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SUPLEMENTO ASTURIAS  -  FEBRERO 2004

MUJER ASTUR

"No hemos oído pronunciamientos serios por parte de la Iglesia en contra de la violencia de género. Su mensaje es muy dañino porque sigue valorando las instituciones por encima de las personas"


NURIA VARELA

  Periodista y escritora

Reniega de cualquier tipo de violencia, aunque su inquietud profesional le lleva a observarla de cerca. Corresponsal de guerra y experta en violencia de género, esta periodista asturiana lleva su profesión en la sangre.

Texto: Isabel Muñiz


PALABRAS DE GUERRA

Nació en Mieres en el año 67 y pronto descubrió que lo suyo era el periodismo. Su necesidad de buscar nuevos horizontes le llevó a dejar Asturias e instalarse en Madrid donde trabaja en el Semanario Interviú desde el año 1993.
Ha estado en numerosos países en conflicto cubriendo reportajes como el sitio de Sarajevo, el golpe de Estado en Rusia, y conociendo de primera mano los campos de refugiados en Croacia, en el Sáhara y en Pakistán. Ha viajado como brigadista a Nicaragua, fue observadora en los Campamentos por la Paz a Chiapas, y voluntaria en comunidades en El Salvador. También ha podido comprobar de primera mano la situación en Irak, antes y después de la guerra, un conflicto armado injusto que le ha dejado una honda impresión.
Su otra faceta más destacada es la de una mujer escritora comprometida con la mujer. Entre sus últimas experiencias se encuentra la de recorrer España, durante tres semanas, vestida de musulmana para estudiar la discriminación que sufren estas mujeres en nuestro país. Nuria Varela es también una gran conocedora de los entresijos que rodean la violencia de género, que desvela en su libro "Íbamos a ser reinas".

-Has viajado a muchos países en conflicto. ¿Qué te ha impulsado a decantarte por este tipo de periodismo?
-Según iba estudiando y haciendo los primeros trabajos me di cuenta de que lo apasionante de esta profesión era estar en el sitio donde estaban ocurriendo las cosas en el momento en que ocurrían. La cuestión de las guerras, de los conflictos me interesa especialmente, aunque a mí me horroriza la violencia. No entiendo cómo se puede plantear la resolución de conflictos con la violencia porque yo creo que la violencia sólo genera violencia.
La primera oportunidad que tuve de viajar a un país en conflicto me interesó por dos razones: porque es el periodismo más puro, o un tipo de periodismo muy interesante en lo profesional, y porque humanamente te da la oportunidad de profundizar en cuestiones, desde mi punto de vista, fundamentales. Las guerras sacan lo mejor y lo peor de cada uno y ves la capacidad de supervivencia del ser humano. En las situaciones límite uno se da cuenta de cómo somos, se aprende mucho de uno mismo, cosas que difícilmente se aprenden en una vida tan acomodada como la que tenemos la mayoría de nosotros en este país.

-¿Cuál ha sido tu descubrimiento personal en ese sentido?
-Mi di cuenta de muchas cosas. Primero, que la inmensa mayoría de las personas de este país somos muy privilegiadas. Yo me considero privilegiada, y eso no se puede olvidar, porque aquí en lo cotidiano nos angustiamos con cosas que realmente no tienen ninguna importancia. Se aprende a valorar las cosas importantes de la vida, la libertad. El primer conflicto armado que viví fue el de la antigua Yugoslavia, en concreto el sitio de Sarajevo. Recuerdo que no sabía cómo iba a reaccionar cuando escuchara detonaciones, cuando empezaran a disparar. Era una de las cosas que me preocupaba: si iba a ser capaz de hacer mi trabajo.
Y en la parte humana, que es la que más importa, lo primero que me sorprendió de aquella guerra, en Sarajevo, es que era gente que había leído los mismos libros que yo, que habían visto las mismas películas, que me hablaban de Almodóvar... Yo me imaginaba que era como si de pronto estallara en Madrid el conflicto y todo nuestro mundo se cayese.

-¿Alguna vez viste peligrar tu vida?
-Siempre que hay un conflicto bélico sabes que corres un riesgo, y en los últimos años más. Yo no viví las guerras anteriores, pero en la guerra de los Balcanes empezó a cambiar la situación. Hasta ese momento obviamente había riesgos, porque cuando hay armas de fuego y un clima de violencia siempre hay riesgo, pero a partir de entonces la prensa empezó a ser objetivo, o sea empezaron a dispararnos directamente, y desde ahí hasta la última guerra que hemos vivido en Irak, en la que hemos visto que efectivamente disparan impunemente contra los periodistas.

"Lo que está haciendo el Gobierno Central para erradicar la violencia de género es una política mediática de escaparate, vacía absolutamente de contenido"

-¿Cuál es la situación profesional que más te ha impactado?
-Hay muchas, depende de qué coja, pero te puedo decir que me impactó muchísimo cuando hace años vi cómo vivían los inmigrantes en este país. La primera vez que entré en una casa, por llamarla de alguna manera, donde estaban hacinados decenas de marroquíes en la zona de Murcia me quedé alucinada.
Por supuesto todos los conflictos armados te cambian la vida, porque es impresionante ver la demencia que provoca una guerra porque no hay reglas, no vale nada. Otra de las cosas que me impresionó mucho fue la primera vez que entré en una casa de acogida, porque la violencia que te encuentras es una violencia gratuita, sin ningún origen, sin ningún motivo, es una violencia por el hecho de ser mujer, da igual la edad que tengas, la relación social, la cultura, el entorno, los hijos, da igual todo. Para mí una guerra nunca es justificable, pero la puedes entender, sean motivos bastardos como la última la guerra de Irak, sean intereses económicos, o intereses expansionistas. Una guerra, aunque en ningún caso es justificable, se desencadena por algo, pero estas mujeres están recibiendo violencia por el hecho de ser mujeres. Eso es difícil de aceptar.

-¿Cómo fue tu experiencia en Irak?
-La de Irak fue una de las experiencias más duras. La primera vez que estuve allí fue en el mes de febrero, con la Plataforma de Mujeres Artistas contra la violencia de género, donde conocí a mucha gente antes de la guerra, conocí mucha gente. Los iraquíes son gente maravillosa que nos recibió con mucho cariño y una gran generosidad. Cuando nosotras fuimos no sabíamos cuándo iba a empezar la guerra, pero la amenaza ya estaba ahí
El problema que se planteó a la vuelta es que nos quedamos sin visado para volver a entrar en el país, por eso cuando empezó el bombardeo nos fuimos a Jordania un fotógrafo y yo, durante quince días más o menos, que fue durante toda la época de los bombardeos. Fue impresionante porque allí estaban preparados los campos de refugiados para acoger a los iraquíes que escapasen de su país y cuál es nuestra sorpresa cuando vemos que en vez de salir, los iraquíes que vivían en Jordania volvían a Irak a defender a su país.
Cuando entraron los americanos pudimos pasar los de prensa que estábamos esperando sin visado. Hicieron un convoy con todos y fue un viaje complicado. A mí me impresionó mucho, porque la ciudad que había conocido apenas un mes antes estaba muy destruida y en la entrada a Bagdad veías coches acribillados y cadáveres que no habían podido ser recogidos.
Veías los restos de una batalla muy dura a saco contra una población que habías conocido hacía un mes, se habían cargado un pueblo, y todo el esfuerzo de tanta gente, de tantos compañeros que habían estado trabajando y que habían muerto en el camino, no sirvió para nada. Allí estábamos compañeros de todos los medios de comunicación y gente de distintas ideologías y había un sentimiento general de que había sido una guerra muy injusta.

"Allí -en Irak- estábamos compañeros de todos los medios de comunicación y gente de distintas ideologías, y había un sentimiento general de que había sido una guerra muy injusta".

-En tu libro "Íbamos a ser reinas" desmenuzas a través de vivencias reales de mujeres el complejo entorno de la denominada violencia de género. Entre las cuestiones que más interés despiertan se encuentra una fundamental, el por qué muchas mujeres continúan al lado de sus maltratadores. ¿Cómo es posible entenderlo?
-Yo creo que la violencia en general es un tema muy complejo y como todo lo que afecta a las mujeres parece que es de segunda categoría y yo creo que condiciona nuestra propia sociedad porque los maltratadores tienen mujeres y tienen hijos, y se va transmitiendo de generación en generación.
El problema es que el maltrato físico se genera primero con una violencia psicológica. Normalmente empieza con un aislamiento, porque la violencia de género es ideológica, enraíza en el machismo que recorre nuestra cultura. Las primeras manifestaciones de violencia psicológica se confunden con cosas muy aceptadas por esta sociedad como por ejemplo el tema de los celos. No te quiere mucho un hombre que controla todo lo que haces, un hombre que empieza a desligar a la mujer de su familia, de sus amigos, de su entorno laboral. En el proceso empieza un proceso de machaque, de destrucción de la autoestima, de hacer creer a la mujer que no vale nada y que no sería capaz de tirar para adelante ella sola. Entonces en ese contexto es cuando empieza la violencia física.
Otro factor que se maneja es el miedo y esas mujeres están aterrorizadas. La gente no comprende por qué las mujeres retiran las denuncias, pero cómo no las van a retirar si sabes que no te van a proteger, que no te van a poner una escolta para protegerte de ese hombre que sabe que le has puesto una denuncia y sabe dónde vive tu familia, tus padres, tus hermanos, tus amigos.

-Desde el Gobierno Central ¿se le está dando la importancia que tiene a este tema?
-Es un cachondeo. Lo que está haciendo el Gobierno Central es una política mediática de escaparate, vacía absolutamente de contenido, sencillamente porque no hay dinero. No sé si les importa o no pero lo que está claro es que no demuestran que les importe porque no hacen presupuestos serios. El dinero se dedica a otras cosas pero no se dedica a las mujeres.
Hay casos tremendamente escandalosos. Se anuncian medidas de protección y cuando luego vas a ver los efectivos que hay, compruebas que no hay policías. Aquí en Madrid, las casas de acogida, salvo las que pertenecen a ONG de mujeres, que son las menos, el resto están en manos de la Iglesia, y ya me contarás cómo recupera la Iglesia una mujer maltratada. Se han dado casos en los que han mandado a las mujeres a un hostal. Imagínate cómo se puede sentir una mujer que sale de su casa en esa situación, normalmente con niños, y se ve sola en un sitio que no conoce. Son cosas demenciales.

-¿Qué pone de manifiesto el silencio de la Iglesia ante la violencia de género?
-En ese sentido la Iglesia no hace nada. No hemos oído pronunciamientos serios por parte de la Iglesia en contra de la violencia de género. Su mensaje es muy dañino porque sigue valorando las instituciones por encima de las personas. Para ellos es más importante la indisolubilidad del matrimonio frente a las personas que puedan estar sufriendo. Creo que ese mensaje conservador de la Iglesia cuando la realidad es tan dura, es muy dañino. ∆

   

   
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Última revisión: abril 07, 2011. 
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