Un museo al aire
libre
F iguras humanas y de animales, escenas de
caza, de recolección, de antiguos cultos... Las pinturas rupestres de
Valonsadero requieren de cierta imaginación, ya que son del tipo esquemático.
"Estamos más acostumbrados al paleolítico, a esos magníficos bisontes de
Altamira, y en cambio estas pinturas son abstractas. Pero también encontramos
en ellas cierta narración que nos permite determinar, más o menos, los usos,
las costumbres de la gente que poblaría esta zona hacia el 2000 antes de
Cristo".
Quien así habla es el doctor en Prehistoria Juan Antonio Gómez Barrera, el
mayor estudioso de las pinturas de Valonsadero, que hasta el momento ha
catalogado 34 conjuntos o abrigos. "Pinturas rupestres de Valonsadero y su
entorno" es su último libro, que amplía la larga lista que empezó con su tesis
de licenciatura, en el año 1982. Por aquel entonces las pinturas estaban
desprotegidas, y a la acción del paso del tiempo había que sumar la del hombre
que, en muchos casos por desconocimiento, resulta dañina. "Como los hombres
prehistóricos no eran tontos, explica Barrera, elegían los mismos lugares que
aún hoy se escogen cuando tienes que hacer una hoguera para preparar una
chuleta. De modo que muchas pinturas estaban ahumadas o estropeadas por las
hogueras". Aún así, la conservación de las pinturas no es mala. Ahora los
abrigos están vallados, lo que facilita su protección, pero no la asegura: "La
administración no puede poner un guarda en cada estación, teniendo en cuenta
que en Valonsadero son 34, pero que en toda la Península Ibérica tenemos unas
2.000. La única forma de protegerlas es mediante la educación y la puesta en
valor, aunque ésta es una expresión que no me gusta". En ese sentido se ha
creado en Valonsadero un Centro de Interpretación, se ha diseñado una ruta por
once de las 34 estaciones y se ha publicado una pequeña guía.
Foto: Paco Castro Creativos |
Ante todas estas acciones, el investigador se
muestra moderadamente crítico ya que, aunque tanto la guía como la ruta se
basan en sus trabajos, considera que no se escucha suficientemente la voz de
los investigadores. "Según mi criterio, es importante que cuando el visitante
llegue a un abrigo se encuentre con la información. Que se le explique lo que
hay, para que luego no diga: me han hecho venir para nada". Aún así, el
balance de Juan Antonio Barrera no es del todo negativo: "Yo llevo veinte años
reclamando esto y, aunque no comparto cómo se han hecho las cosas, por lo
menos se han hecho desde una perspectiva respetable y, por supuesto, útil". En
cualquier caso, con paneles informativos o sin ellos, las pinturas de
Valonsadero siguen en su sitio. Habrá que ir a verlas. ∆
"La única forma de
proteger las pinturas rupestres es mediante la educación y la puesta en
valor". |