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SEDUCTOR DE PALABRAS

JUAN JOSÉ MILLÁS
Texto: Elena F. Vispo / Fotos: José M. López

Juan José Millás. Escritor.

Juan José Millás, premio Nadal por La soledad era esto, autor de varias novelas de éxito y colaborador habitual en los periódicos, es un ecologista de las palabras. Afirma que detrás del lenguaje está el pensamiento, y por eso para defender al uno hay que empezar por el otro.

 

 

 

 

"En cierto modo ya vivimos en una sociedad de analfabetos".

 

 

 

 

"Alguien que domine la palabra no tiene problemas de trabajo; el mundo está lleno de secretarios y de ministros que necesitan que les escriban los discursos".

 

 

 

 

"El problema de la libertad de expresión es que muchas veces llevamos la censura dentro".


Juan José Millás ha hechizado a las palabras. Ellas le adoran, ronronean de placer cuando consiguen su atención; igual que la gata persa se frota contra mis piernas en el salón de su casa. Las palabras saltan de alegría cuando le ven; igual que Jack, el perro, cuando salimos al jardín. Las palabras acampan en los libros que atestan las paredes, serpentean por la escalera de caracol hasta llegar a la buhardilla donde trabaja el escritor. Allí nos sentamos y la Enciclopedia Espasa nos mira de reojo; sabe que hablaremos de ella. En cierto modo, es coautora de El orden alfabético, la última novela de Juan José Millás, en la que desgrana sus particulares teorías sobre la realidad y el lenguaje.

-¿De dónde viene ese amor por la palabra, por la Enciclopedia?
-La Enciclopedia fue uno de los primeros libros con los que yo me tropecé. En mi casa estaba la Enciclopedia Espasa, aquella de lomos negros, y el primer sentimiento de estar frente a un texto verdaderamente literario fue justamente leyéndola. Ahí empecé a intuir que la realidad se hace con palabras.

-¿También empezó ahí la visión del lenguaje como ecosistema?
-En un momento determinado pensé que era un ecosistema en el sentido de que no sobra ninguna especie y curiosamente los animales en apariencia más insignificantes son los más importantes. En una charca tú puedes quitar una tortuga y no pasa nada, pero si quitas los mosquitos rompes con la escala alimentaria y te cargas la charca. Con el lenguaje pasa algo parecido, podríamos prescindir de algunas palabras pero no de lo más pequeño, que son las letras.

-Utilizas muchas comparaciones con el reino animal. ¿Por qué?
-La verdad es que me interesan mucho todos los discursos que aparentemente están alejados de la literatura. Por ejemplo, hace dos o tres años, en los cursos de verano del Escorial, se reunió un grupo de astrofísicos para hablar del universo en una jerga absolutamente incomprensible. Yo escribí un artículo porque me sorprendió que la sala estuviera todos los días a tope, decía ¿cómo es posible, si no entienden nada? Efectivamente no entendíamos nada, pero la nomenclatura que utilizaban era agujeros negros, materia oscura, principios de incertidumbre, ¿sabes cómo se llama lo que sucede en el borde de un agujero negro? Se llama horizonte de sucesos, fíjate que acierto literario. No sé si hablaban del universo, pero de lo que estoy seguro es de que hablaban de mí.

-Según los periódicos, en Kosovo asistimos a un conflicto bélico y no a una guerra, en donde no ha habido muertos, sino daños colaterales... ¿qué se busca suavizando las palabras?
-Eso genera una realidad sin sangre. Cuando uno busca en los periódicos lee que el comportamiento de la patata ha subido la inflación, es un modo de ocultar que hay gente que toma decisiones que hacen que la patata suba o baje. Eso crea realidades artificiales, virtuales.

-¿Quien controla la palabra controla la realidad?
-Es una responsabilidad compartida. En un pasaje de Alicia en el País de las Maravillas, Alicia está discutiendo no me acuerdo con quién y dice "lo importante es lo que significan las palabras" y le responden "no, lo importante es quien manda". Yo creo que el dueño de la realidad es el dueño de la palabra, y que una sociedad que no sea lo suficientemente culta como para interpretar la realidad a través del lenguaje, es una sociedad dominada. Se están creando sociedades analfabetas, que pueden leer la realidad mecánicamente pero no pueden interpretarla.

-¿Por eso la reducción de las humanidades en los planes de estudios?
-Tiene bastante que ver con eso. La libertad de expresión nos la jugamos en las escuelas, porque ahí es donde se crea a un individuo que va a ser capaz de interpretar y entender lo que está viendo. Los grandes acontecimientos mediáticos anteriores a esta guerra han sido cosas tan banales como la muerte de Lady Di o lo de Clinton; sin embargo, leí el otro día un suelto de quince líneas que decía que doscientas personas detentan el 70% de la riqueza del planeta. Es un disparate, doscientas personas caben en esta habitación. Pero es un disparate posible porque sucede en un mundo incapaz de comprender lo que significa eso. En cierto modo ya vivimos en una sociedad de analfabetos.

-Afirmas que la pérdida de una palabra supone la reducción del pensamiento.
-Claro, no se puede pensar sin palabras, por lo tanto cada vez que se pierde destreza en el lenguaje se pierde capacidad para pensar. Un pensamiento se refuta con el manejo del lenguaje, por eso es tan importante. Alguien que domine la palabra no tiene problemas de trabajo. El mundo está lleno de secretarios y de ministros que necesitan que les escriban los discursos.

-¿Por eso en el ejército usan tanto los monosílabos?
-Bueno, probablemente sea por un problema de afasia, de incapacidad de organizar sintácticamente las palabras.

-Hace tiempo saltó a los periódicos que Defensa te había puesto una denuncia. ¿En qué quedó todo aquello?
-Tuvimos la suerte de que fue a parar a un fiscal progresista y archivó el caso. La demanda fue a raíz de un artículo en el que comentaba que a un sargento de Alcalá de Henares, que tenía un historial tremendo por malos tratos a los soldados, el ejército le renovaba el contrato. Y yo decía que quizás se lo renovaban porque aún no había llegado al grado de perfección de Miravete, que mataba a los soldados. Este los golpeaba, o sea que tenía vocación, y tarde o temprano, si le daban tiempo, acabaría matando con tanta eficacia como Miravete. Esto lo leyó un general y no le gustó. Pasó el artículo a sus superiores, que pusieron una denuncia. Lo que pasa es que esta denuncia sirvió para comprobar que en el ejército no importaba tanto tener en sus filas elementos como Miravete como que eso se hiciera público.

-¿La libertad de expresión sigue existiendo?.
-Sí, el problema de la libertad de expresión es que muchas veces llevamos la censura dentro. Cada vez somos menos libres internamente en el sentido que decía antes, de que somos cada vez más analfabetos desde el punto de vista funcional. No es necesario que haya una ley que prohíba la libertad de expresión, porque ya no existe.

 

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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