Jesús Calleja
Más allá de los límites
Este
viajero se propuso un reto: subir las siete cumbres del planeta y el Lhotse;
participar en dos rallys, y realizar una travesía por el Polo Norte. Frente
a la incredulidad de muchos, puso fecha: realizar todas las actividades en
un plazo máximo de dos años y medio, que se cumplirán en 2008. Y, como
sorpresa final, iba a hacerlo todo en solitario. La adrenalina estaba
servida. A este reto lo bautizó como Desafío Extremo, y gracias a ello está
llevando el nombre de Castilla y León por todos los rincones del planeta. Al
terminar podrá contestarse a una pregunta:¿Dónde están los límites de cada
uno?
Texto: Marta Iglesias. Fotos: J. Calleja
-¿Por
qué lanzarse a realizar Desafío Extremo?
-La
idea surgió bajando el Everest, porque lo pasé tan mal buscando financiación
para poder ir que pensé que si encadenaba una serie de aventuras no tendría
que condicionarme a buscar dinero cada vez que quisiera hacer una. Así que
me apoyaron la Junta de Castilla y León, y la empresa leonesa RMD, a quienes
estoy muy agradecido. La contraprestación que les doy es repercusión
mediática.
-Finalizará
en 2008. ¿Es que se puede poner fecha a una aventura?
-Es
muy difícil poner fecha, pero como se trataba de sacar este proyecto
adelante tenía que vender una aventura en los sitios más difíciles, solo y
en el plazo de dos años. Encima he tenido la suerte -y tengo que dar gracias
a mi fortaleza física- de que lo estoy consiguiendo. Tengo más o menos el
70% de las pruebas y he hecho las más difíciles: la Antártida, el complejo
McKinley, el Everest, el difícil Lhotse, y acabo de hacer la esquiva
Pirámide de Carstensz. He hecho lo más complicado y no he fallado.
“Subir un ochomil supone un cambio mental radical porque tienes
que asumir que te puedes morir. No hay otra forma de hacerlo” |
-Es atípico
lograr ochomiles al primer intento. ¿Por qué crees que has tenido tanta
buena 'suerte'?
-Porque me he creído el proyecto y he sido muy disciplinado, entrenando
todos los días hiciera el tiempo que hiciera. Y luego hace mucho la cabeza;
cuando la gente se iba del Everest porque había un caos meteorológico
utilicé la paciencia, sufrí durante dos meses y medio, alimentándome con una
comida horrorosa. Tengo la gran ventaja de que paso mucho tiempo en el
Himalaya, mi mejor amigo es un tibetano y me transmite esa paciencia que
ellos tienen, esa filosofía de enfrentarse a los problemas, algo de lo que
carecemos los occidentales y que me ha llevado a un 100% de éxito.
-¿No temes
que la fecha que has puesto no te deje tener la cabeza fría para dar la
vuelta en un momento determinado?
-Es
cierto. Esa presión me condiciona para que utilice todos mis recursos
físicos y mentales para conseguir la prueba, así que me ha ayudado a
conseguir los objetivos. Sin ella seguramente en el Everest me hubiera dado
la vuelta. Así que esa presión es a la vez una motivación que me ha llevado
a descubrir que el ser humano es capaz de hacer mucho más de lo que imagina.
-Has
comenzado a subir ochomiles después de muchos años de experiencias en otras
montañas. ¿Es porqué te pedía más tu cuerpo o tu mente?
-Las
dos cosas. Tienes que ver que físicamente respondes y puedes dar más, y
luego psicológicamente te vas marcando retos. Es el mismo instinto de
superación que se utiliza en la vida o el trabajo para no quedar estancado.
-¿Qué supone
mentalmente subir un ochomil?
-Es
un cambio mental absolutamente radical. A partir de siete mil quinientos
metros existe un claro riesgo porque estás en lo que se llama la 'barrera de
la muerte'. Ahí la gente se muere sin ninguna explicación, está en un lugar
donde los médicos dicen que no se puede vivir. Sólo hay un 25% de aire, es
como si te quedara medio pulmón de los dos que tienes. Y con eso tienes que
vivir y escalar, haciendo un esfuerzo titánico, y teniendo la cabeza
medianamente lúcida. Psicológicamente eso es salvaje. Cuando tengo que
dormir a esa altura soy consciente de que me van a bajar las constantes
vitales y puede venir la muerte súbita. Puedes echar a correr, como me pasó
la primera noche en el Cho-Oyu, o asumirlo. Ahora yo doy por válido que
puede ser mi última noche y cuando llegas a eso es cuando te relajas y estás
preparado para todo lo que ocurra. Es trágico y duro, pero es la única
manera. No hay otra forma de subir. Si no asumes esa circunstancia no se
puede progresar. Y ésa es la evolución máxima en el himalayismo.
-¿Por qué
Calleja sube solo las montañas?
-Veo
las expediciones y lo que ocurre en ellas. O vas con una pandilla de amigos
de toda la vida como la mía -con los que iría al fin del mundo- o es muy
difícil que en una expedición todo salga perfectamente. Porque no conoces
con quién estás y te tienes que atar a una cuerda de la que depende tu vida
a alguien que no conoces. Como es muy difícil coincidir con los amigos tuve
que elegir entre una expedición comercial organizada o ir solo. Y elijo ir
solo.
“La presión por llegar a la cima es a la vez una motivación que
me ha llevado a descubrir que el ser humano es capaz de hacer
mucho más de lo que imagina” |
-¿Cuál es la
enseñanza por la que has tenido que pagar más alto precio en una montaña?
-He
tenido suerte hasta para eso porque siempre hay algo ahí, que no sé qué es,
que me protege. Yo en la montaña tengo impresiones siempre. En el Everest
cayó una avalancha en el Campo 1 de tal dimensión que mi tienda quedó
sepultada bajo veinte metros de nieve. Ese día decidí madrugar, cuando mi
primer plan era quedarme el día entero en el Campo 1. Hubiera estado muerto
por una diferencia de dos horas. Este año en el Lhotse hacía un día muy
bueno y las condiciones parecían las perfectas para subir la cascada, pero
algo no me convencía. No fui y se murieron tres sherpas sepultados por un
serac. Además se murió un checo delante de mí, que ocupaba mi lugar porque
decidí trasladar la salida al día siguiente. Me ocurren estas cosas y no sé
cuál es la explicación.
-¿Esas
intuiciones te vienen sólo en la montaña?
-Me
pasan especialmente en la montaña. Tengo un instinto, una intuición, leo las
nubes, escucho el viento, observo la escarcha por la mañana, cómo se
condensa mi tienda, si vuelan los pájaros, las nubes altas. Ese tipo de
cosas son indicadores de qué va a suceder con el tiempo. Si el sonido no se
propaga, si es demasiado seco, si no hay eco ni casi ruidos, yo nunca subo
una montaña porque eso es que la nieve está recién caída y hace de
absorbente. Es como un instinto natural que inconscientemente se me ha
desarrollado, como a los animales.
-¿Qué
recibes de la montaña?
-Sobre todo una manera diferente de vivir. Yo soy una persona de carácter
feliz, suelo estar a gusto siempre, pero ahora cuando llego a esta sociedad
las cosas me llegan a agobiar de tal manera que no soporto esta presión. No
quiero desconectarme nunca de la montaña porque sólo soy feliz allí, con mis
sherpas, las tribus que veo, yendo con la gente a que me enseñe su valle,
que me lleve de la mano por sus montañas, que conozca sus flores, sus
plantas, sus signos y señales. Entonces noto que llego a ser como una parte
más del paisaje. Podría ganar más dinero y tener un nivel de vida mucho
mejor y con más comodidades, pero estoy en una tienda de campaña aguantando
la lluvia, el agua, las sanguijuelas, durmiendo en una colchoneta, comiendo
arroz; estoy con mis amigos los sherpas, abro la ventana y veo unas montañas
increíbles, y veo a los pájaros. Creía que esto se me iba a pasar y que me
cansaría de las incomodidades, pero todo lo contrario, cada vez estoy más y
más enganchado.
-¿Qué
ingredientes debe tener una aventura para que tú la consideres como tal?
-Para mí la aventura siempre ha de tener un riesgo, adrenalina: que me
acepten las tribus hostiles de Oceanía y me dejen subir la Pirámide de
Carstensz, estar colgado de una cuerda, ir a un desierto... Algo que
estimule mis cinco sentidos, que tenga que estar alerta de todo, que deba
sacar una lectura para sobrevivir. Cuando tu vida corre un riesgo potencial,
absolutamente todos despertamos el máximo de nuestra capacidad sensitiva, y
eso nos estimula a todos. Lo que conlleva algo atrevido, dar un paso más,
estimula y es una aventura. Enamorarse es una aventura y estimula; a mí me
genera adrenalina, me saca de la rutina, esa noche no duermo, me entra un
hormigueo. La aventura puede estar en enamorarse, en una perspectiva de
trabajo, y en mi caso personal en la naturaleza.
-¿Qué
recuerdos guardas de las montañas de León?
-Ellas son mis diosas, porque yo he entrenado aquí. Ya estoy deseando que
llegue el fin de semana para salir con mis amigos a la montaña. Son las
montañas más bonitas del mundo y las adoro, las quiero, las amo. Son únicas,
y tienen unos paisajes y una tranquilidad... Mi preferida es Peña Ubiña. ∆ |