Con veinte años recién cumplidos, Gonzalo Olmos no pertenece a la generación de
jóvenes preocupados sólo por estudiar y labrarse su futuro. Hace 5 años cambió su
mentalidad introduciendo ideas solidarias y de defensa de los derechos humanos y
actualmente, además de estudiar 3º de Derecho, es responsable de educación en derechos
humanos dentro de Amnistía Internacional, en el grupo de Oviedo.
-Cómo surgió todo hasta acabar en Amnistía Internacional?
-Fue un proceso progresivo a partir de los 15 ó 16 años en que empecé a
concienciarme de los problemas que aquejan el mundo a raíz de conocer la realidad de
América Latina; a través de eso me fui preocupando por la situación socioeconómica
mundial. Puse las miras en Amnistía Internacional, principalmente por el tema de los
derechos humanos, que me parece trascendental porque no hay nada tan importante como la
dignidad de la persona. Para un progreso en cualquier aspecto es necesario el respeto a
los derechos humanos, es la piedra angular para que la evolución de los sectores
desfavorecidos de la sociedad se haga realidad. Si no se respeta la dignidad, que es un
valor que forma parte de la naturaleza humana, todo lo demás es secundario.
-Una vez en AI ¿qué ha supuesto este paso para tu vida?
-Cuando empecé a trabajar en AI enseguida me interesé por la labor que se realizaba,
dado que es una organización que trabajaba en cosas muy concretas con una gran
efectividad, imparcialidad, independencia y seriedad que son envidiadas por todas las
ONG's y movimientos de derechos humanos. Para mí, supuso acceder a experiencias humanas
de mucha gente que día tras día está viendo sus derechos inalienables, vulnerados a
causa de intereses políticos, económicos, estratégicos o de cualquier índole. Desde el
punto de vista humano me ha supuesto introducirme en los movimientos sociales, en el
movimiento asociativo, en la colaboración con otras personas para tareas comunes, lo cual
creo que es esencial. Me ha llenado mucho el compartir ideales, tener objetivos comunes y
conocer el lado positivo de la gente, en el sentido de que se están entregando a un
objetivo común.
-Llegas dentro de AI y asumes la responsabilidad de la
enseñanza de los derechos humanos ¿por qué esta vertiente?
-Porque la educación de los derechos humanos es la protección de los
derechos humanos del mañana. Además, es un campo que muchas veces queda en un segundo
plano, cuando debería dársele una preponderancia fundamental. La educación en derechos
humanos pasa por ser la piedra de toque para conseguir que verdaderamente esos 30
artículos de la Declaración de los Derechos Humanos se hagan realidad en un futuro
próximo.
-¿Tienen merecidos los jóvenes su fama de pasotas?
-Hay opiniones encontradas. Se está dando un proceso en los últimos años
en que esa culturilla solidaria está pasando a ser una cultura real solidaria; cada vez,
más jóvenes entregan parte de su tiempo en la cooperación internacional. No creo que
los jóvenes sean tan pasotas, percibo valores interesantes que podrían hacer extensibles
a todo el colectivo joven y confío en la juventud como vanguardia de cambio.
-¿Qué les dirías a la gente de tu edad?
-A todos los que colaboran en ONG's les animaría a continuar y trabajar,
progresando, dando lo mejor de sí mismos. Les diría que no se quedaran quietos, que no
fueran escépticos y que esto funciona.
-Está en entredicho la efectividad de los partidos
políticos frente a las acciones de ONG's. ¿Qué opinas?
-El movimiento de las ONG's va calando en la sociedad y cada vez se va haciendo más
extensible. En temas internacionales, las ONG's agrupadas van tomando más fuerza. Aparte
de la presión política o social que pueden hacer estas ONG's agrupadas, estoy de acuerdo
con declaraciones de Mendiluce en las que decía que la cooperación internacional siempre
viene acompañada de la acción política. En el debate político, en general, los
derechos humanos y la cooperación no son un punto fundamental, se olvidan este tipo de
cosas, aunque cada vez son más sensibles y se comprometen con este tema. Creo que la
presión social se va a traducir en presión política con resultados efectivos.