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SUPLEMENTO ASTURIAS   -  ENERO 2006

OPINION

DESPUES DE LA BERREA
POR ALBERTO CARLOS POLLEDO ARIAS

Quién iba a sospechar allá por el remate de abril, cuando los machos tímidos y vergonzosos se ocultan en lo más intrincado del bosque para disimular el desmogue que la cirugía natural practica sobre sus cabezas, que pocos meses más tarde, coincidiendo con el despegue otoñal, transformarían su retraimiento en arrogancia, osadía y atrevimiento. Para ellos parece no haber existido nunca aquel día aciago en que, al restregar contra un tierno abedul o el tronco retorcido de un haya, perdieron la cuerna de forma inesperada. Y qué orgullosos estaban de ella; con qué suavidad se acercaban a la charca con las primeras luces del alba para recrearse mirándola. Eso sí, no había que remover el cieno para que aquella película transparente reflejase unas testas ornamentadas con astas de las que cuelgan candiles y luchadoras. En algunas ocasiones, sobre todo cuando el astro de la noche colma su perímetro, adelantan los jabalíes la hora del baño, enturbian el agua y envenenan el espejo mientras se revuelcan entre el lodo.
Ya es mala suerte tener que esconderse en primavera cuando la lujuria se apodera de la naturaleza. Cuando la sexualidad explota en el bosque y la mayor parte de las especies reclaman su derecho a perpetuarse sobre la tierra, los ciervos pugnan por recuperar los distintivos del macho. Menos mal que una semana después de haber tirado la cornamenta aparecen ya sobre su cabeza las estructuras bulbosas cubiertas por el terciopelo, aunque todavía les toca aguardar algo más de dos meses para tenerla al completo, eso sí, con el vello superpuesto porque, para desaparecerlo, tendrán que rascarse contra arbustos y árboles que merced a sus resinas irán oxidando y tiñendo de caoba unas defensas alumbradas níveas: dos lunas más de aguarde y habrán recuperado al completo su color característico.

"Ahora ya, en la fecha que nos encontramos, el celo ha concluido y las hembras, acompañadas por los machos menores de dos años y los cervatillos, seguirán la rutina de la gestación."

Finaliza septiembre ataviando el paisaje con los harapos multicolores del otoño y, a la vez, despertando la libido de los venados. Machos y hembras se aprestan a cumplir el rito del cubrimiento. El silencio tradicional del bosque comienza a resquebrajarse con las primeras y las postreras horas de luz para ir, a medida que avanzan los días, in crescendo hasta lograr el clamor del bosque. La berrea llega a su punto álgido cuando todos los machos discuten, riñen y se pegan por conseguir el favor de las hembras. Claro que exclusivamente llegarán a copular los más fuertes y con las cuernas más desarrolladas: el harén conquistado dependerá de su valentía. Porque la espesura está nerviosa los berridos no dan tregua al estruendo; los desafíos se suceden sin cesar, la tensión se palpa en cada bramido y se cuelga de las ramas, el reclamo a las hembras es ensordecedor; retos, provocaciones, amenazas y luchas. Las testas encandiladas se enfrentan en un duelo casi siempre incruento, aunque, en contadas ocasiones, también pueden romper una pata o quedar maltrechos; la pirámide animal no se detiene, por eso lobos, buitres y demás carroñeros tendrán un festín a costa de los más débiles.
Ahora ya, en la fecha que nos encontramos, el celo ha concluido y las hembras, acompañadas por los machos menores de dos años y los cervatillos, seguirán la rutina de la gestación. Cerca de ocho meses de preñez en los que hay que defenderse de los rigores del invierno, las dentelladas del lobo, los disparos de los cazadores y el fuego, para poder parir entre la espesura de los matorrales una o dos crías que una hora después del parto son capaces de levantarse, andar y mamar.
Los machos, otrora polígamos, ajenos a la crianza, alborotadores, exhibicionistas y pendencieros, se volvieron prudentes y conservadores. Horquillones y varetos, que casi con toda seguridad no se habrán comido una rosca, retornan con el resto a la monotonía del crecimiento hasta la próxima berrea. Juntos en la granda, en el bosque y los peñascos: las hembras por un lado y los machos por el otro. Sino de una especie a la que aquí en Asturias tenemos que empezar a controlar su crecimiento. La invernada pasada, a pesar de su dureza, no fue capaz de diezmar su población debidamente. ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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