Texto y foto: Lupercio González
Su preocupación por el medio rural le
ha hecho merecedor de un galardón europeo que premia el esfuerzo por la
conservación de la naturaleza (The Foundation Conservation Ford Europe,
Viena, 1991). Además, sus trabajos de investigación no sólo se
circunscriben a Asturias. Actualmente estudia el desarrollo rural de la
isla del Hierro, en Canarias.
Sus escritos son un homenaje al hombre del campo. Defiende que los
habitantes del medio rural configuran el paisaje que conocemos y que la
conservación del modo de vida de los pastores es fundamental para
preservar nuestra cultura. ¿Qué ocurrirá si ese mundo desaparece?
-¿Cuál es la relación entre los habitantes del medio
rural y el paisaje de Asturias?
-En algunos casos la relación entre el paisaje y sus habitantes es muy
evidente. Si uno coge un mapa y se fija en la forma que tienen algunos
concejos del Oriente asturiano alrededor de Picos de Europa, Cangas de
Onís y Onís, encontrará que su forma responde a los intereses de los
pastores. Es una forma alargada desde la cumbre hasta el valle para
poder tener la oportunidad de utilizar los pastos de verano y de
invierno. Las evidencias de la presencia de pastores en el territorio es
muy antigua. Hay cuevas que nos indican que pueden tener siete mil años
de vinculación. Cabrales, por ejemplo, no es sólo el nombre del concejo,
es un topónimo que indica a las claras cuál es la civilización que puede
manejar el territorio, la civilización de los pastores y de las cabras.
Y el queso Cabrales no es una casualidad. Tampoco es una casualidad que
el queso haya sido, en el siglo XVI, la única moneda que tenían los
cabraliegos para hacer intercambio comercial. Prácticamente los queseros
cabraliegos tenían ya una especialización del territorio hacia la
producción quesera, además de una red de comercialización.
-Ha escrito "El país de Celso Amieva", una guía sobre
la zona oriental asturiana. ¿Qué inspira su creación literaria?
-No sabría decir qué es exactamente. Tampoco logro encasillarme en un
estilo determinado, mezclo la ficción con la realidad. Hoy me
preguntaban: ¿Para qué eres un inútil? Me pareció una buena pregunta,
pues soy un inútil para la poesía. Si escribí y planteé este libro así
es por la admiración de la forma magistral con que Celso Amieva describe
su percepción del paisaje a través de la poesía, que es insuperable.
Cuando me piden una guía sobre la comarca oriental, digo que esa guía ya
la escribió Celso Amieva, y encima la escribió en verso. Tengo
admiración por los poetas, pero no tengo esa capacidad, sin embargo,
creo que estoy en el proceso de descubrir exactamente lo que quiero
escribir. Muchas pistas me las da el trabajo profesional al encontrarme
con situaciones reales que luego saco de quicio o ironizo. En mi libro
"El Regreso del señor Hoffman" hay un relato sobre un funcionario que
enloquece y su vida se convierte en una cuestión de procedimiento. Todo
lo ve por el procedimiento administrativo; para comprar pan hace una
retención de crédito, cuando se acostaba con su mujer lo hacía dos veces
para obligarla a firmar un papel que dijese que recibió el duplicado. O
sea, su vida se acaba arruinando como consecuencia de la percepción
burocrática de la misma. La administración tiene unas claves
burocráticas que en cierta medida hace que se separe de la vida real.
"En el futuro si
queremos conservar el paisaje y la biodiversidad, y lo que
llamamos naturaleza, debemos activar las culturas
campesinas"
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-En sus escritos ¿cuánto hay de realidad y de
ficción?
-Siempre la realidad supera la ficción. Algunos relatos que son
absolutamente reales parecen de ficción, y otros incluso superan la
propia realidad, que se convierte en una fuente de ficción. En lugar de
inventarse personajes merece más la pena descubrir personajes reales y
trabajar con ellos como si fueran de ficción. Uno de los dramas de los
escritores es encontrar los personajes. Sin embargo yo digo que los
personajes están en la calle, sólo hace falta hablar con ellos y
convertirlos en personajes de ficción. Yo cabalgo entre los dos mundos.
-"El regreso del señor Hoffmann y otros relatos de
ambiente entero". ¿Qué hay tras ese juego de palabras?
-Efectivamente, hay un juego de palabras con respecto al "medio
ambiente". En castellano, el concepto "medio" significa mitad, y a mí me
da la impresión de que para algunos trabajar con el medio ambiente es
trabajar con la mitad, es decir únicamente con aspectos vinculados a la
fauna silvestre, a la biología de la conservación, sin entender que los
entornos rurales, sobre todo en Asturias, no son naturales, son
culturales. Es la síntesis entre una interacción de diferentes culturas.
En la península ibérica los espacios naturales son siempre la
consecuencia de la interacción entre modos culturales y territorio.
Entonces, si la biodiversidad de la península ibérica es tan alta y si
ésta está relacionada con las culturas campesinas, que con más éxito que
fracaso gestionaron el territorio, eso quiere decir que en el futuro si
queremos conservar el paisaje y la biodiversidad, y lo que llamamos
naturaleza, debemos activar esas culturas. Ese es el planteamiento que
nos llevaría a la confección del "ambiente entero". Y eso que es cierto
para la península ibérica y para España, es cierto para el planeta. O
acomodamos a la humanidad y a sus diferentes civilizaciones y culturas
en la vida de un planeta, que por definición es finito, o no tendremos
mucho éxito como especie.
-¿Piensa que el asturiano es un gran desconocedor de
su propia cultura?
-Los asturianos somos grandes ignorantes de nuestras propias culturas.
Cuando uno analiza las realidades de la región ve las diferentes
culturas que existen, y siempre hay una tendencia a considerarlas más
homogéneas de lo que son. Por ejemplo: en Cabrales es diferente el
tratamiento de los vaqueiros a los pixuetos; unos trabajan en la montaña
y otros lo hacen al lado del mar. La variación de paisajes es en
Asturias una variación también de culturas. Tengo un amigo que dice:
"Asturias es una república independiente de valles". Cada valle es un
mundo. Desde el punto de vista cultural y del desarrollo esto es
magnífico. El presidente francés De Gaulle se quejaba de que un país con
250 variedades de quesos, como el suyo, es un país ingobernable. Cada
queso significa una cultura. Si De Gaulle tenía razón, haciendo el
cálculo, Asturias entonces sería cuatro veces más difícil de gobernar
que Francia. Para el mundo que viene, que es el mundo de la diversidad
cultural, de las alianzas de civilizaciones y demás, creo que nosotros
tenemos una oportunidad de reconocernos a nosotros mismos. Asturias
tiene un grave problema de reconocimiento, pero no sólo desde el punto
de vista de la propia sociedad, sino desde el punto de vista de los
gobiernos.
-¿Reconocemos nuestra identidad propia?
-Nosotros no trabajamos el tema de la identidad regional, sin llegar a
los extremos de la discusión por otra parte banal de nación, y como
consecuencia tenemos problemas graves. Los ganaderos de los Picos de
Europa de la parte cántabra llaman "nación" a la vagina de la vaca, y
los de la parte de Onís y Cangas de Onís la llaman la natura. Son dos
términos preciosos, de natura, naturaleza, y nación, lugar donde se
nace. A mí me interesa más esa "nación" que la discusión chata que se
produce, poco relacionada además con lo que le sucede de verdad al país,
por ejemplo los dramas subsaharianos que se nos vienen encima producto
del mundo globalizado en el que vivimos. A veces perdemos el tiempo
ociosamente en cuestiones que son secundarias.
-¿Suele escribir en asturiano?
-Soy absolutamente analfabeto en bable, en inglés y en otras lenguas que
no sea el castellano y eso es un problema. En un debate sobre abuelos y
nietos pastores en Picos de Europa, oí por boca de Emilio Suero una de
las descripciones más complejas, más precisas, y con términos más
arcaicos que yo recuerde. El tema era cómo se hacía la cuerda. Uno de
los pastores decía que con pelo de caballo, mientras otro pastor le
discutía que la cuerda era más resistente si el pelo era de vaca. En su
discusión usaban una precisión de términos de una belleza y de una
riqueza que yo desconocía, más o menos se intuía, pero se me perdía. Yo
miraba para aquellos pastores con envidia, por cómo manejaban el idioma,
el idioma que no está escrito.
-¿El papel de todo intelectual es mover conciencias?
-Lo que mueve el mundo es la cultura, los cambios culturales. Los
gobiernos difícilmente promueven el cambio cultural; a veces lo
gestionan y es cuando son gobiernos brillantes, pero otras lo
entorpecen. En cualquier caso los intelectuales tienen un papel de
influencia difícil de evaluar, pero fácilmente perceptible. Uno de los
dramas de las dictaduras, la española por ejemplo o la argentina, fue la
expulsión de los intelectuales. Un país como España que en la Guerra
Civil pierde al 85% de los intelectuales, es imposible que levante
cabeza. En Argentina y en Chile pasó lo mismo. Los intelectuales son los
que impregnan la sociedad, están en todos los sitios, en la radio, en la
televisión, en los libros, dando clases, pensando, influyendo sobre la
sociedad. Un mundo sin intelectuales no sería posible.
"Siempre
la realidad supera la ficción. Algunos relatos que son absolutamente
reales parecen de ficción, y otros incluso superan la propia realidad"
-¿En qué está literariamente metido?
-En un par de cosas, una de ellas ha sido rematar un ensayo que hice
junto al catedrático de filosofía Gonzalo Barrera y se va a titular:
"Marqueses, Funcionarios, Políticos y Pastores", y el subtítulo de "Cien
años de desencuentro entre naturaleza y cultura en los Picos de Europa".
Revisamos la visión de los Picos de Europa por la Institución Libre de
Enseñanza y la visión del marqués de Villaviciosa, al que hemos
encumbrado de forma injusta. El marqués es un personaje muy interesante,
pero no creo que sea el padre de la conservación. En definitiva, es un
repaso sobre la institución y la enseñanza, la visión de los
aristócratas, de los tecnócratas ambientales de los años 60 y siempre en
todos los casos, la marginación de la cultura que había modelado el
territorio. Los pastores nunca son considerados y sus elementos de
control territorial no son tenidos en cuenta, ni tampoco la arquitectura
de las majadas. Pero cuando uno ve el mapa de Asturias, de los Picos de
Europa, y ve la urbanización de las majadas, se da cuenta de que esos
son los centros de control de territorio. Todo eso al final se sintetiza
en un producto, que es el queso. El queso es el que hace el paisaje.
-¿Qué futuro hay para los pastores?
-Superada la visión aristocrática del territorio de 1918 y la visión
tecnocrática de los años 60-70, debemos ir a un planteamiento de
conservación cultural, sobre todo porque esa cultura está a punto de
extinguirse. Hay un departamento de antropología de la Universidad de
Chicago que nos sigue con mucha expectación, porque nosotros sabemos que
esa cultura viene del neolítico, sabemos que ha tenido muchas
dificultades durante la revolución industrial y está a punto de
extinguirse. La pregunta es si los pastores tienen sitio en la sociedad
post industrial o definitivamente pertenecen al pasado. Desde el punto
de vista intelectual es una discusión muy importante. Desde el punto de
vista político, no hemos alcanzado todavía el grado de madurez
suficiente para que se convierta en proyecto político. Y desde el punto
de vista del ordenamiento de las leyes tampoco. De momento estamos en la
confrontación política. Hay teorías que dicen que estamos equivocados,
que eso se va a extinguir, que no merece la pena. Nosotros decimos que
no. Una de dos, o nos extinguiremos con el último pastor o seremos
capaces de preservar esa cultura. Esa es la reflexión, el fondo, lo que
persigue "El regreso del señor Hoffman". ∆ |