No siempre es fácil o grato
ser punta de lanza de un sindicato mayoritario en una región marcada por graves problemas
laborales, en la que el paro sobrepasa la media nacional. A pesar de que los indicadores
económicos parecen mostrar que 'España va bien', Asturias en una región en la que no se
genera prácticamente empleo.
Eduardo Donaire es hijo de emigrantes. Su padre -un viejo
comunista de Jaén que vivió la guerra y sufrió años de cárcel- le contagió su
preocupación por los temas sociales. Ingeniero Técnico de profesión, trabajó en la ex
empresa pública ENSIDESA, hoy Aceralia. Terminada la dictadura franquista se introdujo en
la corriente sindical, y es a partir del año 86 cuando comienza su dedicación plena a
UGT. "A mí me marcó el comenzar a trabajar a los 14 años -rememoraba Donaire-. No
había recursos en casa, y todos los días, después de salir del trabajo me ponía a
estudiar. Sólo pude cursar aquello que se podía estudiar por la noche. Tuve que superar
las presiones de la primera persona para la que trabajé pues había que trabajar horas
extraordinarias". Para este líder sindical mirar hacia el pasado no va a solucionar
los problemas. Sirve como referencia, pero nada más. "Hay que asumir el pasado de
cada uno pero permanentemente mirando hacia adelante, no hacia atrás. Me gusta hablar del
presente y del futuro. Cuando se habla con demasiada frecuencia del pasado, ya se está
entrando en la fase de la jubilación. En esta región el tema social y sindical tiene un
pasado que está ahí y que no se puede olvidar, porque ha influido en la tradición y
forma de ser de los asturianos".-¿El espíritu de
sacrificio y de renuncia son elementos implícitos en un sindicalista?
-Sí, yo creo que sí. Hay un componente de renuncia a
determinadas cosas: a una vida familiar más intensa, a amistades fuera de lo que es el
mundo sindical, a atender más a los hijos. Eso trae como consecuencia disfunciones en los
temas afectivos y en los temas familiares. Yo recuerdo que después del triunfo del
Partido Socialista, a principios de la década de los 80, yo era especialista en temas
portuarios, y me ofrecieron ser presidente de la Junta del Puerto, pero para ello tenía
que renunciar a ser sindicalista, de modo que lo rechacé. Hay renuncia entonces, insisto,
en el tema profesional. Pero todo eso se compensa con la satisfacción que te causa por un
lado, creer en lo que haces; por otro, que lo que haces te satisface; y en tercer lugar,
porque está implícito el factor humano, las relaciones humanas.
Cuando la gente protesta yo siempre digo que aquí nadie está a la fuerza. Ser
sindicalista es una actividad voluntaria. El que quiera marchar, que marche en cualquier
momento.
-¿Qué valores ha de reunir un buen sindicalista?
-Sobre todo el de darse a los demás. El sindicalista, sin
caer en ese concepto del cristianismo, porque es otra cosa, tiene que darse
permanentemente a los demás. Aquí estamos para solucionar los problemas de los
trabajadores, no por interés propio. Los afiliados y los trabajadores ponen en nuestras
manos una organización que es un instrumento para la mejor defensa de sus intereses, y
eso que te ponen en las manos se tiene que gestionar bien, pensando permanentemente que
estamos para servir a los compañeros y a los trabajadores.
-Hay quien dice que los sindicatos actualmente han perdido un
poco de ese concepto clase y se han convertido en meros órganos gestores de la crisis y
no transformadores de la misma.
-En primera instancia los sindicatos recogemos la idea de
resistencia más que de reforma. El mundo sindical nace como un muro de contención a los
intereses de los empresarios, que son insaciables y que permanentemente buscan los
beneficios.
Los sindicatos seguimos instalados en aquel viejo concepto de muro de contención, de
resistencia para evitar que se cometan atropellos contra los trabajadores. Hay otra faceta
que llama menos la atención, y es el avance permanentemente. Ahora mismo los sindicatos
tenemos una bandera, que es la de las 35 horas; pero es que antes tuvimos la de las ocho
horas, la de los treinta días de vacaciones, la de la formación profesional, o el
salario social para los que están fuera del mercado de trabajo. Todos esos temas son
conquistas de los sindicatos, de los trabajadores organizados en sindicatos.
-¿No se están centrando los esfuerzos en solucionar los
problemas más inmediatos?
-Se están dando pasos, porque así como los sindicalistas no
son lo mismo ahora que hace cien años, la gran ventaja hoy del capital son las
multinacionales. En general, los sindicatos nos hemos centrado en estos años en lo
inmediato, en lo cercano, en la empresa que está al lado, más que en esa colaboración
multinacional sindical. En esa línea, los organismos internacionales que existen en el
mundo sindical son muchísimo más débiles que los que existen en el mundo empresarial.
Los capitalistas sin embargo se unen para marcar las pautas de dirección. En ese sentido,
una empresa como por ejemplo Dupont es la misma aquí que en cualquier parte del mundo.
Los sindicatos avanzamos muchísimo menos por la diferente forma de pensar de unos países
a otros, de unos trabajadores a otros. Los capitalistas han avanzado muchísimo más.
-Los sindicatos españoles ¿están tomando el rumbo desastroso
que tomaron los sindicatos de EE.UU., actuando bajo el falso supuesto de que las
concesiones de hoy al capital se traducirían en una prosperidad futura?
-Yo no lo creo. La forma de pensar y la forma de actuar del
mundo sindical y de los trabajadores en cada país es diferente. A mí no se me ocurre que
aquí nos pongamos antes de entrar en el puesto del trabajo a cantar el himno de la
empresa como hacen en Japón, o que el mundo sindical viva exclusivamente de los fondos de
pensiones, como sucede en EE.UU., o que los trabajadores tengan que afiliarse todos o
ninguno como ocurre también en EE.UU. Creo que Europa a ese nivel marca la pauta. En el
resto de los países del Tercer Mundo, los sindicatos prácticamente no existen, son
considerados como algo a machacar. A ese nivel Europa es la vanguardia del movimiento
sindical. Lo que se llamó Estado de Bienestar es toda una conquista de los trabajadores.
El mundo sindical europeo es totalmente diferente al mundo sindical de Japón, EE.UU o del
Tercer Mundo, hasta el punto de que creo que el objetivo del mundo del trabajo debería
ser copiar el modelo europeo. Yo he estado con sindicalistas de EE.UU. y allí solamente
cuentan los afiliados, que sólo son un 15%. Las empresas son cerradas, es decir, o todos
afiliados o ninguno. Si son ninguno, no quieren saber nada de sindicatos; si son todos,
sí. Ellos no tienen ese concepto de solidaridad que existe en Europa, un concepto del
estado de bienestar social en el que se hacen cosas no sólo para los afiliados de los
sindicatos sino para el conjunto de los trabajadores.
-Dicen que "España va bien". ¿Cómo va Asturias?
-Me encantaría poder decir que Asturias va bien. En esta
región hay determinados parámetros que van bien, pero yo los tengo que mirar desde la
visión del trabajador y desde la óptica social a la que represento, y lo que veo es que
en esta región aumenta el paro con respecto a la media nacional. Cada vez nos alejamos
más de la media nacional. La cuestión es que cuando decimos que Asturias va mal se
produce como consecuencia un cierto grado de pesimismo y una sensación de crisis
permanente en esta sociedad. Hay que decirles a los señores gobernantes que gobiernen
mejor, y a continuación diremos que UGT está dispuesta a colaborar, porque creemos que
Asturias tiene futuro.
-¿Qué echa en falta en la vida política asturiana?
-En una región pequeña como ésta, donde en teoría nos
conocemos todos, lo mínimo que debe haber es diálogo social, diálogo entre todos los
que tenemos algo qué decir; el gobierno seguramente más que nadie pero también los
empresarios, los sindicatos, la Iglesia, los bancos, la Universidad, etc. Falta ese
componente de diálogo social que ayudaría a lanzar un mensaje de que aquí, en primer
lugar, es posible ponerse de acuerdo; y en segundo lugar ver qué hacemos para que el
futuro no pase por la emigración. Lo que está claro es que si no buscamos soluciones la
única salida que tendrán las nuevas generaciones, aparte de no tener hijos, es la
emigración. Asturias es un sitio precioso y agradable para vivir, pero hay que buscar las
soluciones adecuadas.
-¿Qué necesita Asturias para remontar este periodo crítico?
-Discrepo de muchos que dicen que Asturias saldrá adelante
por su propio esfuerzo. De hecho los fondos mineros que se han aprobado es un trasvase de
recursos del Estado hacia esta región. Es una demostración palpable de que se piden
recursos para ayudar a esta región. Asturias necesita eso en primera instancia, y además
asumir que durante un periodo de transición no vamos a poder vivir solos, y que
necesitamos el apoyo del conjunto del Estado. La segunda cuestión es que estamos en una
región 'fondo de saco': ni cerca de Europa, ni cerca de Portugal, ni cerca del centro, ni
cerca del Valle del Ebro, ni cerca de los núcleos de crecimiento económico del país o
de Europa. Para solucionar eso necesitamos infraestructuras; asumir que en las grandes
empresas públicas que había antes deberían paralizar de una vez el proceso de
reconversión. Asturias lleva en una crisis de reconversión los últimos 20 ó 30. Es el
momento de que eso pare.
Asturias no es una región que viva de los servicios, como el Mediterráneo por ejemplo.
La apuesta de mi sindicato pasa por el sector industrial. Asturias tiene que ser una
región industrial. La propuesta pasa por definir primero los sectores que tienen mayores
posibilidades de futuro y luego apoyarlos de forma clara.
-¿Crees que todo ese proyecto está en unir todas las fuerzas
de Izquierda en un frente común?
-Yo creo que las fuerzas de Izquierda deberían tener como
objetivo la unidad. Digan lo que digan los estudiosos o los pensadores, está claro que
hay fuerzas de izquierda y fuerzas de derechas y eso no se ha cambiado. La teoría de las
dos Españas sigue existiendo, hay una españa de derechas y una de izquierdas, como hay
en cualquier país del mundo. Si todos pensasemos igual habría partido único, cosa que
sería totalmente nefasta. Pero la izquierda está dividida en varios grupos. Lo que
sería bueno es que se pusiese de acuerdo para trasladar aquello en lo que cree al día a
día, al servicio de los ciudadanos. Lo que a mí no me tiene que preocupar tanto como
dirigente de esta organización es quién gobierne, sino cómo gobierna. Es ahí donde
tengo enormes preocupaciones. En esta región hay un déficit democrático claro. Está
fallando la relación cordial debido al carácter del gobierno, pero no porque sea de
derechas. Se puede ser de derechas y ser dialogante. ?