Dicen que una sola voz clamando justicia
en un país puede levantar los espíritus en cualquier punto del planeta.
Vicente Romero no cree en las fronteras. Lleva más de tres décadas
recorriendo conflictos a lo largo y ancho del mundo como enviado especial.
Se ha dejado impregnar sin miedo de las vidas y la miseria que viven los
desplazados, refugiados, niños sin hogar, víctimas de guerra,
poblaciones asoladas por desastres naturales, para poder contar la verdad
con todo su dramatismo. Sus denuncias tienen formato de libro (Pol Pot,
el último verdugo, Misioneros en los Infiernos) y documentales que
podemos ver en "Informe Semanal" o "En Portada" de
TVE.
"Este
trabajo me ha permitido desde asistir a una matanza, a una epidemia,
inundaciones, terremotos hasta un sinfín de situaciones gozosas y
divertidas"
"La
realidad es tan fantástica, tan fuera de nuestra capacidad de
asimilación que nos parece increíble y propia de la ficción"
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Tiene
un rostro afable. Habla igual que en la televisión, pausado pero incisivo.
Sus documentales han calado hondo, y ha recibido por ello premios a nivel
internacional. Algunos de sus reportajes han sido seleccionados por ONG para
abanderar campañas de sensibilización. Vicente Romero sacude conciencias.
-Con sólo 22 años te marchaste al Vietnam como enviado especial.
Luego siguieron otros conflictos. Recientemente te hemos visto en
Televisión Española con un reportaje sobre los refugiados. ¿Has cambiado
las guerras por la denuncia social y los derechos humanos?
-No creo que exista esa diferencia. Si hay conflicto es porque hay
una tensión social y viceversa. No considero que exista un conflicto mayor
que una guerra que provoca destrucción, hambre, violaciones sistemáticas
de los derechos humanos. Un terremoto en un país rico es distinto al
ocurrido en un país pobre donde no existen canales para facilitar la ayuda,
las obras públicas. Donde las viviendas son mucho más frágiles. Por eso
creo que no se pueden hacer diferencias.
-Llevas muchos años denunciando injusticias. Después de todo ello,
¿en qué crees que supera la realidad a la ficción?
-Mira, todos los elementos de la ficción son sacados de la
realidad. Ocurre a veces que la realidad es tan fantástica, tan fuera de
nuestra capacidad de asimilación que nos parece increíble y propia de la
ficción. Si a ti te cuentan la historia de un niño que nace en un árbol
después de que su familia lo hubiese perdido todo como consecuencia de las
inundaciones. Y que hasta allí llega un helicóptero y les salva, te
parecería una escena de una película increíble. Sin embargo, sucedió en
Mozambique.
-Me imagino que en ocasiones te sentirás impotente ante tanto dolor
que se repite una y otra vez. ¿Eso tiene arreglo?
-No lo sé, si tú lo sabes, por favor, cuéntamelo. No creo que se
pueda curar, no tiene cura. Habría que cambiar la realidad y el sentido de
la frustración, impotencia y amargura que te produce. Y yo sobre el cambio
de la realidad, soy muy pesimista. No creo que exista posibilidad de cambiar
esta situación de injusticia brutal en la que vivimos.
-¿Y cómo justificas tu actitud luchadora?
-Ya sabes que un pesimista es un optimista bien informado.
-A pesar de ello, ¿has dejado alguna vez de soñar por un mundo
mejor?
-Pues no, porque lo lógico es que el mundo fuera mejor. Lo que es
absurdo es el orden salvaje e injusto en beneficio de unos pocos que tenemos
tendencia a creer que somos nosotros. Cuando la realidad es que nosotros lo
único que estamos es cómodamente instalados en las migajas. Los grandes
negocios, las cifras millonarias están en manos de las grandes
corporaciones, que son las que controlan los destinos del mundo.
-Cuando regresas de uno de tus viajes y ves como el espectador
contempla escenas de muertes, horrores y tragedias que le ofrece la
televisión como la cosa más normal del mundo. ¿Qué piensas?
-Que son cosas que se podrían evitar. ¿Cómo? No aceptando esa
realidad dura como si fuera algo inevitable, lógico e incluso consustancial
a determinadas situaciones en determinados países. Hay que recuperar la
capacidad de reaccionar frente a eso empleando la lógica, las razones más
elementales y actuar en consecuencia.
-Acabas de pronunciar de una conferencia y has dejado al público
entusiasmado. ¿Qué necesitas comunicar a los demás?
-Ese no es un mérito mío. La gente se interesa por otra forma de
ver la realidad. Así que si viene una persona cuya materia de trabajo es
esa realidad y ayuda a ver lo que en el fondo ya están intuyendo, entonces
se produce una corriente de simpatía. Pero no creo que sea simpatía
personal, sino biológica, al identificar cosas que están dentro de ellos.
-Hace unos años escribiste un libro titulado "Misioneros en los
infiernos". A modo de advertencia señalas en el prólogo que eres un
agnóstico convencido y anticlerical. Explícame entonces ¿qué te llamó
la atención de estas personas para dedicarles un libro?
-Eso no tiene nada que ver. En todos estos años me he dado cuenta
del esfuerzo que está haciendo esta gente, de la entrega que ponen en su
trabajo, de la dedicación de sus vidas a una idea, y eso merece un respeto.
Los misioneros, mucho más allá de esa tarea de evangelización de la que
nadie habla, están en la realidad cotidiana dura, que hace que los dogmas
pasen a un segundo plano y que se den cuenta de que no pueden seguir rezando
para que se haga un milagro. Tienen que poner manos a la obra para fabricar
ese milagro. De ahí viene el libro, testimoniando esa reacción mía: una
persona que no comparte con ellos esa posición de fe y esas creencias, pero
en cambio admira su trabajo.
-De todo lo que has vivido en estos años, ¿qué te ha dejado más
impactado?
-Yo creo que todo. Este trabajo me ha permitido desde asistir a una
matanza, a una epidemia, inundaciones, terremotos, golpes de estado,
carnavales, hasta un sinfín de situaciones gozosas y divertidas donde pasas
de lo cómico a lo trágico. Hay vivencias que te pueden marcar más, como
el trato con las familias de los desaparecidos en Argentina y luego también
con sus verdugos, el caos de Ruanda. Son muchos años y muchos sitios.
- ¿La vida y la muerte son cuestiones que se te pasan por la cabeza
con frecuencia?
- Creo que eso es una tontería. Lo peor en una guerra es ser
soldado, o ser población civil y vivir en ese lugar en ese momento.
Nosotros, los periodistas, corremos un riesgo, pero es pequeño comparado
con el que sufre un obrero de la construcción en un andamio o un bombero.
Hombre, un periodista representa a los lectores, la libertad de
información, pero su vida no vale más que la de estos hombres de los que
estamos hablando.
-Tú has estado en muchas ocasiones en Kosovo como enviado especial.
Incluso el Club Internacional de Prensa premió tu trabajo allí. ¿Qué
opinión te merece que se hable tanto del "Síndrome de los
Balcanes" y los militares afectados, y tan poco de la población civil
que está allí conviviendo con aquellas basuras radioactivas?
-Me llamaron de TVE para hacerme un reconocimiento médico, pero a
las gentes de allí nadie se lo ofrece. En todo este tema se han olvidado de
algo muy importante: es prioritario quitar toda aquella basura que se les ha
dejado. Habría que organizar una operación colosal de recogida y
eliminación de residuos porque ese material radiactivo tiene millones de
años de vida activa.
- Y contra eso, ¿qué se puede hacer?
-Ahí estás tú y estoy yo. Gente como nosotros que tiene que
denunciarlo, publicar cosas, movilizar. Si eso no ocurre, nadie les quitará
esos residuos. ∆
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