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SUPLEMENTO ASTURIAS   -  MAYO 2005

SUSPENSO EN MEDIO AMBIENTE

Alberto Polledo Arias

"Somos, sin duda, las últimas generaciones en tener la capacidad de detener la destrucción de los seres vivos, antes de sobrepasar un umbral irreversible, más allá del cual incluso el futuro de la humanidad sobre la Tierra pueda estar en peligro".

Palabras del presidente francés, Jacques Chirac, en la Conferencia Internacional sobre Biodiversidad que se celebró hace poco en la sede de la UNESCO de París, a la que asistieron cerca de 1200 expertos y políticos de 30 países. Según sus conclusiones cerca de 16.000 especies animales y alrededor de 60.000 especies vegetales corren el riesgo de desaparecer -solamente en España, según revela el Libro Rojo de las Aves elaborado por la Sociedad Española de Ornitología y editado por el Ministerio de Medio Ambiente, hay un centenar de especies o subespecies de aves amenazadas, 15 de las cuales se encuentran ya en peligro de extinción- se ha perdido el 45% de los bosques; un 32% de los anfibios están a punto de desaparecer y el resto ve menguada su población notablemente, año tras año, desde hace dos décadas. Para entendernos mejor: uno de cada cuatro mamíferos, uno de cada ocho pájaros y uno de cada tres anfibios se esfumarán irremediablemente. ¿Quién nos asegura que la especie humana no se sumará a esta comitiva fúnebre? ¡Qué porvenir más negro!

¿Se imaginan ustedes un médico que cure a los enfermos en proporción a la minuta que estos le abonen? Pues éste es el trato que dan al planeta los dirigentes de los países más ricos del mundo.

Se puede afirmar, sin ninguna vacilación, que las emisiones de gases de efecto invernadero -en España se incrementaron cerca del 45% sobre el nivel de 1990, el triple que el Protocolo de Kioto determinó para nuestro país- tienen una relación directa, plena e indisoluble con el cambio climático, causante de todos los males que afectan gravemente la capacidad de regeneración medioambiental terrestre, y, como consecuencia, son responsables de la masiva extinción de especies; equivalente a la que originó la desaparición de los dinosaurios de la faz terrestre.
La acción humana alteró más el medioambiente durante los dos últimos siglos, que en los veinte millones de años anteriores. Desde los comienzos de la Revolución Industrial, el hombre, pensando que la vitalidad de la tierra es perpetua, no supo conjugar la búsqueda del bienestar común con la conservación de la naturaleza; parámetro que hoy día conocemos como desarrollo sostenible. Ya desde hace décadas, aunque actualmente el clamor es más relevante, se levantan las voces de investigadores y expertos alertando que el estado de salud de nuestro planeta es cada lustro que pasa más preocupante, y que la tierra está alcanzando un deterioro tan grave como para decir que el futuro de la vida sobre la corteza terrestre es incierto. La retórica de atención primaria sobre el estado de salud del mundo, se va tornando con urgencia en un discurso que demanda soluciones inmediatas.
¿Se imaginan ustedes un médico que cure a los enfermos en proporción a la minuta que estos le abonen? Pues, aunque ni tan siquiera lo sospechen, éste es el trato que dan al planeta los dirigentes de los países más ricos del mundo que prosiguen utilizando los términos económicos como moneda valiosa, sin darse cuenta que el futuro de la especie humana es innegociable si el cambio climático se vuelve irreversible. La temperatura aumentará entre cuatro y siete grados a lo largo del siglo XXI. El cambio climático en la península antártica es tan importante que el hielo se funde y el nivel del mar aumentará notablemente: otro eslabón nocivo que añadir a la cadena de despropósitos que la mal llamada civilización, sin proyección de futuro, engendra para sobrevivir a corto plazo.
El índice Mundial de Sostenibilidad otorga a España, quizás con todo merecimiento, la calificación de suspenso en los apartados de "reducción de impactos de las infraestructuras", "el estado del suelo", "la calidad y la cantidad de agua", "la reducción de la contaminación del aire", la "gestión de los recursos naturales" y "la presión sobre el agua", clasificándonos en el puesto 76º; resultado que habla poco en nuestro favor. Aunque, mientras tanto, los españoles seguiremos discutiendo -cuando la globalización se adueña de la Tierra y Europa converge hacia la unidad territorial- de planes, nacionalismos, estatutos, autonomías y federalismos; asuntos propios de mentes cicateras incapaces de sospechar que, por encima de todo, somos ciudadanos del mundo y, como tales, debemos defender nuestro hábitat para que los nietos de nuestros nietos contemplen todos los amaneceres del mundo. ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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