Texto: Lupercio González / Foto:
L.G.
Este historiador e investigador aborda el tema de las bebidas en
general y la sidra en particular, analizando su importante papel social
en la historia de nuestra cultura.
Luis
Benito García Alvarez ha realizado diversos trabajos de investigación en
diferentes instituciones asturianas. Actualmente se divide entre la
Fundación del Museo de la Sidra de Nava y del Centro de Interpretación
Armando Palacio Valdés de Laviana. En la Universidad de Oviedo forma
parte del grupo MIRAR de investigación de Historia Contemporánea y del
equipo del Archivo de Fuentes Orales para la Historia Social de
Asturias. Recientemente ha publicado su primer libro con el título:
"Beber y Saber, una historia cultural de las bebidas".
-¿De dónde surgió la idea de escribir sobre el tema
de las bebidas?
-En el año 2001 empecé a trabajar para el Museo de la Sidra, y
durante los años 2001 y 2002 realicé para él una investigación sobre la
historia de las bebidas. Del texto original envié una copia a Alianza
Editorial, me dijeron que les interesaba y me sugirieron ampliarlo un
poco más, en particular en lo referido al capítulo del vino en España,
las regiones vinícolas y las regiones cerveceras. Así lo hice y lo
aceptaron.
"Algo tan sencillo
como es el acto de beber, tiene unas derivaciones tanto
políticas como sociales tremendas" |
-¿Saber beber implica mucho más de lo que imaginamos?
-Siempre me ha interesado el tema de la sociabilidad y la
alimentación, y ambos factores se podían conjugar fácilmente en la
historia de la bebida. Se puede hablar de la bebida en la taberna, de la
bebida en la fiesta, de la bebida en las celebraciones familiares... La
bebida es un lubricador de la sociabilidad, que puede fomentar espacios
de libertad, foros de discusión política, o favorecer la organización de
movimientos sociales. Es una cuestión que siempre se intentó mantener
muy controlada por parte de los poderes de las clases dominantes y del
Estado. Tras todo ello siempre se escondía un trasfondo de miedo hacia
las clases populares y obreras, sobre todo cuando se organizan en
sindicatos y partidos. Por otra parte, al alcohol siempre se le
asociaron ciertas patologías, pero ni siquiera el alcoholismo es una
patología muy social, ya que el alcohólico bebe mucho más allá del
ámbito de la taberna. En definitiva, la bebida solía ser un facilitador
de las relaciones sociales más que otra cosa.
-¿Hay alguna bebida de consumo masivo que sobresalga
sobre otras?
-Creo que cada bebida tiene una historia particular muy interesante,
y más quizás las de consumo masivo porque a ellas siempre tuvieron
acceso las clases populares. Tenemos el ejemplo de la cerveza, sobre
todo en el ámbito anglosajón y alemán. La sidra es una bebida de consumo
más limitado, aunque genera una cultura riquísima, no sólo en el caso
asturiano, sino también en el País Vasco. El caso del vino es diferente.
El vino es la bebida de consumo masivo que abarca todos los estratos,
desde el vino peleón hasta el más elitista. La creación de modas en el
consumo de vino es un tema apasionante para estudiar. Se pueden analizar
los cambios que se originan en el consumo de vino, condicionados por
ejemplo por la burguesía inglesa, porque aunque Inglaterra es un país
que no produce vino, es un gran consumidor. O cómo se imponen las modas,
desde los vinos canarios, pasando por los oportos, los madeiras, los
jereces. Por ejemplo, es la burguesía inglesa la que desarrolla
enormemente el sector del vino andaluz. Hay que tener en cuenta que la
tercera vía de ferrocarril que se abre en España es la que va a San
Lucas de Barrameda, para poder embarcar esos vinos hacia Inglaterra.
También sobre los aguardientes hay historias apasionantes.
-El vino y la cerveza son las bebidas más consumidas
en todas partes... menos en Asturias, donde la sidra ocupa la primera
posición. ¿A qué se debe?
-Por la facilidad de la producción. La cepa de vino no se adapta
bien a nuestro clima. Se conserva una tradición en Cangas del Narcea y
tenemos datos de que se plantaba en Aller y en Mieres, pero nunca fue un
cultivo de aquí. Con la cerveza sucede algo parecido, ya que aquí el
cereal era escaso por las condiciones climáticas. Por otra parte, la
importación de esas bebidas era compleja por la difícil situación
orográfica de la región. Sin embargo el manzano sí se adaptaba bien. Por
eso aquí la bebida de consumo masivo siempre fue la sidra.
-¿Qué papel juega en Asturias el Museo de la Sidra
como dinamizador de nuestra bebida emblemática?
-La sidra es un elemento importantísimo en la historia sociocultural
de Asturias. Aparte de toda la educación museística, el Museo de la
Sidra de Nava está apoyando la investigación, como es mi caso y la tesis
doctoral que estoy realizando: "Sidra y manzana en la Asturias del siglo
XX". En otro orden de cosas estamos intentando formar una buena
biblioteca, y ahora vamos a iniciar un archivo, una recopilación sobre
la sidra. El Museo de la Sidra por tanto juega un papel vital a la hora
de reivindicar la cultura de la sidra en Asturias.
-¿La bebida marca el estatus social de las personas?
-Sin duda. Por ejemplo, en regiones protestantes donde el acceso al
vino no era fácil, el que venía de la zona más católica era rechazado.
En otros lugares se desarrolla una cerveza de lujo que se diferencia
mucho de la de las clases populares. Incluso en lugares donde el vino no
se produce tan fácilmente se llega a dictaminar qué bebida es de las
clases populares: la sidra o la cerveza. Evidentemente, hay una
jerarquía en el beber.
"La sidra siempre fue la bebida de
consumo masivo en Asturias"
-Dime lo que bebes y te diré...
-Y te diré quién eres, porque la persona se construye en gran medida
por lo que come y por lo que bebe, o por lo que viste. Es una
construcción social. El hecho de beber aporta unas pautas de
identificación sociocultural enormes.
-Cuando se bebe mucho se pierde el tino...
-Pero hay que tener en cuenta también que gracias al alcohol se
iniciaron movimientos sociales muy interesantes. Muchos partidos
políticos se crearon en tabernas. Cuando los partidos políticos eran
perseguidos y les cerraban sus locales, se refugiaban en la taberna.
-¿Cómo han cambiado los hábitos respecto a la bebida?
-Tras la Segunda Guerra Mundial se empieza a buscar más la calidad
que la cantidad. Es cuando también despega de manera definitiva la
industria cultural, el cine, los deportes de masa, después la
televisión. Al ser la oferta de ocio mucho más variada, los hábitos en
el beber cambian. Ahora también la gente busca más la calidad que la
cantidad.
-¿Qué proyectos tienes en el horizonte inmediato?
-La tesis doctoral, que seguramente será publicada por el Museo de
la Sidra. También estoy trabajando en un libro, "Vida cotidiana y social
en Palacio Valdés", en el que trato un aspecto que creo que es relevante
para la nueva historia, y es cómo la literatura puede ser una fuente de
primer orden para la historia social, mucho más que los patrones
estadísticos o documentos de archivo. ∆ |