ntes de
encandilar a los espectadores Pepe Rubianes se prepara en el camerino, lidiando con los
nervios escénicos cual torero con su toro. Asegura que, de todas las posibilidades que da
la vida, le cayó en suerte la mejor: la pura emoción del teatro. Son muchos años
trabajando en esto, la mayoría solo. Va por libre porque sí, porque le encanta. Es uno
de los pocos juglares que quedan, de risa fácil y mirada ácida. Catalán con un toque
gallego, es difícil de clasificar y lo sabe. ¿Es un actor, es un humorista? Quizá sea
sólo un contador de historias.
-¿Con "Rubianes, solamente" continúas el balance
que ya empezaste con "Rubianes, 15 años"?
-Bueno, era más en "15 años", que era una especie de antología.
Eran números antiguos, ya muy hechos, así que para no aburrirme iba improvisando cosas.
Junté todas las improvisaciones y creé este espectáculo, que es "Rubianes,
solamente". También ha sido para mí una experiencia nueva por que para hacerlo no
he necesitado a un director de escena, sino que lo he hecho yo directamente. El público
ha hecho las veces de director.
-¿Has aprendido a tomarle el pulso al público?
-Al público nunca le tomas el pulso. Es más, el que piense eso la ha
cagado. Como decía el gran Fernando Fernán Gómez, los actores somos como las putas, el
cliente viene a vernos y el día que no le das gusto se va con otra. El público es
desconcertante, jamás lo tienes ganado.
-¿Cuánto se puede conocer de Pepe Rubianes, viendo al
actor en el escenario?
-Pues nada, porque no tiene nada que ver. De alguna manera es una defensa.
Tú imagínate que fuera igual que en el escenario, acabaría loco. Es un personaje basado
en mí, pero no soy yo.
-¿Es complicado hacer reír?
-Todo en el teatro es complicado, hasta hacer bostezar, porque todo el mundo
quiere hacerlo bien.
-¿Crees que la ironía sirve para reírnos de lo que nos
duele?
-Claro. Es lo que decía Valle Inclán del esperpento. Cualquier realidad,
por dura y bestia que parezca, si la filtras por un espejo cóncavo o convexo, se deforma
y te hace reír. Además el pueblo del Estado español tiene bastante costumbre de
reírse, solamente los imbéciles no se ríen de sí mismos.
-¿Crees que el teatro debe ser crítico?
-Sí, el teatro siempre ha sido la plataforma de lo social. El teatro es lo
que esta pasando en la vida, desde los grandes dramas hasta los casos mas ligeros; es la
historia. Y uno de sus cometidos es hacer reivindicaciones sociales.
-¿Qué criticas tú cuando subes a un escenario?
-Depende. Por ejemplo, como a mí no me gusta el fútbol, considero una
agresión todo el tinglado que se monta aquí cuando gana el Barça. (El teatro está
enfrente de la fuente de Canaletes). Yo lo tuve que vivir y fue horroroso. El fútbol es
un deporte al que se le ha dado una trascendencia social tremenda. Además es un puro
fascismo, solamente ver a los presidentes que hay ya da miedo. A esos tíos les pones una
camisa azul y les queda perfectamente. Yo nunca entenderé que un futbolista gane el
dinero que gana, cuando el otro día leí en la prensa que el chaval que está
investigando sobre el cáncer tiene problemas económicos para llevar adelante la
investigación. Son cosas que no me acaban de caber en la cabeza. Yo de ese tío plegaba y
decía "que les cure su puta madre".
-¿Y por qué crees que pasa eso?
-Porque estamos en una sociedad enferma, que necesita un tratamiento
psicológico. No es normal que un tío mate a otro por un gol. Yo a veces veo en la
televisión los análisis que hacen los del fútbol, y pienso que hasta Albert Einstein se
volvería loco con las especulaciones matemáticas que hacen de los posibles lanzamientos
de pelota. Está fuera de madre. Lo que está ocurriendo es aquello de "pan y
toros", que en la época de Franco me cuadraba, pero hoy en día no. Incluso en el
parlamento se ha decretado el fútbol como de interés nacional.
-¿Eso es porque a la gente se le da lo que quiere, o lo que
quieren los que mandan?
-Esto está programado. Mientras piensas en el Barça no piensas en otra
historia. La gente va al fútbol a gritar, esa es la clave, a gritar y patear y sacar la
mala leche que lleva encima, para no aullar por otras cosas.
-Dentro de toda esta historia de los grandes medios -lo del
fútbol es un ejemplo- parece que se está recuperando la figura del juglar, del narrador
de historias.
-La imagen del juglar es algo que todo el mundo lleva metido en el alma, es
una herencia casi biológica. La referencia más inmediata que se tiene del juglar es en
un pueblo, explicando y cantando y montando la película de lo que pasaba en el pueblo de
al lado. La gente al ver a una persona sola en escena le toma un cariño especial. Te ven
como desvalido, te protegen. Es muy difícil que a un hombre solo le peguen un pateo. A
mí a veces me dice un camarero de un bar, que viene a verme, "qué huevos que salga
usted allí". No me habla del espectáculo, igual no le ha gustado nada, pero me
habla de los huevos que tengo de salir a escena solo.
-Me has hablado de los juglares. ¿Y los bufones?
-Bueno, eso es como la prensa, cada uno lee la prensa que le va a decir las
cosas que quiere oír. El bufón es mas peyorativo, era el hombre que hacia reír al rico.
Si a mí un rico me quiere contratar para que le haga pasar la velada, que ya me ha pasado
alguna vez, lo mando a la mierda. Es más irónico el juglar que el bufón; el bufón
tiene que satisfacer las necesidades del que le manda.
-Se dice que cuando el público pierde atención sólo hay
que mencionar la palabra sexo.
-Sí, nuestra historia es muy dura en ese sentido. Hemos vivido una represión
tremenda al respecto, y son palabras tabú. Si yo digo 'polla' en escena y la gente se
descojona. Es normal, porque tenemos una herencia tremenda de siglos de represión, y eso
no se va en dos días.
-¿Cómo ves la situación del teatro en Cataluña?
-Está en un momento muy bueno de afluencia de público. Barcelona
concretamente está a tope, el teatro va muy bien. El público catalán es el más
aficionado del Estado español.
-¿Qué opinas de las subvenciones al teatro?
-Yo de subvenciones no hablo, porque como no tengo... La subvención es una
trampa, te dan el dinero a condición de que te calles; o sea, que hagas un teatro vacío,
bonito, inocuo, y fuera de todo tipo de crítica. Porque claro, el que te paga no va a
consentir que le pegues el palo.
-Te consideras religioso?
-No, soy ateo.
-Tengo una imagen tuya de hace años. Contabas que te
imaginabas a Jesús en las bodas de Canaan diciendo: "Mamá, voy a hacer un milagro
que te cagas".
-Yo puedo decir eso porque también lo que dicen los otros no es cierto.
Porque la mayoría de cosas que nos cuentan los evangelios no son verdad. El evangelio
está hecho a través de los años y cada uno iba metiendo sus recuerdos. Yo estuve en
Israel y había la ostia de mesías, era como un mercado, y cada uno tenía su plaza, como
los juglares, y vendía el género. Además se decía que la Virgen y Jesús no se
querían. La Virgen María según esa historia era una señora de pueblo, catetita, a la
que no le podías hablar del ser y la sustancia; la clásica madre que no entendía lo que
hacía su hijo, pensaba que estaba chalado. Entonces como hay lío con eso, me puedo
permitir hacer un poco de coña. Yo la verdad como no creo en dios ni en nada de eso, lo
miro muy distanciado, no me interesa.
-¿Y en qué crees?
-Creo en el día a día. Voy tirando hasta que se acabe esto. ¿Que a dónde
voy? Me importa un bledo. Por lo menos sé que de todos los que se han ido no ha vuelto
ninguno. A algún sitio mejor iré.
De momento va a prepararse para actuar, que no es poco. La gente espera ya fuera del
teatro, esperando ver a ese Rubianes que no es él, pero que en él se inspira. Paradojas
de la vida, los dos Rubianes se buscan y se complementan. De cualquier modo, el Pepe
Rubianes que se enfrentará al público esta noche será, una vez más, un hombre con algo
que decir.