GUSTO POR LA CALIDAD
De sobra es
conocido el amor de los romanos por el culto al buen vivir. Comida y bebida
formaron parte de las raíces de este pueblo que dejó sus huellas allá por
donde pasó. Pero los romanos jugaban con ventaja en esto de los
descubrimientos enológicos. Baco, dios al que consagraron la memoria del vino,
fue un gran cicerón para los romanos que conocieron tierras gallegas. Así en
Valdeorras, al mismo tiempo que explotaban los yacimientos auríferos,
dedicaron gran parte de su tiempo a la explotación de una de las riquezas de
esta tierra: la producción de vinos, tanto blancos como tintos, en las
plantaciones de vid que se asentaban en las laderas del valle del Sil. Después
la historia la continuaron escribiendo las órdenes religiosas que se
instalaron en la zona, debido a la proximidad del Camino de Santiago.
La temida filoxera, que causó auténticos estragos en toda Galicia, se ensañó
de manera especial con Valdeorras, lo que hizo aumentar la plantación de
variedades foráneas más resistentes que las locales. El sector se levantó
gracias a la puesta en marcha de un programa denominado Reestructuración de
Viñedos de Valdeorras. Este proyecto hizo que, de nuevo, el mundo del vino
volviese sus ojos hacia Valdeorras y reconociese la calidad de sus caldos.
En la actualidad, los vinos de Valdeorras, no tienen ningún complejo a la hora
de afrontar nuevos retos que les hagan seguir creciendo. "Valdeorras es una
denominación de elegantísimos vinos, tanto blancos como tintos -comenta Xoan
Cannas, Ex-campeón Gallego de Sumiller y finalista del Premio Nariz de Oro-.
Quizá es la denominación en la que está más igualado el porcentaje de blancos
y tintos, sobre todo en cuanto a calidad". Aunque hay muchas variedades de uva
blanca autorizadas por el Consejo Regulador -Dona Blanca, Palomino y Jerez- la
uva blanca merecedora de todo el reconocimiento es la variedad Godello.
Los blancos producidos por la variedad Godello en Valdeorras son vinos de
estructura robusta que resultan sutiles y complejos, con intensos aromas que
recuerdan a manzana. En el paladar se muestran plenos de nervio e imprimen una
personalidad acusada y que se graba en la memoria. Si hablamos de tintos, los
que obtienen todo el reconocimiento son los elaborados a partir de la variedad
Mencía. Manifiestan expresiones aromáticas intensas y sutiles, sumamente
personales, que rememoran las frutas silvestres, quizá mora y arándano. En
boca se descubren aterciopelados y elegantes con un evocador postgusto que
persiste a lo largo del tiempo.
/ Texto: Area Veiga |