Periodista y escritora,
Pepa Roma ha publicado "Jaque a la globalización". Un
libro en el que, partiendo de sus protagonistas, explica los mecanismos
antiglobalización que han creado su red a partir de Seattle.
"El
gran error de la mujer en occidente es que se incorpora a los nichos de
poder creados por el hombre, y en lugar de cambiarlos se está adaptando a
ellos"
"El
éxito ha sido desbaratar el sistema de propaganda de esos organismos
internacionales, como el FMI o el Banco Mundial"
"Que
aumenten las cifras de crecimiento no significa que la mayoría de la
población viva mejor, de hecho ha perdido poder adquisitivo."
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Pepa Roma
cogió la mochila a los diecisiete años, y desde entonces no ha parado
quieta. Como enviada especial, asistió a la llegada de las democracias y el
nacimiento del neoliberalismo: Cori Aquino en Filipinas, elecciones en
Corea, referéndum en Chile, la salida de Mandela de la cárcel...
La perspectiva que da viajar le permitió ver como, por todo el mundo, la
explosión de esperanza se convertía en desencanto: "Las cosas fueron
yendo cada vez peor, durante la década de los noventa la pobreza y las
diferencias se acentuaron muchísimo. Volví por ejemplo a Guatemala y los
ex-guerrilleros me decían: 'Para qué he entregado las armas, si el país
está peor que cuando las tomé. Tenemos derecho a voto, pero para votar a
unos políticos que simplemente toman decisiones políticas y no cuentan con
nosotros. No hemos recuperado las tierras, no hemos recuperado ningún
derecho sindical'. A medida que había más diferencias económicas se
destruían las culturas iniciales, pero esto no iba acompañado de una
ideología alternativa".
Sin embargo, en medio del desastre aparecía una gotita de esperanza:
"Al mismo tiempo de este desánimo me iba encontrando a gente que daba
respuestas, que luchaba y a veces se jugaba la vida. Gente que respondía a
eso de que 'han muerto las ideologías pero no los principios', y que los
defendían en solitario".
Las manifestaciones de Seattle acabaron con mucha de esta soledad, aunque
aún queda gente que lucha por su cuenta. Reuniendo testimonios de todos
ellos, Jaque a la globalización es un libro que dibuja y refuerza la
red creada como respuesta a la política de las grandes multinacionales.
-Seattle fue el punto de partida de los movimientos antiglobalización.
¿En qué te influyó para escribir este libro?
-Antes de Seattle, yo me había especializado un poco en el tema de
la globalización, porque en el 99 hice para El País una serie de
entrevistas sobre "los retos del milenio". Hablé con
científicos, gente que parecía a salvo de la pobreza o las diferencias
sociales, y sin embargo se quejaba de como la ciencia estaba cada vez más
mediatizada por el mercado y las potencias. Me extrañó ver como gente que
estaba en el sistema detectaba problemas muy parecidos a los de otra gente
en todo el mundo: en unos lugares el mercado estaba destruyendo las
culturas, los medios de vida tradicionales, mientras que aquí estaba
destruyendo el espíritu científico. En todas partes se iban enfocando los
problemas de manera cada vez más global. Si entrevistaba a un personaje,
por ejemplo, la presidenta del Tribunal de los crímenes de guerra de
Ruanda, aunque no le preguntara, ella ya se planteaba la repercusiones de su
trabajo en la justicia global.
Cuando sucedió lo de Seattle, el periódico me propuso cubrirlo. Y me
sorprendió ver que lo que llevaba constatando todos estos años, sobre todo
en el Tercer Mundo, lo estaba diciendo toda aquella gente. Incluso los
ciudadanos americanos, de esos que tú piensas que están en la sociedad de
la opulencia, entendían lo que pasaba en el resto del mundo y habían
empezado a hacer suyos esos problemas. Allí vi gente que por primera vez
descubrió que no está sola y dije: no son sólo estos 50.000 de Seattle,
sino que el mundo está lleno de voces, que en la medida en que se
encuentran van tejiendo red. Eso me animó a escribir el libro.
-¿Qué está significando para ti este libro?
-Este libro se ha hecho más con los movimientos del resto del
mundo, pero estoy descubriendo que también aquí hay voces parecidas,
porque mucha gente se está poniendo en contacto conmigo. Estoy descubriendo
algo que ya vi en Seattle, que es que la gente no cuestiona el sistema con
consignas, sino con información. Saben que el sistema se está manteniendo
con una especie de pantalla informativa que no se corresponde a la realidad.
Entonces ellos han creado una contra-realidad, una contra-información a
través de Internet. Me di cuenta de que hay una masa de información
oculta, que no sale todos los días en los medios de comunicación, pero que
está circulando. Toda esa gente está creando una visión diferente del
mundo, buscando su propia interpretación de la realidad. Ha sido un
descubrimiento porque hay mucha conciencia en la base, más de la que yo
pensaba.
-¿Cómo definirías tú la globalización?
-Es que globalización es una palabra un poco fetiche, y abarca
muchos aspectos. La globalización es la conciencia de que el mundo es uno.
Eso pone en circulación ideas, intercambios de mercancías y de todo,
facilitado por los nuevos medios de comunicación. Éste es un aspecto que
yo pienso que es imparable, y que hay que aprovechar lo que tiene de
positivo.
Pero hay otro aspecto económico, que es el que se cuestiona. Es una
política del Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización Mundial
de Comercio (OMC), que se han empeñado en derribar las barreras para el
paso de mercancías y el flujo de capitales. Al imperar la ley del mercado,
sin barreras ni normas, el fuerte se come al débil: las grandes
multinacionales llegan a todas partes y se comen a las pequeñas economías.
Ése es el aspecto negativo de la globalización y hay que encontrar una
forma de regularlo.
-Hasta hace muy poco, se daba una imagen positiva de la globalización.
-Esto es lo que ya no se logra vender, quienes lo han hecho son el
FMI, el Banco Mundial, la OMC y los gobiernos, que sólo piensan en cifras
de crecimiento económico. Pero casi el 80% de las cifras de crecimiento de
las que hacen gala los gobiernos responden a la especulación en bolsa, no a
nuevos productos de consumo. Que aumenten las cifras de crecimiento no
significa que la mayoría de la población viva mejor, de hecho ha perdido
poder adquisitivo. Es un crecimiento totalmente ficticio y es lo que se
está cuestionando. Si algo han conseguido esas manifestaciones es que esa
propaganda ya no sirva.
-¿Estamos ante un proceso irreversible?
-En el aspecto de las comunicaciones, yo creo que sí. Pero es
reversible esa globalización económica sin control, tiene que serlo,
porque si no va a quedar un Bill Gates que será el amo de la Tierra.
Estamos en la ley de la selva, donde todo le está permitido al más grande.
Además, este libre mercado llega a la paradoja de que se está convirtiendo
en monopolios, de modo que está eliminando el libre mercado.
-¿Cuáles son las consecuencias, directas o indirectas, de la
globalización?
-La consecuencia es esa especie de paraíso sin ley, donde es muy
difícil distinguir dónde termina la actividad legal de una empresa y
empieza la clandestina. Esto pasa con gran parte de las empresas, porque en
la medida en que defienden sus intereses y no hay nada para frenarlas se
meten en todo. Las guerras que estamos viendo tienen en gran parte motivos
económicos.
Lo que estamos viendo de la globalización son las consecuencias directas:
toda esa masa de desplazados, gente sin hogar ni tierra que ha salido de su
hábitat natural, de su cultura; guerras en Africa; régimen de los
generales en Argelia apoyados por las petroleras; mafias de inmigrantes;
mafias del sexo...
-Las mujeres son las principales protagonistas de tu libro. ¿Es algo que
escogiste premeditadamente?
-En todos estos años he entrevistado a muchísima gente y
recuperando ese material me di cuenta de que había cantidad de mujeres. Y
creo que ha habido una fractura, en el sentido de que las mujeres del Tercer
Mundo se ocupan más de los problemas globales de su sociedad, y el
feminismo occidental, con eso de las cuotas, sólo aspira a incorporarse a
unos estamentos de poder, que al fin y al cabo son los que propagan esas
mismas diferencias. En los países occidentales la respuesta de la calle
está más protagonizada por jóvenes.
En el libro también se recuerda que los hombres han ido por delante, antes
las izquierdas estaban muy representadas por hombres. Y en las izquierdas
que fueron aniquiladas mandaban los hombres, lo que hace que la respuesta de
la sociedad sea de las mujeres que quedan solas. Esto se ve en las guerras
de África y también en América Latina, donde después de las dictaduras
se encuentran esas mujeres para defender la memoria de sus hijos. En los
movimientos contra la impunidad empieza la conciencia de que las democracias
intentan tapar algo, que no son las democracias plenas por las que habían
luchado.
-La incorporación de la mujer a los puestos de poder se suele ver como
un avance, pero tú lo explicas como un atraso. ¿Por qué?
-El gran error de la mujer en occidente es que se incorpora a los
nichos de poder creados por el hombre, y en lugar de cambiarlos se está
adaptando a ellos. Una parte positiva de esto es que se está feminizando la
sociedad, y esto se traduce en el hombre, que está cogiendo lo mejor de la
mujer en sus nuevas formas, en el trabajo, en la familia. Pero en cambio la
mujer está cogiendo lo peor del hombre. Lo vemos en el FMI, que ha
incorporado a una mujer del mismo equipo de Bush, buscando un tipo de mujer
capaz de prolongar el sistema. Con el afán de ocupar el poder, las mujeres
pierden su capacidad transformadora. No creo que exista una reacción contra
la incorporación de la mujer, sino que la reacción es contra los que
empiezan a protestar, los sometidos, que ahora son hombres y mujeres. Lo
importante no es tu sexo, sino la posición que tomas ante el poder.
-En tu libro hablas de como se crean las redes de movimientos sociales y
alternativos. ¿Crees que tienen lo necesario para funcionar correctamente?
-Lo de Seattle nos llenó a todos de esperanza, porque vimos que
gente de todo el mundo unía fuerzas. Pero me da miedo que se convierta en
una moda, que los movimientos que se crean combativos piensen que con tomar
una ideología y salir a las calles a manifestarse basta. Yo creo que para
que de verdad puedan tener un poder transformador deben saber reconocer los
movimientos afines por todo el planeta, contactar y unir esfuerzos. Si no,
puede quedar en una protesta tipo año 68, que tenía mucho ímpetu pero que
luego no supuso una fuerza transformadora para la sociedad, porque no se
unió a las bases.
-¿Los éxitos de estos movimientos podrían interpretarse como un paso
atrás de la globalización?
-Creo que el éxito ha sido desbaratar el sistema de propaganda de
esos organismos internacionales, como el FMI o el Banco Mundial. El
principal objetivo de las reuniones del FMI era salir ante las cámaras de
TV del mundo entero y anunciar, como aquellos planes quinquenales del
franquismo pero a nivel planetario: ¡cinco años de crecimiento! Eso se ha
acabado. Ahora no encuentran ciudades que quieran albergar esas cumbres
porque saben que va a haber follón seguro. Ellos seguirán haciendo sus
negocios, porque las decisiones reales tampoco se tomaban en esas cumbres,
pero lo otro se acabó.
Eso ya es un éxito, y hay más. Lo que pasa es que no se ven a través de
los medios de comunicación, que no te explican todo lo que está pasando.
Por ejemplo, cuando el gobierno en Sudáfrica se opone a las multinacionales
y dice que va a fabricar fármacos genéricos contra el SIDA, eso no es
porque hay un gobierno progre, que ha decidido ser muy chulo y muy valiente,
sino que responde a la presión social, en la que han intervenido todos
estos movimientos. Es un claro ejemplo de cómo han sabido contactar con los
problemas locales y ejercer una labor transformadora. Hasta ahora nadie se
atrevía a ir en contra de una empresa, el beneficio empresarial ha sido
sagrado durante diez años, pero ahora no lo justifica todo, no justifica
que la gente muera de SIDA. Ese tabú se ha roto. Si eso lo hacen a todos
los niveles podrán lograr cosas; si se quedan en tirar piedras o
manifestarse, no. ∆
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