-La mina y el mar ¿cómo aparecen en la historia del pueblo asturiano?
-Es una hermosa simbiosis. Sobre todo cuando aflora la revolución
industrial en 1850. Esos paisajes asturianos pintados durante muchos años,
durante más de un siglo, en verde, azul y negro -negro por las minas, verde
por los valles de menta y el azul de la mar poderosa-, forman todos ellos
una hermosa paleta y formaría un hermoso poema que ya incluso escribió José
León de Vestal en la Mina y el mar, que más tarde fue cantado por
Joaquín Pixán. Yo recuerdo un poema escrito por mí, ya publicado, que canta
la belleza de esos tres colores que de alguna forma singularizan y forman
parte de la idiosincrasia de esa Asturias del siglo XIX y XX, en donde
además se vinculaba también el color marrón de la propia tierra, de los
labradores.
-¿Cómo han influido estos dos aspectos en la forja del carácter
asturiano?
-No cabe duda de que el aspecto austero, la forma de ser del
asturiano está marcada por la delimitación orográfica. Precisamente la mar
es un asentamiento proclive a un aislamiento casi total. Yo creo que la
personalidad del hombre y la mujer asturianos ya está identificada desde los
siglos de los siglos. No obstante, sí hay que introducir esa nueva
característica que les dio la explotación minera, la revolución industrial,
donde Asturias se hizo más abierta. Somos gente hospitalaria en un mundo
cosmopolita. A nuestras fábricas vinieron a trabajar gentes de Galicia,
gentes castellanas, manchegas, de Extremadura y notablemente gentes de
Andalucía. A partir del siglo XVIII la forma de ser y de estar se abre no
solamente hacia las personas, sino también hacia ideas políticas que marcan
el devenir de la Asturias de hoy, de esa Asturias de la revolución del 34,
de esa Asturias de 1936, donde se apuesta como el último bastión de los
bastiones importantes de una guerra incivil. Esa Asturias que las minas
abren hacia fuera mira cómo hay otras formas de vivir, otros conceptos
filosóficos de ver la vida. Y el negro, no es sólo el de las minas, sino ese
color luctuoso del dolor, de las muertes que ha habido, y que
desgraciadamente seguirá habiendo a través de los años durante las
explotaciones mineras.
-La solidaridad es un aspecto común entre la gente minera y la marinera.
-Efectivamente el ser humano es un ser solo. Nace, vive y muere
solo. Es un fonema tan sólo el que cambia entre ser solitario y ser
solidario, como decía Albert Camús. Efectivamente yo quiero entender que el
asturiano ya era un hombre solidario, un hombre que luchó contra la primera
invasión de los romanos. Luego con un poco de mitología y de leyenda nace el
personaje de Pelayo. Ahí sí hay una solidaridad enorme que se ve también en
el pueblo asturiano al intentar defender sus propias raíces, y ésta
solidaridad se acrecienta a través de los tiempos. Es esa fuerza que dio a
los marineros ese compañerismo. Desde el Deva hasta el Eo, siempre hubo una
gran fraternidad entre los pescadores, que cuando se necesitaban unos a
otros, y se siguen necesitando, siempre estuvieron presentes para tender
redes, para buscar los mejores caladeros. Cuando hubo las tragedias, se
produjo una gran simbiosis entre la solidaridad marinera y la solidaridad
minera.
-La mina se acaba y la pesca está cada vez más difícil. Si fuese "la mina
y el mar" un cuento ¿qué otro final tendría?
-Es la propia evolución del hombre y sus circunstancias. Desde que
se creara la primera célula, incluso antes de la materia primigenia, antes
del big bang, todo es una evolución en la vida. Nace la luz, nacen las
estrellas, nace el sistema solar y un buen día nacen unas células en la mar
que poco a poco evolucionan hacia lo que somos hoy. El devenir del hombre
nunca se puede saber porque en tan sólo un millón de años, pasó del
neardenthal, al cromagnon, al homo sapiens etc. Lo que sí diría es que la
vida es cíclica. Las minas en Asturias aparecieron como hubieran podido
aparecer en Cantabria o en Galicia. La naturaleza es sabia y ella misma va
volviendo otra vez a buscar aquellos ingredientes necesarios para la
supervivencia del hombre. El hombre hace lo mismo. Hoy las cuencas mineras
ya no son lo que eran, van perdiendo en muchas cosas, van ganando en otras y
dentro de una generación volverán las aguas a su lecho. Diremos que no ha
pasado nada pero ha pasado mucho, páginas sembradas con dolor y con sangre
que están ahí, que forman parte de la historia. Y las nuevas generaciones
recordaremos a nuestros abuelos. Cuando pasen treinta o cincuenta años,
recordaremos a través de los museos y de las cosas bellas que se están
haciendo en este aspecto, lo que fue la Asturias minera, y seguiremos
recordando la Asturias campesina que también se nos va de las manos, y
guardaremos con ese horizonte azul lo que aún nos pueda deparar la mar. ∆