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SUPLEMENTO ASTURIAS   -  MAYO 2005

FERNANDO MENENDEZ


FERNANDO MENENDEZ

Escritor y poeta

 Fotógrafo verbal

Osado, valiente, transgresor... Libre de estructuras rígidas. Vuela con la imaginación y se posa allá donde quiere, improvisa melodías y palabras, toma una instantánea y continúa su vuelo.

Texto y foto: Lupercio González

Así es Fernando Menéndez, que acaba de publicar su libro "El habitante de las fotografías".
¿De dónde surge una obra como ésta? El mismo autor lo explica en unas breves líneas que acompañan el libro: "En los márgenes y dentro de las fotografías habita una multitud de seres humanos. Personas que temen y se demoran. Personas que confían y se apresuran. Este libro es la crónica de esos seres. También lo es del tiempo y la historia que les ha tocado vivir".

-¿Qué has pretendido conseguir con este libro?
-Hace años un fotógrafo, y una gran persona como es José Luis Nieto, me hizo fijarme en una cosa y es que cuando vemos álbumes de fotos siempre nos acordamos de historias y anécdotas que tienen que ver con esas fotos pero que no aparecen en ellas. Pensé que ése sería un buen motivo para escribir un libro, y varios años después me senté para intentar hacerlo.
Me interesaban esas historias. Lo que pretendía -quizá de una manera insensata- es crear fotografías con palabras, fotografías nuevas. Esto me ayudó a encontrarme con el personaje del libro, que ha tenido la suerte o la desgracia de tener que dedicarse a muchos oficios y estar en muchos lugares del mundo. También me dio la posibilidad de sacar a flote historias que tienen que ver con fotografías personales de mi propio entorno.
El poeta ovetense Gamoneda dice que la poesía sobre todo es un arte de la memoria. La memoria siempre está ahí golpeando, pero no en forma de nostalgia, sino como un motor para proyectarte hacia adelante, hacia el futuro. Yo trato de rescatar imágenes, sucesos que en la memoria pasaron un poco desapercibidos pero que tienen importancia.

-La experiencia de poner texto a las fotografías de José Luis Nieto, en aquel libro "Entre candilejas" ¿fue enriquecedora?
-Mucho, para mí fue un antes y un después. Desde ese día me aficioné a la fotografía como espectador. Descubrí que la fotografía es de alguna manera un género poético, o la poesía es un género fotográfico, porque ambas coinciden en un punto: tratan de captar momentos muy concretos. Después de tantos años la poesía y la fotografía siguen viviendo gracias a una ilusión, ya que se trata de captar determinados momentos, pero la mayoría de las veces cuando lo haces ya es una fracción de segundo después de cuando querías hacerlo. A mí eso me cambió la perspectiva de las cosas, hasta el punto de que ahora veo cualquier fotografía y de forma automática ya estoy empezando a especular sobre las posibles historias que puede haber detrás de ella.

-Prosa, poesía... no eres partidario de encuadrarte en ningún género.
-No, es algo que no me preocupó nunca, lo único que me preocupaba era ponerme a escribir y punto. Yo siempre me sentí muy a gusto en los terrenos fronterizos, son terrenos muy enriquecedores aunque también peligrosos.

"Siempre me sentí muy a gusto en los terrenos fronterizos. Son terrenos muy enriquecedores aunque también peligrosos"

-A la hora de escribir te guías por sensaciones musicales más que por géneros literarios.
-Sí, la música siempre ha sido un motor, no una especie de posición estética o de influencia cultural. Me ha influido en la manera de escribir, hasta el punto de que al final lo que uno está haciendo durante años es buscar una música, entendiendo esa música como una escritura muy concreta, con una rítmica muy concreta, con un fraseo. Yo me paso la vida escuchando jazz, y no sabría decir qué es más importante para mí, si la música o la literatura. No podría concebir la existencia sin ninguna de las dos.

-¿Nunca te has animado a tocar un instrumento?
-No, posiblemente uno acabe siendo escritor por un cúmulo de frustraciones. La primera, por ser un músico frustrado, y la segunda por ser un fotógrafo frustrado. Pero siento que a veces con las frustraciones y los errores creces más incluso que con los éxitos.

-¿Podría decirse que tu poesía es una poesía musical o una fotografía verbal?
-No me atrevería a definirlo pero lo de la fotografía verbal es un calificativo que me agrada. Lo de la poesía musical, siempre y cuando no lleve a engaño, porque a veces la musicalidad de la poesía es un conflicto muy tópico, como aquello de los modernistas y de Rubén Darío, que estuvo muy bien para la época pero que hoy en día creo que no tendría sentido hacerlo así.
Independientemente de que lo que escribas sea autobiográfico o no, uno está influido por lo que pasa a su alrededor, por lo que ve, por lo que escucha. Siempre se dijo que uno no puede evitar ser hijo de su tiempo. Puedes estar más o menos reñido con tu tiempo, pero eres hijo de él.

-¿Crees que el intelectual, el artista, debe estar comprometido con la realidad que le toca vivir?
-Es un tema controvertido. Yo no me atrevería a decirlo de manera general, pero confío más en el artista que es sensible a las situaciones que tiene alrededor, siempre y cuando esa sensibilidad o esa involucración no perjudique su manera de entender la escritura, el arte, o la música y nunca esté por encima de lo que hace. En ese sentido siempre tengo como referencia a Albert Camus, un autor que para mí fue fundamental. Lo sigo leyendo muy a menudo. Con obras como "El extranjero" o "La peste" logra ese equilibrio que uno trata de encontrar entre no quedarse encerrado en una torre de marfil, pero tampoco escribir al servicio del régimen, como ocurría en la época del estalinismo.
Hay veces que la escritura es mucho más comprometida rescatando pequeños elementos que no reflejando las grandes consignas o los grandes problemas, porque a veces de esa manera se aprecia mucho mejor el sufrimiento.
La mayoría de los protagonistas de las historias de "El habitante de las fotografías" son personas que pasan por situaciones complicadas, que nunca saldrán en los titulares de las revistas o periódicos, pero que son imprescindibles para que la vida continúe. Es lo que decía Cernuda, un buen ejemplo de compromiso sin perder la perspectiva de su apuesta estética. Eso es lo que me gustaría que el escritor siempre tuviera presente: recordar aquellos lugares donde habita el olvido.

-Diriges un taller literario en Oviedo desde hace tiempo. ¿Qué aporta una experiencia de este tipo?
-Para mí es una lección en muchos sentidos. Primero en el sentido estético, porque es un taller con continuidad en el que participan sensibilidades muy distintas. El único vínculo que tienen los asistentes es la afición a la literatura y es como un gran bazar en el que hay intercambios de productos alucinantes y riquísimos. Yo aprendo mucho de ellos y ellos de mí. Uno tiene que tener muy claro que si coordina un taller de este tipo, los protagonistas son ellos. Tú tienes que ser algo así como el que pone música en un bar, luego la gente decide si baila o no.
Hay otro componente ajeno a la literatura y es que con el taller yo me he acostumbrado a algo que no se hace mucho, y es a escuchar a la gente. Cuando salgo de casa tengo la sensación de que la gente no conversa, sino que mantiene monólogos.
En el ámbito de la literatura nadie es capaz de hacerlo, no se discute, en el mejor sentido de la palabra, y es algo de lo que se hace en el taller y de lo que yo estoy satisfecho y orgulloso.

"Yo trato de rescatar imágenes, sucesos que en la memoria pasaron un poco desapercibidos pero que tienen importancia"

-¿En qué te encuentras embarcado actualmente?
-Hay un libro que discurrió paralelo a éste, que comencé antes, y en el que invertí unos cuatro o cinco años. Se titula "Un hombre por venir". Si no hay ninguna catástrofe, hay una editorial en Madrid que está interesada en sacarlo.

-¿Qué opinas de la cantera literaria que hay en Asturias?
-La verdad es que yo no tengo una visión panorámica porque habría que verlo en contraste con otros lugares. Lo que sí es cierto es que por suerte hay mucha gente que escribe. No es tan preocupante que haya muchos escritores que publiquen, porque luego el tiempo nos coloca a todos donde nos merecemos. Sí es preocupante que haya cada vez más libros de personas que no son escritores y que puntualmente escriben un libro sobre las cosas más perentorias. En Asturias hay autores a los que leo con mucho placer y que están a la altura de los más importantes de otros lugares de este país. Lo que pasa es que sigue existiendo un problema de comunicación, y para que te conozcan tienes que pasar por el tamiz de Madrid o Barcelona.

-Tu norte literario ¿hacia dónde apunta?
-Lo que me gusta es no saber dónde está, que yo mismo me sorprenda de a dónde puedo llegar y a dónde no puedo llegar.
Lo único malo de escribir es que un tipo de dedicación que te enfrenta constantemente con tus propias limitaciones. Tienes que tener la suficiente capacidad de autocrítica para ver lo que puedes hacer y lo que no puedes hacer. Sí hay algo que siempre me gustó buscar y no sé si lo habré logrado, son los demás quienes tendrían que decirlo, es conseguir una escritura que sea expresiva y austera a la vez. Puede parecer en principio una contradicción pero a mí es lo que siempre me obsesionó, sobre todo influenciado por un autor que cuanto más lo leo más me gusta, y es Chéjov. Siempre me obsesionó mucho lo que Hemingway llamaba la teoría del iceberg, es decir, que en un texto lo más importante no aparece pero se nota. Porque uno ve la montaña de hielo y olvida que hay mucho más debajo. Siempre me gustó tender hacia ello, ser lo más austero posible sin dejar de ser expresivo. ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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