Premio
"Fernando Vela" de Periodismo, colaborador de La Nueva España y de la revista
literaria Insula, Arias es autor de Azaña o el sueño de la razón y Días de
diario, su primera novela. Ambientada en dos periodos trascendentales de nuestra
historia: la II República y la Transición, narra la historia de dos personajes, un padre
y un hijo, dos generaciones marcadas por la desilusión y la desesperanza.
Arias ultima un ensayo que espera publicar a comienzos de año. Nacido de "La España
descabezada", un artículo publicado hace ya dos años en El País, refleja la
situación de la España actual. "El artículo era un homenaje a Ortega cincuenta
años después de la "España invertebrada" planteando que la actual, al
contrario de lo que Ortega describía en su libro, no está invertebrada, sino
descabezada. Es decir, con una ausencia de referentes en lo político, en lo intelectual,
en lo artístico..."
-¿A qué generación perteneces?
-Yo nací en el 57, nosotros somos la generación del desencanto. Somos los
hermanos pequeños de mayo del 68. En el cine, la literatura, en la forma de vida, nos
orientaron en la rebeldía frente a la sociedad existente.
Hay una frase muy bonita en la novela que dice: "Nosotros somos la generación del
porro compartido". Después de haber sido la generación del porro compartido, esta
competitividad que hay ahora, esta falta de solidaridad, este machacar al otro o abrirse
paso a codazos dejando en el camino a quien sea... es demasiado duro y nos cuesta mucho
asimilarlo.
-¿Es posible recuperar la ilusión y romper ese
desencanto?-¿Es posible recuperar la ilusión y romper ese
desencanto?
-Ojalá las circunstancias lo hagan posible. No es fácil, porque además ¿con qué
vamos a soñar ahora? Nos tocó un momento histórico, que fue la caída de una dictadura.
Por aquel entonces soñábamos con un país libre, con un país justo... El ideal sería
una sociedad más justa, con menos corrupción, pero eso no existe.
-Aseguras que sólo se puede escribir desde la
experiencia de la rabia y el dolor. ¿Cuál es la tuya?
-Soy hijo de un maestro republicano represaliado. Viví con alguien que
escuchaba radios clandestinas, que recibía libros que en algún momento estaban
prohibidos y que estuvo más o menos controlado. Cuando admiras a tu padre, crees que es
una persona válida y ves que le están cortando el camino, eso ya es parte de ese dolor y
de esa rabia contenida que no puedes manifestar.
A nivel personal, en toda historia que cuentes, sea poesía o novela, siempre hay un tema
importante que es el amor. El dolor que produce una frustración amorosa, una ruptura, un
desencuentro... eso siempre se refleja.
-La sinceridad en un escritor o periodista...
-...tiene que ser básica. La honestidad intelectual, decir lo que piensas,
es lo que tú consideras sinceridad. Hay una guerra mediática terrible. Podríamos
preguntarnos si muchos articulistas de los que se autoproclaman creadores de opinión
pueden decir libremente lo que piensan, cuando están tan mediatizados por esa guerra.
-¿Qué te gusta provocar en el lector?
-Complicidad. Independientemente de que lo que se escriba sea más o menos
autobiográfico, cuando uno escribe algo se vuelca y da todo lo que tiene de sí.
-¿Cómo ves el panorama literario en Asturias?
-Habría que hacer una división clara entre la literatura que se escribe en
castellano y en bable. De lo primero hay gente que escribe muy bien: Ignacio Gracia
Noriega, que creo que es un gran escritor.De los que escriben en bable, hoy por hoy es
tanta la proliferación de escritores que me costaría hacer un juicio honesto, porque hay
muchas cosas que se están publicando y se me escapan.
-¿Crees que todo el mundo necesita tener sus raíces?-¿Crees que todo el mundo necesita tener sus raíces?
-Yo creo que sí, lo que pasa es que lamentablemente se pierden. Un piso en una ciudad
es un trozo de aire con ladrillos, mientras que en una casa en el campo, y aunque sólo
sea un metro cuadrado, pisas un terreno que es tuyo. Ahí sí hay raíces y eso es muy
importante para quien lo tiene. Mucha gente lo ha perdido ya.