n 2001 fue uno de los tres montañeros
que tocó la cumbre del Everest en la Expedición Samuel Rubio de Castilla y
León. Al año siguiente coronó el Cho-Oyu -la sexta montaña más alta de la
tierra- y este año, cuando se frustró el proyecto de ir al Dhaulagiri, se
le presentó la oportunidad de volver al Everest. Era la misma montaña pero
el reto era totalmente diferente: suponía ir por la cara norte, en
solitario y sin oxígeno. "En la primera subida al Everest nos fue muy
bien, conseguí subir con Tente Lagunilla y Pedro Rodríguez. Fue un éxito
para Castilla y León, y personalmente un logro enorme. Pero siempre te
queda la espinita de haber utilizado el oxígeno que, haciendo un símil, es
como hacer un poco de trampa".
-¿Cómo te fue en esta segunda expedición al Everest?
-Estuve dos meses porque el Everest requiere mucho tiempo de
aclimatación. Pero no fue una temporada muy buena esta primavera, hizo
muchísimo viento durante toda la época hasta que a finales de mayo hubo
unos días de tregua. Había condiciones para intentarlo y llegué a 8.600 m,
donde había un gran atasco porque allí estaban todas las expediciones. A
esa altura, sin oxígeno, un día de mucho viento pues aguanté lo que
aguanté y cuando ya mis dedos de los pies me estaban diciendo que si
continuaba podía tener consecuencias graves tomé la decisión, me di media
vuelta y para abajo.
-Una decisión difícil.
-Sí, porque una expedición te supone mucho esfuerzo económico,
utilizar en ello tus vacaciones, separarte de tu familia. Pero las
circunstancias son las circunstancias, yo he participado en seis
expediciones al Himalaya, en tres de ellas he conseguido hacer cumbre, en
las otras no porque la montaña no me ha dejado. En el momento es duro
decidir dar media vuelta pero personalmente, sobre todo en estas altas
montañas, a día de hoy siempre he tenido la cabeza muy clara y muy limpia
de malos pensamientos que por ambición u otros factores me animen a
arriesgar más de la cuenta. Lo que me gusta es ir, pero regresar lo más
entero posible.
-Los profanos interpretan no llegar a la cima como un fracaso, ¿qué les
dirías?
-Que no es cierto. Yo llevo desde los 10 años en la montaña y sigo
yendo a las montañas de mi provincia, de España, Europa... A la montaña
hay que tenerle mucho respeto, sean altas, bajas, grandes o pequeñas y la
naturaleza es muy superior en todos los sentidos y todos los ámbitos, sea
la montaña, el mar, la climatología. El hombre no puede hacer nada contra
ello. Yo personalmente sé que en la montaña doy todo lo que puedo dar para
subirla, pero a veces por circunstancias ajenas a ti como es un fuerte
viento que te da la sensación térmica de -500 C durante ocho horas, pues
tengo que decir basta. Quien piensa que eso es un fracaso no ama la
montaña, no tiene esa vivencia de reto, de darlo todo.
-¿Qué atracción ejercen sobre ti las montañas?
-Ejercen una atracción de amor-odio, y por odio me refiero a la última
expedición, donde te vienes con una espinita clavada. La gente ajena a
este mundillo dice que los montañeros estamos locos porque es un medio muy
duro, con unas condiciones muy extremas pero yo personalmente necesito de
ella para el día a día, para vivir. Y en concreto con las montañas altas,
como son las del Himalaya eso sí que verdaderamente engancha porque las
sensaciones que se tienen a 7.500 m no las puedes tener a 2.000. Las vives
a esa altitud por una serie de circunstancias, principalmente por la falta
de oxígeno, por lo enrarecida que está la atmósfera, por lo que cuesta dar
un paso detrás de otro... Hay gente que a esa altura sufre muchísimo y sin
embargo estamos otras personas a las que nos ocurre todo lo contrario, nos
encontramos en nuestro medio.
-Para muchos montañeros subir una montaña es ascender paralelamente tu
montaña interior. ¿Qué descubres de ti mismo en tus ascensiones?
-Da igual el tamaño de la montaña, en cada ascensión a una de ellas te
salen tus miedos. Verdaderamente descubres muchos aspectos de ti mismo que
no conocías, que no los habías sentido en ningún momento en la ciudad, o
con tus amigos, o tomando unas cañas por ahí. Tienes muchos momentos para
mirarte hacia adentro y todo ese tiempo mirando hacia ti mismo te llega a
agotar y a desear incluso estar de vuelta en casa, en la rueda diaria de
la rutina. Y cuando estoy de vuelta necesito escapar. De hecho hay gente
que no escapa nunca y surgen muchos de los problemas psicológicos y
médicos que ocurren en la sociedad actual. La gente se dedica poco o
ningún tiempo a mirarse un poquito, a darle valor de verdad a lo que
merece la pena y a lo que no. La montaña tiene momentos únicos para ti.
-En la primera ascensión al Everest fuiste en grupo y ahora volviste en
solitario. ¿Qué extraes de la soledad?
-Mi manera preferida de ir a las montañas es con un grupo reducido de
gente conocida y compartir ese esfuerzo con otras dos o tres personas.
Personalmente a la ascensión le veo mucho más valor cuando vas solo porque
realmente el esfuerzo lo has hecho tú desde abajo hasta arriba, has
transportado tú la comida que has gastado, has puesto la cuerda que hacía
falta... Me gusta tener una relación directa con la montaña, la montaña
conmigo y yo con la montaña.
-En todos los aspectos de la vida se asume un riesgo, pero en las
grandes cumbres se asume el máximo, la muerte. ¿Es más intenso y real lo
que vives cuanto más riesgo asumes?
-Los que hacemos montaña sabemos que la actividad que practicamos
tiene un riesgo añadido y el que no lo conozca dura poco. Pero el riesgo
lo viven todas las personas. El riesgo está en el día a día, todo el mundo
se monta en un coche para hacer un trayecto de 500 Km o de dos y medio y
nadie piensa en que está corriendo un riesgo. Nadie es consciente de que
estamos en esta vida sujetos por un hilo y que el paso que hay entre la
vida y la muerte es muy fino. Yo sé que corro un riesgo y por eso mismo
llega un momento en el que soy capaz de decirme: 'mira Martín, hace mucho
viento, tienes los pies helados y esa cornisa no está muy estable. Has
pagado mucho dinero, te ha costado muchísimo, pero hay que dar la vuelta'.
-¿Qué es para ti la aventura?
-La aventura es que uno mismo realice un sueño, algo que le haga
feliz, llevar a cabo algo que le apetezca hacer sin pararse en que cuesta
mucho, en lo que te llamen los demás o a lo que tengas que renunciar. Para
mí aventura es vivir como quieres vivir. Una experiencia personal que
termines y que digas 'me ha encantado'. Y para cada uno aventura es una
cosa diferente.
-¿Próximos retos?
-En principio el año que viene iré al Karakorum, que es el extremo
occidental de la cadena del Himalaya. Allí están cuatro de las montañas
más altas de la tierra: el K2, los Gasherbrum y el Broad Peak.
-Yo te digo una palabra y tú me dices qué te sugiere:
Montaña. Maravilla.
Everest. A partir de... El Everest es un antes y un después para
mí.
Superación. Día a día.
Límites. No hay.
Soledad. A veces es muy buena. ∆