprovechada
en nuestra cultura. La gente se acaricia muy poco. Cuando tienen relaciones
sexuales hacen las cuatro caricias de rigor y enseguida se dedican a la
genitalidad y a la gimnasia sexual: a ver cuánto tiempo aguanto yo para que ella
llegue a su meta y a ver cuántos orgasmos consigo de ella. Hacemos una gimnasia
física y mental terrible, que al final nos cansa y no nos deja satisfechos.
Todos tenemos sed de piel desde que nacemos, y es importantísimo calmarla. Las
personas que se acarician no se golpean. ∆
Libros publicados: "Invitación a una Sexología Evolutiva" 1991. "Manual
Médico de Terapia Sexual" 2002 |