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CHIAPAS. LA MENTIRA CONSENTIDA
TEXTO: ISABEL G. MUÑIZ - FOTOS: JUTTA

ChiapasChiapas despidió el 97 con violencia, mucha violencia. El 22 de diciembre morían a manos de grupos paramilitares en Acteal 45 indígenas, entre ellos mujeres y niños. Poco después, en Ocosingo, el 12 de enero y fruto de una fuerte represión policial, moría una indígena que participaba en un acto de protesta por la matanza: Guadalupe, otro nombre más que añadir a una larga lista. A ella hay que sumar un líder campesino recientemente asesinado.
Seguramente en estos momentos habrá muchos más. La lista continúa creciendo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

"Ya han expulsado a algunos extranjeros. El gobierno mexicano no quiere testigos que puedan difundir la situación real del estado"


J
utta lleva dos años y medio viviendo en San Cristóbal de Las Casas, un municipio cercano al de Acteal, donde el pasado mes de diciembre se produjo la matanza de 45 indígenas. Es miembro del Centro de Derechos Humanos de Fray Bartolomé de las Casas y coordinadora de los Campamentos Civiles por la Paz. El centro pertenece a la diócesis de San Cristóbal y lo preside el obispo Samuel Ruíz.
Extranjera en un país en lucha y sin más pretensión que contar lo que ven sus profundos ojos azules, Jutta expuso ante nosotros la situación de injusticia que se vive en Chiapas.

-¿Cómo es la situación actual en Chiapas?
-Chiapas tiene tres millones de habitantes. Un 35% de ellos vive desplazado y un 47% de la población es analfabeta. La malnutrición y la tuberculosis son causas importantes de mortalidad. Gran parte de la población vive en un estado de pobreza y sufre importantes violaciones de los derechos humanos: asesinatos, detenciones arbitrarias, violaciones etc. La situación es de una creciente violencia. Cada vez hay más grupos paramilitares; aunque el Gobierno niega su existencia, desde el 95 está claro que existen y que tienen vínculos directos con los Gobiernos, tanto municipales como estatales.
Concretamente hay un grupo paramilitar en la zona norte de Chiapas que irónicamente, se llama Paz y Justicia. Oficialmente es una organización campesina que favorece el desarrollo de las comunidades indígenas en la zona norte, pero es claramente un grupo paramilitar que está sembrando el terror en las comunidades. Y se sabe que esta organización recientemente recibió miles de pesos del Gobierno Estatal.

-¿Ha cambiado algo la situación tras la matanza de Acteal?
-Acteal está en un municipio que se llama Chenalho, muy cerca de San Cristóbal, en la zona alta de Chiapas. Es un municipio pequeño de 30.000 habitantes donde ya antes de la matanza hubo miles de desplazados; y desde entonces, cerca de un tercio de la población se ha desplazado. Tras la matanza de Acteal se han agudizado los problemas, hay muchos más desplazados. Existe una total impunidad con los paramilitares por los vínculos que mantienen con los estatales. La policía de seguridad pública los respalda, a veces directamente y otras indirectamente, diciendo que no ven nada.

-Como miembro del Centro de Derechos Humanos, ¿en qué consiste tu trabajo allí?
-Trabajo en la oficina, como coordinadora en el área de los Campamentos Civiles por la Paz, un proyecto que dentro del centro permite a varios observadores extranjeros conocer la realidad que se vive en este país. Los voluntarios, tanto mexicanos como extranjeros, ofrecen su solidaridad y son observadores y testigos de la situación indígena. Nosotros recibimos a los voluntarios que vienen de diferentes comités de solidaridad de muchos países, les damos una preparación para convivir en las comunidades indígenas, tratando de explicar que es una cultura bastante diferente, y les hablamos de la situación general. También recibimos a los que regresan de las comunidades y nos dan información sobre cómo las han encontrado.

-¿En qué condiciones están viviendo los desplazados?
-Hay campamentos de refugiados donde las condiciones son infrahumanas: viven bajo lonas de plástico y hojas de plátano, sin protección frente al frío y la lluvia. En concreto el Centro de Derechos Humanos denunció esta situación en un campamento de Chenalho y una brigada fue a visitar el campamento. Un campamento donde proliferan las enfermedades y ya han muerto varios niños de neumonía. Cuando dos días después esta brigada se entrevistó con funcionarios del gobierno estos les preguntaron si no sería todo un teatro. Fueron preguntas cínicas, casi imposibles de creer.

-Recientemente habéis denunciado una campaña por parte del Gobierno mejicano de hostigamiento a los extranjeros.
-Los Campamentos Civiles por la Paz existen desde hace mucho tiempo y siempre se ha tratado de desacreditar a los observadores nacionales e internacionales que vienen a la zona para ver qué está pasando. Desde el Gobierno se fomenta la idea de que los extranjeros contribuyen a la violencia, que están dirigiendo a los indígenas, y desde la masacre en Acteal hay otra oleada de persecuciones hacia ellos. Ya expulsaron a algunos extranjeros y están amenazando con expulsar a más. La idea es obvia: no tener testigos que puedan difundir la situación real del estado, la imagen de Méjico y del Gobierno democrático es muy importante para ellos, sobre todo ahora que se está negociando el Tratado de Libre Comercio tienen que tener la imagen de una democracia plural y de respeto a los derechos humanos. Tener testigos que muestren lo contrario no les conviene, y así desvían los problemas que existen echándoles las culpas a los extranjeros.

-Mencionas la existencia de una guerra de baja intensidad, ¿cómo es esta guerra?
-Es una guerra más silenciosa, cuyos objetivos son acabar con la oposición armada y con todo tipo de oposición al gobierno, que quiere mantener el poder y control sobre estas zonas. Esta guerra tiene por blanco la sociedad civil, es decir, la población que a su vez es la base o el apoyo de los zapatistas. Y como estrategia, no sólo desarrollan una táctica militar, sino que tiene varios ejes: por una parte hay una fuerte militarización de las zonas con presencia zapatista y por tanto hay una intimidación diaria de la vida de las comunidades; por otra parte los militares están ofreciendo su labor social en forma de servicios médicos, peluquería, etc. en un intento de dividir a la gente de las comunidades.

-¿Cómo reacciona la gente ante esto?
-Con la creciente violencia también la resistencia está creciendo. A principios de año, entraron militares a distintas comunidades supuestamente buscando armas u ofreciendo ayuda a las comunidades, y en muchas ocasiones fueron rechazados. Han sido las mujeres las que han jugado un papel importante, rechazando la ayuda de los militares; se organizaban y les ponían límite. Cuando llegaron los militares a un campamento de refugiados supuestamente a ofrecer alimentos, las mujeres les dijeron que no los querían allá, y en ese campamento no hubo alimentos. Se necesita tener una fuerza importante para poder decir: esta ayuda viene con un precio que no queremos pagar, y no la aceptamos.

-¿Cómo es la situación de la mujer en Chiapas?
-Ellas cada vez están cogiendo un papel más importante en las comunidades, pero también es un proceso lento. Hay una separación muy grande entre las tareas de los hombres y de las mujeres, es un proceso lento. Las mujeres son las que principalmente cuidan el hogar, y los niños, siguen siendo las víctimas de las violaciones, de la pobreza, aunque los hombres también.

-¿Qué fue lo que te motivó a ir a Chiapas?
-Fue la casualidad. Llegué después de la ofensiva militar y me interesaban los Derechos humanos. Tenía amigos en Méjico que me presentaron el Centro. Hice varios viajes a las comunidades indígenas y me impactaron mucho.

-Apenas has estado en España dos o tres días dando conferencias y mañana mismo regresas a Chiapas, ¿cuesta salir de Chiapas?
-Al principio no quería marchar porque no sabes qué va a ocurrir allí al día siguiente, pero por otra parte es un tiempo muy importante para difundir la información de una forma más viva. Lo que sale en los periódicos es información más seca, y yo espero que transmitida así, de forma más personal, pueda despertar mejor el interés de la gente.

-No deseas dar tus datos personales, ¿crees que podría ser problemático para ti?
-Sí, al igual que para todos, porque la persecución es generalizada. En noviembre del año pasado en la zona norte donde actúa el grupo paramilitar Paz y Justicia, atacaron la caravana de dos obispos, y también en Chenalho hubo ataques físicos a trabajadores del Centro de Derechos Humanos.

-¿Tienes esperanza en una solución a los conflictos?
-A veces es muy difícil ver la luz al final del túnel, pero hay que mantener la esperanza. En ese sentido, lo que ocurre en las comunidades indígenas es algo impresionante, porque tienen una fe profunda que les da mucha esperanza, y esa esperanza les da una fuerza de resistencia que también nos anima a nosotros, tanto como la solidaridad nacional e internacional.

 

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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