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SUPLEMENTO ASTURIAS   - NOVIEMBRE 2006

Olga Xirinacs

Olga Xirinacs
 Escritora

Nació en Tarragona, aunque por sus venas corre sangre asturiana. Su última obra, El hijo del tejedor, es un homenaje a sus raíces y una forma de darse a conocer fuera de su Cataluña natal. Texto y foto: Lupercio González

En los túneles verdes del tiempo

Su abuelo materno, asturiano, fue destinado por motivos de trabajo a Tarragona, donde formó su familia. Olga Xirinacs ha querido reencontrarse con sus orígenes y lo ha hecho de la mejor manera posible: escribiendo. "El hijo del tejedor" es un relato emotivo, que combina una trama intensa desarrollada en un lugar indefinido del agreste litoral asturiano, con elementos relacionados con la mitología y la magia, los bosques y las montañas. Es la primera novela escrita directamente en castellano de una autora que ha obtenido todos los premios más importantes que otorga la literatura catalana: Sant Jordi, Sant Joan, Ramón Llull, Carles Ribas, dos Premios de la Crítica, entre otros. Ha escrito en catalán unas cincuenta novelas, además de cuentos, poesía y ensayo. Olga Xirinacs es además profesora de piano.

-"El hijo del tejedor". Háblanos de tu idea sobre esta novela.
-Mi idea, en primera instancia, era encontrar mis raíces asturianas y profundizar en ellas, porque toda mi rama materna era de Asturias. Incluso los nombres de mis familiares salen en la novela, lo único que no es familiar es el drama que se desarrolla en ella.
Por otra parte, además de recuperar las raíces y recopilar la debida información y documentación que requiere toda novela, está la experiencia de salir y darme a conocer fuera de Cataluña. Un autor, si desea darse a conocer, necesita ser traducido, el problema es que actualmente están muy mal las traducciones, especialmente las de las pequeñas culturas a otras lenguas. Eso fue lo que me motivó a escribirla directamente en castellano. No me resultó difícil, porque mi formación siempre fue bilingüe, con mi madre hablaba en castellano y con mi padre en catalán.

"El culto a los árboles ha sido una cosa que siempre me ha fascinado, por eso toda la cultura celta de la península, vascos, astures y gallegos, me atrae"

-¿De qué parte heredaste esa vitalidad y fuerza que emanas al hablar?
-Tengo que decir que los abuelos coincidieron en Tarragona por sus destinos. Mi abuelo materno, Faustino Sánchez del Río, el asturiano, era delegado de Tabacalera; el otro abuelo, el paterno, era delegado de explosivos. Así salí yo, con esa combinación tan de dinamita y tabacalera, una mezcla un tanto explosiva.

-Y ahora que visitas esta tierra ¿qué impresión te llevas de ella?
-La vivo con una añoranza anticipada. Yo nací en Tarragona, me formé allí y sucede que de joven no tienes mucho tiempo para la elucubraciones, pero ahora sí. Allí en Tarragona el clima es más seco y caluroso, sin embargo mi pensamiento se deriva cada vez más hacia el norte. Soy una persona a la que le gustan los climas húmedos y verdes. Y ése es uno de los motivos. Pero hay otro motivo también: los árboles. El culto a los árboles ha sido una cosa que siempre me ha fascinado, por eso toda la cultura celta de la península, vascos, astures y gallegos, me atrae. Precisamente mi libro se titula "El hijo del tejedor". El protagonista teje tapices, pero lo hace con tejos. El tejo es un árbol muy interesante. Nosotros tenemos una casa de montaña en Monreal y hay un tejo tan grande que para abarcarlo son necesarias cuatro personas. El tejo es un árbol misterioso que estaba en las antiguas estelas funerarias. Sus raíces se meten en la boca de los difuntos, purifica las aguas y es guardián de cementerios. Este culto a los árboles siempre me interesó mucho, por eso en mi novela he combinado el drama con este paisaje.

"Somiedo, es un pequeño paraíso. Allí se me ha quitado la adicción al teclado del ordenador,
al teléfono"

-Quizás por ese motivo en tu estancia por estas tierras has preferido hospedarte en el medio rural.
-El lugar donde nos hemos quedado, Somiedo, es un pequeño paraíso. Allí se me ha quitado la adicción al teclado del ordenador, al teléfono. Lo primero que sentí fue una lentitud beata. Es una beatitud en el sentido de felicidad, de ponerme a tono con la tierra. Lo favoreció el hecho de que la casa donde nos quedamos era una casa antigua, con sus maderas y sus crujidos, y un parque por el que cada día paseaba. Caminando de excursión por los alrededores me quedaba contemplando los musgos, el río, los sonidos, los pájaros. Me he encontrado muy a gusto.

-Además eres profesora de piano. ¿Crees que Asturias tiene un sonido peculiar?
-El sonido de la naturaleza es diferente en cada lugar. Somiedo, donde estuvimos, es un valle cerrado y con unas peñas impresionantes. Allí el trueno resuena de una manera que es muy digna de escuchar. Después está el sonido del agua, que por momentos es fuerte; luego está esa cobertura verde de árboles centenarios, los olores. Todo eso acompaña, acuna, mece y te deja libre el pensamiento. Te sientes fluir. Me ocurre que en un lugar de agua mi pensamiento fluye, mientras que en un lugar seco se retrae. Durante estos días he escrito a mano muchísimo.

-¿Dónde esperabas llegar, en este viaje?
-En cada paseo no me planteaba llegar a un sitio en concreto, sino pasear y observar, a la vez que comía moras o avellanas por el camino. Era un paseo lento en los túneles verdes del tiempo. El alma se queda aquí, encerrada en lo verde.

-Y un reencuentro con tus raíces más ancestrales.
-Sí, porque son las maternas, y son las que tiran más.

-¿En qué proyecto estás trabajando?
-En una novela que tendría que haber terminado el pasado verano pero que no ha podido ser, porque he estado corrigiendo el libro de un poeta que se presentaba a unos premios. El trabajo paralelo de un escritor es muy grande, desde los consejos hasta las presentaciones de otros compañeros escritores. Esa escritura paralela te lleva mucho tiempo, pero es muy gratificante y bonita. También tengo otros proyectos, como el que estoy haciendo con un amigo músico, un excelente saxofonista con el que estoy preparando un recital que se llama "Mandarina blues", un titulo internacional, y que ofreceremos por muchos sitios. Mi colaboración con músicos y pintores es extensa, las peticiones que me llegan son continuas.

"En un lugar de agua mi pensamiento fluye, mientras que en un lugar seco se retrae"

-Un trabajo prolífico que te ha llevado a ganar muchos premios.
-Sí, he ganado todos los premios más importantes que se dan en Cataluña, pero sigo insistiendo en que lo de las traducciones es lo más difícil. Después de veintidós años de batalla no se ha podido traducir mi premio Sant Jordi y el Premio de la Crítica, que son los mejores que se dan en Cataluña. Esto me parece horroroso y es una de las razones por las que ahora estoy escribiendo novelas en castellano directamente. De esta manera acabo con las trabas.

-En fin, que no quieres que tu obra sólo se conozca en Cataluña, sino también fuera de ella.
-Sí, es lo natural, y también a nivel internacional si se puede, ¿por qué no?
Aquí en Asturias me han acogido bastante bien. He estado haciendo entrevistas en diferentes periódicos, en la radio y en la televisión. No puedo pedir más. Estoy contentísima. ∆

 El hijo del tejedor

El hijo del tejedor. Olga XirinacsEditorial Meteora

[…] "Era una de esas tardes de finales de agosto, de tintes herrumbrosos, que cierran el verano con un vagar de nieblas en el monte. "Agosto, frío en el rostro", decía el aya Dolores allá en Pajares. Y ya daba gusto acariciar la lana. La mar parecía soldarse al cieno lomo estaño. La marea baja descubría la tristeza del limo y el grupo de pinos costeros se apiñaba en una vigilancia oscura, casi lúgubre".
En un agreste lugar del litoral asturiano, los Del Río, un tejedor de tapices y una concertista de arpa, disfrutan de una vida apacible, dedicada casi en exclusiva al desarrollo de sus quehaceres artísticos. Sin embargo, un terrible y macabro hallazgo los lanzará hacia un torrente de situaciones extremas y despertará en ellos la fuerza de unos sentimientos que nunca habrían creído percibir. ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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