EDITORIAL

Algo se agita en las entrañas de Asturias. Cada día son más las asociaciones de ciudadanos, las plataformas que nacen para luchar por los derechos constitucionales y por la transparencia democrática.
Cuando el pueblo decide unirse y exigir sus derechos, es síntoma claro de que los que gobiernan se olvidaron de quiénes son en realidad y para que están ahí.
Asturias, como todas las demás regiones de España, necesita de estas iniciativas ciudadanas. Sólo así se podrá caminar realmente hacia una convivencia pacífica y en libertad.
Han sido siempre los pueblos, unidos por sus necesidades y a veces por sus miserias, los que han roto la hegemonía de los poderosos, sobre todo cuando los poderosos se convierten en dictadores y en "dioses" con pies de barro.
Lo que resulta increíble y sintomático es la reacción de los mandamases ante estas iniciativas ciudadanas, ante el reclamo por parte de los que pasan de la transparencia en las gestiones que realizan con su dinero.
Los políticos deberían hacer, ahora que se acerca Semana Santa, unos ejercicios espirituales de reflexión y meditación, porque está claro que se olvidaron de que son empleados del pueblo y es a éste a quien tienen que dar cuenta de sus quehaceres.
Asturias se moviliza y con ello el espíritu asturiano, la garra y el coraje que tanto marcó a este pueblo, parece que está despertando de un largo letargo.
Bienvenido sea, porque sin necesidad de violencia se pueden desmontar grandes montajes.
Y Asturias no puede ser patrimonio de ningún terrateniente con aspiraciones a señor feudal.