Foto: Enol Muñiz |
Tierra de
molinos
Santa Bárbara alberga un patrimonio etnográfico
singular
en medio de un entorno reconocido como Paisaje Protegido.
M overse por el
centro urbano y en cuestión de minutos adentrarse en el apacible mundo
de la naturaleza, alejado del bullicio del tráfico y el ir y venir de
gentes es posible en San Martín del Rey Aurelio. Este privilegio de
cambiar el plató de la urbe por un escenario donde los sentidos se
avivan al contacto con la naturaleza adopta múltiples formas en este
municipio minero y todas bajo el mismo común denominador -el de la
calidad de vida-, siendo el valle de Santa Bárbara uno de los espacios
que mejor reúne este perfil. Por algo ha sido calificado en su zona alta
con la categoría de Paisaje Protegido, por algo es serpenteado a través
de una de las mejores y más largas sendas -la de La Colladiella-, por
algo alberga molinos de agua centenarios que parecen rescatados de un
cuento medieval. Por esto y mucho más merece la pena visitarlo.
La senda de la Colladiella tiene 13 kilómetros de longitud y une este
pico con La Bobia, pasando por Veró, Santa Bárbara y Sotrondio. Esta
ruta, con una altitud máxima de un kilómetro, está planteada para
senderistas y cicloturistas, y se puede realizar por tramos, siendo de
cuatro horas y media el tiempo global necesario para recorrer todo el
trayecto.
A su paso por Santa Bárbara, la senda transcurre por el viejo trazado
del ferrocarril minero que transportaba carbón del pozo Cerezal hasta el
lavadero de La Hullera. El camino gana atractivo en los tramos en los
que discurre paralelo al río, y en este viaje al medio rural en el que
se adentra el excursionista aparecen otros elementos singulares, como la
bocamina del 'prau molín', el lavadero de La Cruz o el área recreativa
de La Polaura.
Además de estos atractivos, la zona alta de Santa Bárbara ha sido
calificada como 'Paisaje Protegido'; reconocimiento éste que se
justifica por sus recursos naturales, su flora y su fauna, y que le va a
servir para impulsar la recuperación de nuevos espacios, llevar a cabo
repoblaciones forestales o acondicionar más áreas recreativas.
En este plan de mejora también se pone la vista en los molinos de agua.
Santa Bárbara es hoy por hoy uno de los escasos entornos naturales de
Asturias que conserva algunos de los pocos molinos de agua de la región
que aún funcionan. De los veinte que hubo en la época de mayor esplendor
se conserva un quinteto, a los que se les atribuye una antigüedad de
trescientos años, según la tradición popular. El molino de Veró y El 'molinón',
en Perabeles, han sido restaurados. Y en invierno, cuando el caudal del
río fluye vigoroso, las muelas se engrasan para producir, con el estilo
más artesanal, harina de maíz, aprovechando la visita de turistas y
curiosos. Los más afortunados regresan a sus casas con una saquita de
harina. ∆ |