El hombre fue construido a imagen y
semejanza de su Creador, y también a imagen y semejanza del Cosmos, porque los mismos
principios aplicados para construir una Galaxia, sirvieron para construir los Sistemas
dentro de la Galaxia y los mundos dentro de los Sistemas.
Y cuando el hombre fue construido ya había sido construido todo lo demás, y la Energía
creadora, en su descenso, fue siendo progresivamente introducida y depositada en el
interior de cada criatura manifestada, bien fuese un sol, un planeta o un hombre.
Pero la Idea inicial del Uno creador contempla que todo se expanda para
que un día todo regrese, sólo que en el regreso cada partícula de vida, cada criatura,
cada ser, adquiriría la consciencia, fruto del despertar de la Mente, y con ella el
control y dominio de la Energía que, siendo Origen, también será Fin cuando el círculo
se cierre y la más excepcional de todas las criaturas, el hombre, se convierta en un
Dios.
Por ello, el proceso que tiene que ocurrir en el hombre, el ascenso de la Energía desde
la base de la columna vertebral a la cabeza, o lo que es lo mismo, la elevación de la
Energía sexual y el consiguiente despertar de la mente por la activación de determinados
centros que permanecen dormidos en el cerebro, es el mismo proceso que ocurrirá dentro
del Sistema por el ascenso de la Energía depositada y retenida en la Tierra y su
elevación al planeta Júpiter, símbolo de la Mente en el Sistema, futuro Sol que
iluminará el nacimiento de una Nueva Era, de una nueva etapa evolutiva en la que la
dualidad será vencida y con ella la presencia de la oscuridad en la vida manifestada.
Y en todo el proceso, tanto en el interior del ser humano como en el
interior del Sistema, el centro regulador, equilibrador y que a su vez cuida que todo se
realice sin desviación alguna, es el corazón, el Amor.
La Energía del Amor, que tiene su asiento en el corazón, hace posible que la
transmisión de Energía desde la base de la columna hacia la cabeza, se realice sin
peligro, dado que su elevado potencial eléctrico podría destruir, quemar, la sustancia
interna del hombre e impedir así que el proceso se consumara.
Por ello, hace dos mil años, el Hijo, el Cristo, abrió con su sacrificio la Energía del
Amor en la Tierra, para que el hombre pudiera utilizarla ante el proceso evolutivo que
inevitablemente tendría que recorrer.
No fue un acto estéril, no fue un acontecimiento discutible, no fue un hecho del que se
pueda prescindir.
La Humanidad como un todo, el planeta como un todo, el Sistema como un
todo, caminan inexorablemente hacia su encuentro con el Uno creador, con su Naturaleza,
con su propósito.
Las puertas fueron abiertas, el camino mostrado y las Energías activadas. Ahora, cada
criatura debe saber ver su destino, debe comprender su verdadera naturaleza y recorrer
inteligentemente el camino para estar dispuesto en el momento del cambio final.
Todo fue creado con un fin y todo se dirige hacia él, y la Energía, conocida por el
hombre como Kundalini, es, además de la presencia inevitable de la naturaleza divina del
hombre, su garantía de futuro, de un futuro contemplado en la Mente del Creador, soñado
por él y en el cual el hombre conocerá y disfrutará de una vida ahora imposible de
imaginar, de una existencia prometida y para la cual todo fue diseñado, sabiamente
diseñado.
Kundalini es Poder, es Energía sexual, es Mente. Pero, sobre todo, es
la clave que identifica al hombre con su Creador, el sello inconfundible que relaciona al
Hijo con el Padre, el código imborrable que define a una nueva raza de seres, de
guerreros, de rebeldes.
De momento, el hombre sólo conoce de esa Energía sus connotaciones sexuales y, como
consecuencia, la dificultad para dominarla o controlarla.
Pero en un futuro descubrirá su naturaleza eléctrica y el poder que contiene y,
controlándola mediante la vivencia del Amor, la elevará hasta vivir el impacto en su
mente y su transformación definitiva en un verdadero Hijo de Dios.