o
ha parado de hacer fotografías desde que le regalaron su primera cámara,
en la comunión. Veinte años en los que ha recorrido el blanco y negro y
el color, consiguiendo hacer de su afición un trabajo.
-Trabajas
la foto periodística en un diario local, ¿en qué se diferencia
fundamentalmente ese trabajo de la foto para exposición?
-Es totalmente diferente. La fotografía de prensa es instantánea y
momentánea, tiene que ser todo para ya, no puede esperar. En cambio, la
fotografía de naturaleza la realizo con muchísima más relajación, con
mucho más tiempo. Fíjate que estoy preparando un libro de fotos sobre
las cuatro estaciones en Ancares en el que llevo trabajando cuatro años
y pretendo terminar en enero de 2007.
-La
fotografía para Gaztelu es más que una profesión, ¿en qué sentido te
permite una mayor expresión personal?
-La mejor manera de expresar mis sentimientos ahora mismo es la
fotografía, sin ella no sé qué haría. Es una manera de contar y ver las
cosas de manera diferente.
-¿Qué
aportan de diferente el color y el blanco y negro a una fotografía?
-Cuando era un chavalín tenía laboratorio y era muy especial el
meterte allí con esa luz roja o amarilla, revelando, y viendo cómo poco
a poco salía la fotografía. Pero llega un momento en que te das cuenta
que al blanco y negro le falta algo, lo fundamental, el color. Si yo
siguiera haciendo fotos así es como si no hubiera evolucionado, como si
en la actualidad siguiera viendo la tele en blanco y negro.
-Tu refugio
particular se encuentra en Tejeira, a más de 1.500 m altura, en pleno
corazón de Ancares. ¿De qué escapas o qué buscas?
-Escapo del ajetreo diario del trabajo de prensa. Soy el encargado de
cubrir todo El Bierzo, un espacio grande, muy poblado, que me mantiene
en una carrera continua. Todo tiene que ser muy rápido, y yo soy una
persona muy tranquila a la que al mismo tiempo le encanta el periodismo
por el movimiento que tiene. Sacas la foto de un político y luego otra a
un señor de 80 años en un pueblo perdido, con el que charlas
tranquilamente un rato. Esa variación me encanta, pero después de once
días seguidos termino agobiado. Y entonces es cuando me voy a Ancares y
me cambia la vida. Busco la tranquilidad absoluta que es el bosque, que
para mí es lo máximo que hay.
-¿Consideras que Los Ancares leoneses están suficientemente valorados?
-Creo que no. El problema es que al ser una reserva nacional de
caza, la política que se sigue en Ancares está más centrada en el tema
de la caza que en el medio ambiente. Es verdad que se están haciendo
replantaciones, pero llegas a Ancares y está todo lleno de pistas que no
se sabe a dónde van. Además han desaparecido los urogallos y el otro día
mataron un oso en Burbia, es decir, que no hay un control sobre las
especies.
-Tenías
pendiente fotografiar al lobo para tu próximo libro y lo has conseguido.
¿Cómo fue ese encuentro?
-Maravilloso. Llevaba detrás del lobo cuatro años, saliendo casi a
diario detrás de él. Llegué a conocer dónde comía, por dónde se movía...
pero no lo había visto nunca y fue un encuentro maravilloso. Iba con mi
mujer bajo una nevada impresionante cuando vimos una manada de cinco
lobos. Les sacamos unas fotos increíbles.
-¿Por qué
ese interés especial con ese animal en concreto?
-Por ese amor-odio que hay desde siempre con respecto al lobo y que
no comparto. Me parece un animal superinteligente que nos tiene tanto
miedo como nosotros a él. Se parece mucho al ser humano tanto en la
forma de cazar como de comportarse. El lobo es el típico animal difícil
de ver porque tiene mucho miedo al hombre, así que era un reto personal
intentar localizarlo y no paré hasta que lo conseguí.
-¿Por qué
sigue demonizado el lobo, pese a los intentos de documentalistas,
naturalistas y fotógrafos por mostrar su realidad?
-Es una cosa tan ancestral que terminar con ello va a ser muy difícil.
Sólo confío en que las nuevas generaciones poco a poco se den cuenta de
la verdadera naturaleza del lobo. En Ancares, por ejemplo, se le temía
porque comía el ganado, pero ahora la Junta de Castilla y León indemniza
a los ganaderos cuyos rebaños son atacados por lobos. Además la gente
teme que si hay lobos se acabe la caza y la Junta no les dé el
porcentaje de dinero que les corresponde a las juntas vecinales. Sigue
habiendo esa guerra estúpida por falta de conocimiento: los lobos no
pueden comerse toda la caza porque si no ellos luego se morirían de
hambre. La naturaleza es mucho más sabia que nosotros.
-¿Qué
capacidades exige el fotografiar a un animal en su hábitat natural?
-Lo difícil de sacar fotografías en la naturaleza como yo lo hago -con
animales sin entrenar-, es lograr integrarte de tal manera en el bosque
que la naturaleza venga a ti.
-¿Qué
relación mantiene el berciano con la exuberante naturaleza que le rodea?
-Creo
que no hay ningún berciano al que no le guste el bosque, tanto es así
que en cuanto pueden van al monte porque tenemos la suerte de tenerlo al
lado. El Bierzo es un valle rodeado de montañas preciosas y los
bercianos están arraigados a la montaña por los cuatro costados, de
hecho la mayoría tiene sus raíces en un pueblo. La pena es que haya
gente que piense que el bosque se está desplazando demasiado cerca de
los pueblos y le prenda fuego, generando esos incendios que sufrimos
todos los veranos. Vuelve a ser el miedo ancestral, y me gustaría que la
gente se diera cuenta de que no hay nada más maravilloso que la
naturaleza.
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Foto: Gaztelu |
-¿Cree que
el entorno verde ha ayudado a conformar la personalidad única del
berciano?
-El bosque tiene un punto especial que puede influir, y de hecho yo
tengo un compañero de Tierra de Campos que dice que una vez conocido
esto nunca volverá a su pueblo. Sin llegar a ese extremo, tanto el Alto
Sil como Ancares para mí son joyas que deberían estar protegidas
sentimentalmente porque la gente les tiene un cariño especial. ∆