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SUPLEMENTO GALICIA -
DICIEMBRE 2003
CAMINOS DE SANTIAGO
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Foto: Dpto. Exposicións Xacobeo |
"...Eso es el Camino de Santiago. La huella de los caminantes, que crearon la
urdimbre de Europa. La huella de los penitentes que pulían sus conciencias al
roce de sus sandalias. Las huellas de los creyentes que sentían a Dios en la
soledad de los páramos. La huella de los comerciantes, los curiosos, los
soldados, los artistas, los reyes y los mendigos, los santos y los rateros,
buscavidas y juglares que surcaron, desde Frisia hasta Galicia, la vía del
Finisterre, portando ansias y mercancías sobre un enlosado de huellas.
La peregrinación es así: inmemorial en el tiempo, universal en el espacio,
común a todas las religiones, plural en sus manifestaciones. Nada de la vida
le es ajeno, y nada de la muerte le es temido. Profana y sagrada a la vez,
reino de humildes y teatro de vanidades". Xosé Luis Barreiro Rivas desde la
presentación del libro El relato compostelano de Xosé Chao Rego.
LA HUELLA INFINITA
C aminar. Dejar atrás las penas,
los pecados, los temores. Caminar para dejar atrás un pasado y enfrentar un
futuro sin sombras. El descubrimiento del sepulcro de Santiago el Mayor,
recién iniciado el siglo IX, hizo que todas las miradas se dirigiesen hacia
Santiago de Compostela. En el siglo X comienzan a aparecer referencias de los
primeros peregrinos, pero es a partir de la institución del Año Santo
Compostelano, en 1179, cuando Santiago es realmente punto de destino de
peregrinos de todas partes. Dicen que cuando Dios terminó de crear el mundo
apoyó la mano sobre la tierra. Su huella formó Galicia y dejó impresas cientos
de líneas visibles e invisibles que más tarde se tornaron en caminos por los
que viajarían los peregrinos. Por los caminos visibles transitan personas que
inician sus pasos por muy diferentes motivos, no siempre religiosos. Por los
invisibles transitan ideas, pensamientos, sueños que se hacen comunes a todos
los viajeros, formando una inmensa red que convierte a todos en lo que
realmente son. El cansancio no distingue ricos de pobres. Los pies de un
blanco duelen igual que los de un negro, el sueño vence igual a un creyente
que a un ateo, el estómago de un oriental reclama comida al igual que el de
uno nacido en estas tierras. Nadie es distinto en el Camino de Santiago.
A la ciudad del Apóstol se puede llegar a través de cualquiera de los ocho
Caminos Jacobeos. El Camino Francés entra en Galicia por O Cebreiro a 1200
metros de altitud. Está considerado por el Consejo de Europa, Primer
Itinerario Cultural Europeo. El Camino Primitivo fue utilizado por los
primeros peregrinos asturianos que viajaban de Oviedo hasta Galicia. Gracias
al Camino del Norte se creó una fuerte corriente jacobea de peregrinos
llegados desde Inglaterra, Flandes, Alemania o Escandinavia. El Camino Inglés
sirvió para que peregrinos llegados desde Escandinavia y las Islas Británicas
comenzaran sus peregrinaciones en el siglo XII. El Camino Fisterra-Muxía surge
de la necesidad de muchos peregrinos de llegar hasta el Finis Terrae, un lugar
lleno de mitos y leyendas considerado el punto final de un itinerario marcado
por la Vía Láctea. Pasamos ahora a la Ruta Marítima del Mar de Arousa y Río
Ulla que revive la llegada del cuerpo del Apóstol por mar desde las tierras de
Jerusalén. El Camino Portugués permitió la entrada de los peregrinos desde
Portugal al mismo tiempo que abrió puertas a un rico intercambio cultural y
económico. Por último el Camino del Sudeste-Vía de la Plata, se llamó así por
ser una prolongación de la calzada romana que unía Emerita Augusta con
Asturica Augusta.
Es imposible decir cuál de todos los caminos puede aportar más al peregrino.
Cada uno con su forma, su trazado y sus lugares forman parte del espíritu
jacobeo que acompaña al caminante desde que inicia la senda hacia Santiago.
/ C.R. |
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