al que le pese, es
un referente en la literatura catalana ("no soy ninguna institución, por Dios, qué
horror"). La pasión por escribir la lleva a ver el mundo con ojos de cazadora,
siempre a la búsqueda de ese pequeño detalle que incorporar a sus libros. Con hablar
pausado y voz cadenciosa, Carme Riera es su apellido: un arroyo de ideas, un fluir de agua
mansa o beligerante, según se tercie.
-Se acerca Sant Jordi: se venden más libros, se dan
premios... ¿qué opina de los galardones literarios?
-Que son estupendos para la gente que empieza, para darse a conocer, y que
son una plataforma publicitaria importante. A estas alturas no pienso nada más. Ya han
pasado los años en que Carmen Laforet ganó el premio Nadal; es decir, que una gran
autora se daba a conocer por una gran novela. Ahora estamos en un mundo muchísimo más
publicitario; un premio hace que la televisión se interese y en ese momento todo
funciona.
-¿Cómo explicaría el fenómeno Sant Jordi a un no
catalán?
-Resulta difícil, sobre todo si no se ha estado nunca, explicar lo que suponen las
calles abarrotadas, las gentes que llevan un libro y una rosa, la sensación de regalar
algo a las personas que te quieren. Para celebrar bien Sant Jordi lo mejor es hacerlo en
Cataluña, concretamente en Barcelona.
-Es el último Sant Jordi del siglo XX, un siglo que empezó
con dos grandes generaciones literarias: el 98 en prosa y el 27 en verso. ¿Qué
perspectivas le ve al XXI?
-Todas y ninguna. Estamos en un momento de grandes cambios en los que quizá
el soporte ya no será el libro, pero la palabra escrita seguirá funcionando. Basta
acercarse a Internet, los internautas están utilizando la palabra escrita. La manera de
comunicarnos va a variar, pero no la comunicación. Y por tanto la literatura existirá,
lo que no sé es si con la brillantez que supuso el 27 o incluso el modernismo para el
siglo pasado.
-¿Se atreve a dar algún consejo a algún escritor novel?
-Doy muchos a mis alumnos. Enseño literatura en la Universidad Autónoma y
mucha gente joven se acerca con manuscritos. Suelo decirles que no tengan prisa por
publicar, que es mejor dejar descansar el texto y luego ver si merecía la pena. Creo que
es un buen consejo; un consejo antiguo pero acertado. La prisa por publicar puede conducir
al fracaso.
-¿Por qué y para qué escribe Carme Riera?
-Pues escribo para usted, escribo para las personas que puedan leerme. Para
comunicarme con el público, un poco con la sensación de que las palabras le puedan
llegar a tocar, para despertarle o acariciarle. Escribo para comunicarme y escribo sobre
todo porque no puedo dejar de hacerlo, quizá si pudiera dejarlo no lo haría.
-¿Cómo es su proceso creativo?
-Terrible. Marina, el ensayista, dice que cuando el escritor está
escribiendo, aunque no sea el momento en que toma la pluma, está vendimiando. Es verdad.
Yo ahora estoy en una novela realmente complicada. La semana pasada estaba fuera, estaba
viajando, y aunque no escribía ni una línea tenía la novela en la cabeza, pensando pues
que un pirata que tengo entre manos podía tener la cara de un señor que me tocó al lado
en el avión. Es una sensación tremenda, es estar metido en una especie de agujero en el
que todo tiene que ver con lo que estás creando, el mundo exterior con el mundo interior.
-En Tiempo de Espera cuenta la experiencia de un embarazo.
¿Las mujeres hemos comprendido lo que significa la maternidad?
-No sé si lo hemos comprendido, lo único que puedo decir es que creo que lo
hemos reivindicado poco. La maternidad ha sido muchas veces vista de un modo negativo,
quizá porque el patriarcado nos ataba a esa concepción; pero ahora que estamos en un
momento, en Occidente al menos, de poder tener los hijos que uno desea, la maternidad
tiene que ser vista como un gozo. Yo desde luego no me arrepiento de haber tenido hijos,
me parece un plus maravilloso.
-¿Cuál es la revolución pendiente del feminismo?
-Quedan bastantes. En Occidente una muy sencilla, al menos en España, es que
las mujeres no se vean discriminadas por los salarios. Hace nada un juez dictaminaba en
Italia que una persona con vaqueros no podía haber sido violada, porque se supone que se
dejaba. Ahí se resume todo lo que implica que nosotras en el fondo seguimos incitando al
pecado. Es decir, toda una concepción judeocristiana, peyorativa para la mujer, que
todavía está detrás de las costumbres. En este sentido en Occidente faltan muchas
cosas. Pero si después miramos hacia Argel, ahí la situación es realmente... vamos, da
vergüenza que las mujeres del mundo entero seamos capaces de aceptar lo que está
sucediendo en los países árabes, concretamente en Argel. O lo que está pasando con los
talibanes, es decir, toda la serie de cuestiones mundiales que nos muestran que somos no
ciudadanas de tercera, sino que no somos nada, somos menos que perros.
-¿Usted se considera feminista?
-Sí, pero creo que cualquier persona que no se sienta racista o nazi tiene que serlo.
Porque feministas son los que defienden la igualdad de derechos para la mujer, no creo que
haya nadie en sus cabales que no pueda ser feminista.