ambió
la ingeniería por la fotografía. Dejó la seguridad profesional de un
cargo en una empresa multinacional especializada en energía
hidroeléctrica para lanzarse a un futuro más incierto, pero sin duda más
atractivo. Y de esta forma nació una vocación tardía. Actualmente su
vida profesional discurre unida a una cámara y a una editorial
asturiana, Tragaluz. Por eso muchas de sus imágenes ilustran
publicaciones asturianas.
Arnaud es de los que prefiere ser conocido por su trabajo y no por su
imagen de ahí que elija estar tras la cámara y no ante ella. Y es que
las apariencias siempre engañan, por eso quien se cruza en su camino
podría pensar que con 33 años es demasiado joven para tener un
conocimiento extenso de un arte como es la fotografía. Pero la capacidad
de transmitir a través de una imagen no entiende de edades y sí habla de
atracción, de compenetración con lo fotografiado, de juego de luces. Un
juego de seducción que Arnaud domina a la perfección.
-En lo que
conocemos de tu vida hay un fuerte componente de aventura ¿la necesitas?
-No es que la necesite. De hecho siempre prefiero que un viaje esté
planificado, pero si luego salen cosas mal, tienes que estar dispuesto a
vivir la aventura. Yo conozco muy bien la naturaleza, viví en ella
muchos años y no me da miedo. Hablo algunos idiomas y me desenvuelvo.
Además necesito conocer cosas nuevas sin parar, nuevas personas,
espacios nuevos, sentirlos, vivirlos. Este oficio me permite Vivir con
una V mayúscula, vivir una vida plena.
Ahora estoy trabajando fuera de Europa, para National Geographic. Acabo
de hacer un libro de Faros de todo el Arco Atlántico, para lo cual
estuve medio año por Irlanda, Escocia... Y realmente esto es lo que yo
quería, ahora cogí este camino y no me arrepiento. Pretendo algún día
volver a Africa y la fotografía me lo va a permitir, la ingeniería no lo
sé.
"He aquí una combinación perfecta de
la técnica de un fotógrafo y el arte de la casualidad, un
rayo de luz entró en la cámara por el visor y quedó impreso
sobre el negativo en un lugar particular, sobre la cabeza
del Cristo: ¿casualidad o señal?" |
-Todo el
que viaja al continente africano queda enganchado de una forma especial
a sus luces, sus colores, sus gentes.
-Africa es un continente mágico, especial. Es un continente más
orgánico en todos los sentidos, la tierra está más cerca. La luz, el
color, y hasta el sol parecen más grandes allí.
Lo que pasa es que hay muchos componentes que la gente pierde de vista,
como el geopolítico. Nos quedamos siempre con una visión muy idílica de
Africa, la que se refleja en películas como Memorias de Africa, y vivir
allí es complicado.
Yo siempre aprendí que podíamos ganarlo todo en cinco minutos pero
también que podíamos perderlo todo en ese tiempo. Al fin y al cabo el
único marco necesario para desarrollarse una familia es un marco
democrático, y eso en Africa no existe. Todas los europeos y
norteamericanos que van a Africa tienen un pacto tácito con ellos
mismos, con el destino, y siempre tienen una maleta preparada con lo más
valioso de su vida, que son las fotografías. Tiene que estar siempre
preparados por si tienen que salir de su casa y coger un helicóptero de
Naciones Unidas para escapar. Y saben que pueden volver a comprar
coches, ropa, pero una fotografía no la volverán a recuperar porque es
un momento de la vida que nunca se repetirá.
-¿Qué
condiciones valoras en una fotografía? ¿Importa más el contenido que la
forma?
-Para mí personalmente lo que prima es cumplir con una necesidad de
un cliente. Puede que la fibra artística esté presente en la técnica o
en el modus operandi a la hora de trabajar y sacar una temática
concreta, pero en realidad lo que prima es que yo tenga una solución a
un problema, a una necesidad. Para mí la fotografía es una herramienta
para que eso se haga realidad.
-¿Qué estás
dispuesto a hacer por conseguir una fotografía?
-No sé a qué estoy dispuesto, porque a veces no te das cuenta hasta
que estás ahí. No estoy dispuesto a jugar con mi vida, si me piden en
frío que lo haga, digo que no. Luego está la tensión que provoca, la
angustia de conseguir una luz, un momento fugaz, efímero, una sonrisa.
Tienes una sensación de que nunca va a volver a ocurrir y la necesidad
vital de recoger ese momento. Alguien dijo ¿a dónde van los besos que no
damos? Yo no lo sé, pero ¿a dónde van las luces? ¿Esas sonrisas que no
enseñamos? Y yo las quiero enseñar todas. Por eso, en frío te digo que
no estoy dispuesto a arriesgar la vida, pero sí me la he jugado varias
veces.
-¿También
es una necesidad personal?
-En realidad la foto es un medio. A mí no me interesa la foto como
tal. Si pudiera pasar de la cámara y tuviera la oportunidad de grabar
con mis ojos mejor todavía, pero a la hora de transmitir lo que veo es
complicado. Para mí lo que importa es el fin, haber recogido un momento
que no vamos a volver a vivir ninguno.
-¿Hay
alguna fotografía que recuerdes, y que por su dificultad te haya quedado
grabada?
-Sí. Hace dos años hicimos un libro sobre bares-tienda en Asturias,
sobre chigres. El libro tiene mucha gráfica y es bonito, con muchas
sombras, miradas y contraluces, y en realidad fue como hacer fotografías
en una cueva mal iluminada porque apenas tienen luz y la poca que tienen
es mala. Y había paisanos que a las ocho de la mañana ya estaban tomando
un coñac. Me acuerdo de uno, que salía en las fotos con los hombros para
arriba, y le corté los hombros, para que sólo se le viera la cara porque
en realidad estaba entre otros dos que lo aguantaban para que no se
moviera de la borrachera que tenía. Fue una foto complicada.
-Entre tus
últimos trabajos se halla "El paso del tiempo", un homenaje al colectivo
de emigrantes asturianos en Bruselas ¿Qué te aporta un trabajo como
éste?
- Lo llamé una "identidad en tránsito", y me identifiqué con ellos.
En cierto modo quería decirles y reconocerles que tienen un lugar
propio. No son asturianos enteros, gente que nace y vive Asturias, pero
tampoco son belgas, porque la cultura, el idioma marcan una diferencia.
En realidad fuimos a decirles que ellos tienen una identidad propia,
porque la emigración es un islote en el que se preserva una cultura, un
idioma, unas tradiciones. Ellos tienen un papel importante y nosotros
hemos querido decírselo a través de esta exposición. A través de mi
mirada sobre la suya.
-¿Es fácil
trabajar con personas?
- El retrato es lo más valioso que tenemos, lo que pasa es que es
difícil vivir de esta fotografía, pero a mí personalmente me encanta.
"Necesito conocer
cosas nuevas sin parar, nuevas personas, espacios nuevos,
sentirlos, vivirlos. Este oficio me permite Vivir con una V
mayúscula" |
-¿Cuál es
la clave del éxito de un retrato?
-No hay muchas claves. Cuando estoy trabajando con una persona
intento ponerla durante mucho tiempo en confianza. Estamos hablando de
otras cosas, hay un acercamiento, da igual su condición, tanto sea un
niño, o una niña, una persona mayor, a esta persona tienes que hacerla
tuya y aceptar que tú formas parte de ella también.
Yo en Africa vivía algo así con los animales a los que me acercaba. Me
acuerdo de pequeño haberme acercado a un león, haberlo acariciado.
Estaba con mi padre y estuvimos cerca de una hora para poder tocarlo.
Tienes que entrar en su burbuja de confianza y ahí una vez que estás
dentro puedes pedir lo que quieras, respetando siempre sus límites. La
confianza que vas a dar la vas a recibir de esta persona y eso hace que
luego la fotografía tenga algo más, porque alguien ha transmitido algo.
∆