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SUPLEMENTO CASTILLA Y LEON  - DICIEMBRE 2003

Seducido por la montaña

MARTIN RAMOS
-MONTAÑERO-

MARTIN RAMOS

Lo suyo es una historia de amor con la montaña, desde que a los diez años su hermano mayor le llevó por primera vez a la sierra. Amor al primer paso, que fue in crescendo paralelamente a las alturas que escalaba. Enamorado de las grandes cumbres, corona los picos a base de respeto por la montaña y conocimiento del medio. Para el zamorano Martín Ramos llegar hasta la cima es sentirse en casa, más cerca del cielo y de sí mismo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

"La aventura es que uno mismo realice un sueño, sin pararse en lo que va a costarle. Aventura es vivir como quieres vivir"
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

"Da igual el tamaño de una montaña, en cada ascensión a una de ellas te salen tus miedos. Descubres aspectos de ti mismo que no conocías"

Texto: Marta Iglesias / Foto: Nan

En 2001 fue uno de los tres montañeros que tocó la cumbre del Everest en la Expedición Samuel Rubio de Castilla y León. Al año siguiente coronó el Cho-Oyu -la sexta montaña más alta de la tierra- y este año, cuando se frustró el proyecto de ir al Dhaulagiri, se le presentó la oportunidad de volver al Everest. Era la misma montaña pero el reto era totalmente diferente: suponía ir por la cara norte, en solitario y sin oxígeno. "En la primera subida al Everest nos fue muy bien, conseguí subir con Tente Lagunilla y Pedro Rodríguez. Fue un éxito para Castilla y León, y personalmente un logro enorme. Pero siempre te queda la espinita de haber utilizado el oxígeno que, haciendo un símil, es como hacer un poco de trampa".

-¿Cómo te fue en esta segunda expedición al Everest?
-Estuve dos meses porque el Everest requiere mucho tiempo de aclimatación. Pero no fue una temporada muy buena esta primavera, hizo muchísimo viento durante toda la época hasta que a finales de mayo hubo unos días de tregua. Había condiciones para intentarlo y llegué a 8.600 m, donde había un gran atasco porque allí estaban todas las expediciones. A esa altura, sin oxígeno, un día de mucho viento pues aguanté lo que aguanté y cuando ya mis dedos de los pies me estaban diciendo que si continuaba podía tener consecuencias graves tomé la decisión, me di media vuelta y para abajo.

-Una decisión difícil.
-Sí, porque una expedición te supone mucho esfuerzo económico, utilizar en ello tus vacaciones, separarte de tu familia. Pero las circunstancias son las circunstancias, yo he participado en seis expediciones al Himalaya, en tres de ellas he conseguido hacer cumbre, en las otras no porque la montaña no me ha dejado. En el momento es duro decidir dar media vuelta pero personalmente, sobre todo en estas altas montañas, a día de hoy siempre he tenido la cabeza muy clara y muy limpia de malos pensamientos que por ambición u otros factores me animen a arriesgar más de la cuenta. Lo que me gusta es ir, pero regresar lo más entero posible.

-Los profanos interpretan no llegar a la cima como un fracaso, ¿qué les dirías?
-Que no es cierto. Yo llevo desde los 10 años en la montaña y sigo yendo a las montañas de mi provincia, de España, Europa... A la montaña hay que tenerle mucho respeto, sean altas, bajas, grandes o pequeñas y la naturaleza es muy superior en todos los sentidos y todos los ámbitos, sea la montaña, el mar, la climatología. El hombre no puede hacer nada contra ello. Yo personalmente sé que en la montaña doy todo lo que puedo dar para subirla, pero a veces por circunstancias ajenas a ti como es un fuerte viento que te da la sensación térmica de -500 C durante ocho horas, pues tengo que decir basta. Quien piensa que eso es un fracaso no ama la montaña, no tiene esa vivencia de reto, de darlo todo.

-¿Qué atracción ejercen sobre ti las montañas?
-Ejercen una atracción de amor-odio, y por odio me refiero a la última expedición, donde te vienes con una espinita clavada. La gente ajena a este mundillo dice que los montañeros estamos locos porque es un medio muy duro, con unas condiciones muy extremas pero yo personalmente necesito de ella para el día a día, para vivir. Y en concreto con las montañas altas, como son las del Himalaya eso sí que verdaderamente engancha porque las sensaciones que se tienen a 7.500 m no las puedes tener a 2.000. Las vives a esa altitud por una serie de circunstancias, principalmente por la falta de oxígeno, por lo enrarecida que está la atmósfera, por lo que cuesta dar un paso detrás de otro... Hay gente que a esa altura sufre muchísimo y sin embargo estamos otras personas a las que nos ocurre todo lo contrario, nos encontramos en nuestro medio.

-Para muchos montañeros subir una montaña es ascender paralelamente tu montaña interior. ¿Qué descubres de ti mismo en tus ascensiones?
-Da igual el tamaño de la montaña, en cada ascensión a una de ellas te salen tus miedos. Verdaderamente descubres muchos aspectos de ti mismo que no conocías, que no los habías sentido en ningún momento en la ciudad, o con tus amigos, o tomando unas cañas por ahí. Tienes muchos momentos para mirarte hacia adentro y todo ese tiempo mirando hacia ti mismo te llega a agotar y a desear incluso estar de vuelta en casa, en la rueda diaria de la rutina. Y cuando estoy de vuelta necesito escapar. De hecho hay gente que no escapa nunca y surgen muchos de los problemas psicológicos y médicos que ocurren en la sociedad actual. La gente se dedica poco o ningún tiempo a mirarse un poquito, a darle valor de verdad a lo que merece la pena y a lo que no. La montaña tiene momentos únicos para ti.

-En la primera ascensión al Everest fuiste en grupo y ahora volviste en solitario. ¿Qué extraes de la soledad?
-Mi manera preferida de ir a las montañas es con un grupo reducido de gente conocida y compartir ese esfuerzo con otras dos o tres personas. Personalmente a la ascensión le veo mucho más valor cuando vas solo porque realmente el esfuerzo lo has hecho tú desde abajo hasta arriba, has transportado tú la comida que has gastado, has puesto la cuerda que hacía falta... Me gusta tener una relación directa con la montaña, la montaña conmigo y yo con la montaña.

-En todos los aspectos de la vida se asume un riesgo, pero en las grandes cumbres se asume el máximo, la muerte. ¿Es más intenso y real lo que vives cuanto más riesgo asumes?
-Los que hacemos montaña sabemos que la actividad que practicamos tiene un riesgo añadido y el que no lo conozca dura poco. Pero el riesgo lo viven todas las personas. El riesgo está en el día a día, todo el mundo se monta en un coche para hacer un trayecto de 500 Km o de dos y medio y nadie piensa en que está corriendo un riesgo. Nadie es consciente de que estamos en esta vida sujetos por un hilo y que el paso que hay entre la vida y la muerte es muy fino. Yo sé que corro un riesgo y por eso mismo llega un momento en el que soy capaz de decirme: 'mira Martín, hace mucho viento, tienes los pies helados y esa cornisa no está muy estable. Has pagado mucho dinero, te ha costado muchísimo, pero hay que dar la vuelta'.

-¿Qué es para ti la aventura?
-La aventura es que uno mismo realice un sueño, algo que le haga feliz, llevar a cabo algo que le apetezca hacer sin pararse en que cuesta mucho, en lo que te llamen los demás o a lo que tengas que renunciar. Para mí aventura es vivir como quieres vivir. Una experiencia personal que termines y que digas 'me ha encantado'. Y para cada uno aventura es una cosa diferente.

-¿Próximos retos?
-En principio el año que viene iré al Karakorum, que es el extremo occidental de la cadena del Himalaya. Allí están cuatro de las montañas más altas de la tierra: el K2, los Gasherbrum y el Broad Peak.

-Yo te digo una palabra y tú me dices qué te sugiere:
Montaña
. Maravilla.
Everest. A partir de... El Everest es un antes y un después para mí.
Superación. Día a día.
Límites. No hay.
Soledad. A veces es muy buena. ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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